Prisión permanente revisable para el asesino, violador y profanador de Chella

Una sentencia ejemplar y contundente. La justicia que deseaba la familia de Vanessa Ferrer. Rubén Mañó, el joven que citó a una amiga para violarla y luego la asfixió para finalmente deshacerse de su cuerpo en una fosa de Chella pasará media vida en prisión. Aquellos dolorosos hechos de 2016 le han valido una condena a prisión permanente revisable por el asesinato, máxima pena del sistema jurídico español y que conlleva pasar al menos 25 años entre rejas. Se suman otros 17 por la agresión sexual y tres meses más por la profanación del cadáver.

Todo sucedió el 26 de octubre de 2016. El tribunal del jurado considera probado que Rubén contactó por What'sApp con Vanessa y la citó en su antiguo domicilio familiar, en la calle San Antón. Le dijo que estaba con su primo y un amigo, pero no era cierto. Era una trampa con intenciones puramente sexuales.

Destaca el fallo que el acusado sabía que Vanessa «contaba con sólo 15 años de edad». La víctima acudió así a una casa sin luz eléctrica y en la que pensaba encontrarse con varios amigos. Llegó poco antes de las diez y media de la noche y para ella comenzó su infierno. Rubén, continúa la sentencia, «realmente la había engañado y se encontraba solo». Sin más fin que «satisfacer sus deseos sexuales tras la negativa de Vanessa de mantener cualquier relación sexual» comenzó a darle fuertes golpes en la cabeza, la cara y cuerpo. La paliza dejó a la chica «semiinconsciente o conmocionada».

Después, y aprovechando el aturdimiento, quitó las zapatillas y los pantalones a su amiga, la tiró al suelo, y «poniéndola de rodillas y con los codos apoyados en el suelo, la penetró bruscamente anal y vaginalmente». Ello causó en la víctima severas lesiones que, tras la declaración de los forenses en el juicio, convencieron al jurado de la culpabilidad de Rubén en este delito.

La violencia machista no cesó ahí. Aprovechando que la menor estaba aún conmocionada «y sin posibilidad alguna de defensa», la estranguló por detrás con uno de sus brazos, «causándole la muerte por asfixia». De violador a asesino. Según el tribunal, sus propósitos eran claros: «Evitar que ella pudiera denunciarle por los hechos anteriores».

Y de asesino, a profanador de cadáver. Rubén pidió prestado el coche a un colega. Cuando disponía del vehículo, «enrolló el cuerpo de Vanessa en un edredón o manta y lo introdujo en el maletero». Después lo condujo por un camino hasta la conocida como Sima de los Borricos, de 30 metros de profundidad. Ante la imposibilidad de acercar más el vehículo, «arrastró el cadáver de la chica y lo lanzó al fondo de la sima, esperando que cayera tan profundo que no pudiera ser encontrado». Pero quedó enganchado en una rama y él no se percató de ello. Arrojó también la manta y la cazadora de la víctima. Acto seguido, hizo desaparecer el móvil y las prendas de la chica.

Según el abogado de la familia de Vanessa, Juan Molpeceres, «los padres y hermana de la víctima están satisfechos con la decisión del tribunal». Destaca el letrado que si bien se le ha aplicado a Rubén la atenuante de confesión, ésta no le reduce en nada la pena. Además, «contempla el fallo que el asesino era perfectamente consciente de lo que hacía y no estaba afectado por las drogas, como intentó demostrar ante el jurado».

También es crucial que se le aplique la agravante de género. El tribunal comprende que Rubén actuó movido por un evidente machismo: «Por dejar patente su superioridad y dominación masculina sobre la menor, por el hecho de ser mujer, pues él quería mantener relaciones sexuales sobre cualquiera y fue Vanessa la primera que le contestó a las propuestas que envió«.