
La policía sospecha que el crimen de Ruzafa responde a un intento de robo
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«Era un ángel, invitaba a todos, pero iba sin cuidado con su bandolera llena de billetes», asegura una vecina amiga del hombre asesinadoUn intento de robo que finalizó en crimen. Un móvil económico. Esta es la principal hipótesis con la que trabaja la Policía Nacional a la hora de explicar la violenta muerte de 'Laudi', como era conocido Laudencio V. T., el hombre de 66 años de origen español que el jueves pereció a manos presuntamente de dos ciudadanos sudamericanos ya detenidos. En las próximas horas los presuntos homicidas serán puestos a disposición judicial ante el juzgado de guardia.
Los hechos se produjeron en torno a las cuatro y media de la tarde, en la amplia planta baja de la calle Planas que servía a Laudencio tanto de vivienda como de almacén de muebles, pues los vecinos lo relacionan con la recogida y venta de antigüedades y enseres de segunda mano.
Los sospechosos, un uruguayo de 66 años y un ecuatoriano de 42, penetraron en el bajo con cinta adhesiva. Lo ataron y presuntamente acabaron asfixiándolo. Los gritos de auxilio de la víctima, escuchados por la vecindad, hicieron que la policía acudiera con máxima premura. No lograron evitar el homicidio, pero sí interceptar a los sospechoso antes de su huida.
El crimen de 'Laudi' ha calado hondo entre los vecinos del barrio de Ruzafa. Para algunos era un hombre «huraño, refunfuñón, solitario y de vida un tanto extraña». Pero para otros, que le conocían mejor, era simplemente «un ángel, una persona de gran corazón, siempre dispuesta a ayudar y muy espléndida», pero con un defecto que vinculan a su trágico final: «Demasiado confiado con el dinero».
Así lo definieron Carmen Beteta y su hija María Ángeles. Ellas habían sido invitadas a compartir algunos ratos en la planta baja en la que Laudencio fue asesinado. «Allí se estableció hará aproximadamente un año o año y medio, después de que cerrara un negocio de muebles de segunda mano en el barrio de Monteolivete. La Tienda Solidaria, se llamaba, y estaba en la calle Fray Pedro Ponce de León«, recuerda Carmen.
A partir de entonces fijó su lugar habitual en la calle Planas y desde allí seguía con su actividad de los muebles que otros no querían. «Él decía que el bajo se lo habían prestado». Según una antigua inquilina del local, que antes albergó un negocio de fotografía industrial, «perteneció a una propietaria que ya falleció y tras su muerte lo acabó donando a unas entidades eclesiales».
Pero más allá de la historia del escenario del crimen, las amigas de 'Laudi' coinciden en que el robo es «muy probablemente» lo que explicaría el asesinato. Y lo sustentan en su propia experiencia. Así lo explica María Ángeles: «Le gustaba invitar a todo el mundo y a veces sacaba su bandolera con mucho dinero», asegura. «Laudi, ¿dónde vas con todo eso? Guárdatelo bien que un día te van a atracar», le dijo la mujer en una ocasión al ver que llevaba encima «billetes de 500, 200 o 100 a la vista de todo el mundo». La vecina no descarta que los asesinos del hombre «se fijaran y lo siguieran hasta su casa para apoderarse de su dinero».
María José, panadera del barrio, retrata a Laudencio como «amable y cariñoso». Asegura que nació en Asturias, recaló en Valencia y se libró de las garras del alcoholismo gracias a una asociación. Actualmente, los muebles, el rastro, su furgoneta, su bicicleta y un pequeño perro que estaba en el bajo cuando fue asesinado eran sus únicos compañeros en el viaje de la vida. «La soledad es muy mala y ella me hace compañía», decía 'Laudi'.
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