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La Policía ha puesto fin a siete años de anonimato de Miguel Ricart Tárrega, el único condenado por el triple crimen de las niñas de Alcàsser. Un agente identificó este viernes al expresidiario en un edificio okupa del distrito de Carabanchel en Madrid, según ha informado el periodista de La Sexta Manuel Marlasca. Ricart mostró su DNI a uno de los agentes cuando le pidió su documentación, el policía comprobó que no tenía ninguna orden de búsqueda y el exconvicto se quedó dentro de la finca.
La Policía Nacional suele realizar controles rutinarios para identificar a las personas que ocupan de forma ilegal el inmueble en la calle José Garrido, ya que algunas de ellas tienen reclamaciones judiciales. Ricart se encontraba con una mujer toxicómana cuando varios agentes entraron en el edificio y les pidieron que se identificaran. Eran las 19.30 horas del viernes. El expresidiario vestía un mono y les dijo que acababa de terminar de trabajar.
Ricart no tiene ninguna causa pendiente con la Justicia, por lo que los policías le devolvieron el DNI y abandonaron el lugar. Los vecinos se quejan de la inseguridad y el trapicheo de drogas. La mayoría de personas que frecuentan el inmueble, que está situado cerca de un colegio, consumen heroína, cocaína y otras sustancias. La finca se encuentra okupada desde hace 11 años.
Más de medio centenar de personas malviven en el edificio. Según los vecinos, un grupo de individuos ha convertido una de las plantas en un 'narcopiso'. Los traficantes merodean por la calle a todas horas. El trasiego de personas es continuo. También son frecuentes las peleas. El 20 de julio del año pasado, una reyerta en esta finca okupa se saldó con un herido grave por una puñalada en el pulmón.
Según ABC, Ricart no reside en el edificio, pero el viernes acudió, al parecer, para comprar droga y pasó la noche en el inmueble. Los vecinos aseguran que el exconvicto vive en Madrid desde hace mucho tiempo. Algunos lo han visto en la zona hasta dos veces en la misma semana.
Desde que salió de la cárcel de Herrera de la Mancha, Ricart fue sometido a un discreto control por parte de las fuerzas de seguridad. El revuelo mediático que causó su excarcelación el 29 de noviembre de 2013 le obligó a abandonar España.
En el propio tren que cogió en Manzanares (Ciudad Real) para desplazarse a Jaén nada más salir de prisión, viajaban varios periodistas y dos policías de paisano que siguieron al recién liberado con la intención de averiguar dónde iba a dar con sus huesos.
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Pero Ricart cambió su itinerario de huida y se apeó en Linares, donde hizo sus primeras declaraciones en libertad a un periodista del programa Espejo Público de Antena 3. «Mantengo lo que dije en su día. Soy una puta cabeza de turco. Tengo que demostrar que yo no fui», dijo con su rostro oculto con un pasamontañas. «Lo que hicieron con esas chicas no tiene perdón de Dios», añadió mientras caminaba por una calle cercana a la estación de Linares. Las palabras del expresidiario se difundieron como avance de una entrevista.
En los 50 minutos de conversación que mantuvo con el periodista Sergi Ferré, Ricart también habló de su pasado delictivo: «He infringido la ley, he cometido errores, he robado un banco, he robado mucho. Gilipollas... Pero de ahí a lo otro..» Todo parecía indicar que la teoría de la conspiración criminal en el caso Alcàsser sembraría otra vez dudas y sospechas por toda España.
Sin embargo, la entrevista no se emitió y el altavoz televisivo sólo estuvo al servicio del exconvicto durante unos segundos. El rastro de Ricart se recuperó en un hotel de Madrid, donde fue trasladado por dos reporteras de una productora. La polémica se trasladó entonces a Telecinco tras los rumores de que 'El programa de Ana Rosa' estaba detrás de la exclusiva. Horas después, Mediaset afirmó que no daría «minutos de gloria televisivos a un asesino temido y repudiado por una sociedad muy dolida por estas excarcelaciones». El grupo de comunicación se refería a los presos que se beneficiaron de la derogación de la doctrina Parot.
Tras pasar por Córdoba, el expresidiario llegó a Valencia, donde estuvo una hora aproximadamente en la estación de autobuses, y viajó luego a Girona. Allí volvió a pisar unas dependencias policiales para renovar su DNI, pero no pudo hacerlo porque no había pedido cita y le faltaba un documento.
La noche del 12 de diciembre de 2013, el exconvicto cogió un autobús con destino a Francia, donde se perdió su pista, aunque pudo regresar a España días después. Así lo indica un billete de autobús que presuntamente compró para realizar el trayecto París-Girona, según publicó el periódico El Punt Avui, tras alterar el orden de sus apellidos.
Tras pasar 21 años entre rejas, de una condena de 170, 'El Rubio', apodo de Ricart en su juventud, vivió ese tiempo completamente encerrado en su mundo. Su vida en la cárcel era tan mortecina como cómoda. Sólo la cuenta atrás de su libertad, cuando el Tribunal de Estrasburgo tumbó la doctrina Parot, devolvió cierta complacencia a su rostro.
Cinco familiares (su hija, una hermana y tres sobrinos) son las únicas personas allegadas que podrían compadecerse aún del expresidiario, que no se ha puesto en contacto con ningún familiar desde que salió de la cárcel. Su expareja no quiere saber nada de él.
La madre de Ricart murió cuando él tenía cuatro años, y las relaciones con su padre, que también ha fallecido, se fueron deteriorando por los castigos físicos a los que le sometía. Compartió pupitre con los niños huérfanos del colegio San Juan Bautista de Valencia, donde tuvo un buen comportamiento con sus compañeros y las religiosas, hasta que consiguió una beca para estudiar en la Universidad Laboral de Cheste. Tras ser expulsado de este centro, Ricart fue también alumno del instituto de Catarroja.
A los 16 años abandonó los estudios y se puso a trabajar en tareas agrícolas. En esta época comenzó también a coquetear con las drogas, que moldearon su conducta junto con las malas compañías. Con su mayoría de edad recién estrenada, se marchó de casa para vivir con su pareja y sus dos cuñadas. Las tres hermanas compartían vivienda con un joven de 18 años que apenas aportaba dinero para los gastos domésticos.
Trabajó de barrendero en Catarroja, un concesionario de automóviles y la fábrica de hielo de Mercavalencia. A los 20 años se enroló en la Legión y fue destinado a Málaga. Poco después su novia se quedó embarazada y dio a la luz a la hija de ambos. Durante una entrevista clínica con un forense, el preso dijo que su hija era lo más importante de su vida, negó haber mantenido relaciones homosexuales en su juventud y rechazó las conductas de tipo sádico.
Tras su paso por el Ejército, Ricart volvió con su pareja, pero la relación se rompió debido a discusiones por su holgazanería y a problemas de convivencia. Entonces se fue a vivir a la casa de Antonio Anglés, su habitual proveedor de droga, y entró en un círculo de delincuencia y drogas con participación en atracos, robo de vehículos y un ingreso en el centro penitenciario de Picassent, concretamente el 19 de agosto de 1992. Tres meses después, Anglés y Ricart violaron y asesinaron a las niñas de Alcàsser tras ofrecerse a llevarlas en el coche de este último a la discoteca Coolor, que fue derribada en 2014.
Según los hechos probados en la sentencia que condenó a Ricart a 170 años de prisión, los dos asesinos pudieron actuar en compañía, «posiblemente de alguna otra persona más», cuando invitaron a las tres jóvenes a subir al vehículo. Pero nunca se pudo demostrar la implicación de un tercer individuo.
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