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Treinta años después. Marta, Mari Carmen, Olga y Rocío en casa de un amiga en Chiva. Tenían la misma edad que Toñi, Miriam y Desirée cuando desaparecieron. iván arlandis
Crimen de la niñas de Alcàsser

«Nos quitaron la libertad»

La desaparición de Miriam, Toñi y Desirée cambió la vida de las adolescentes, que sintieron el miedo en los ojos de sus padres

Héctor Esteban

Valencia

Domingo, 13 de noviembre 2022, 01:06

Rocío García tiene 45 años. Nació en Valencia, vive en Cheste, tiene dos hijos y un trabajo. La misma edad y la misma vida que ... podría tener Toñi Gómez, una de las tres víctimas del caso Alcàsser. Las otras dos niñas, Miriam García y Desirée Hernández, eran un año más jóvenes, de la misma edad que Marta Bonacho, Mari Carmen Cervera y Olga Barrera, que desde hace 44 años viven en Chiva, son madres y vieron cómo un día sin más los apellidos Anglés y Ricart se convirtieron en una losa. «Los que pasó con las niñas de Alcàsser nos quitó la libertad», señala Rocío. La rutina empezó a acumular normas, consejos y temores. El miedo se instaló en los lugares donde casi nunca pasaba nada.

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La vida en los pueblos palpitaba a un ritmo diferente que en la ciudad. Todo parecía más fácil, la calle era un patio de juegos sin límites y un banco de madera era el lugar más feliz del mundo. Los días eran así hasta que tres niñas desaparecieron en Alcàsser, en el camino que separaba sus domicilios de la discoteca Coolor en Picassent. Rocío, Marta, Mari Carmen y Olga son del FBI, un grupo de amigas de Chiva que ha crecido junto. Algo normal en un lugar donde no se cerraban las puertas de las casas, algo normal en un pueblo, sitios tranquilos donde se podía salir a la calle después de comer y volver a por el bocadillo de la cena sin que nadie preguntara dónde habías ido y con quién habías estado. Después, ya pasada la medianoche, un par de chicas solas, podían volver a casa y despedirse con un «hasta mañana». Alcàsser, Chiva, la misma rutina.

«Mi madrese puso muy nerviosa, no quería que saliera»

Marta Bonacho

En 1992, este grupo de amigas de Chiva, de entre 14 y 15 años, se asomaba por primera vez al desconocido mundo de las discotecas. El hábitat natural eran las sesiones de tarde y bebidas dulzonas con piña. Los tejanos Chipie, Liberto y Bonaventure se imponían y los que no podían comprarse unos Camper se conformaban con los Snipe. La laca aún fijaba algún flequillo con onda y las camisas llevaban hombreras. En la adolescencia se pasa del cero a cien porque quieres acelerar la vida. «Los sábados por la tarde íbamos a las convivencias de las monjas y de ahí a la discoteca. Incluso intentábamos salir antes de las 'convi' para ir a bailar», recuerda Olga Barrera. Las tardes de sábado eran oración y música.

Las chicas de Alcàsser tenían en Coolor, la discoteca de Picassent, su final de trayecto. En Chiva, la discoteca Los Ejes, en los bajos del Hotel La Carreta, era el punto de iniciación; de la misma manera que Cómic, en Bétera, lo era para la gente de esa zona. Discotecas pequeñas, familiares, el trampolín necesario para el siguiente paso, que eran Arabesco y Bananas, que se veían en el horizonte como un sueño por cumplir. Pistas de baile como puntos de encuentro reconocibles, en las que en cierta medida los chicos y las chicas se sentían seguros. La mayoría de los adolescentes que allí se juntaban eran amigos, amigos de amigos o conocidos. El vínculo siempre existía y a veces bastaba que una cara sonara para subirse a un coche para volver a casa. Otros optaban por el autobús y los más atrevidos, echaban kilómetros con sus Vespino o Derbi Variant. Ellos hacía ruido con sus Polini y Kit Yasuni, y ellas se agarraban fuerte en una época que los 'calimero' eran un quitamultas.

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«Iba al pueblo para salir y se acabó todo»

Rocío García

El caso Alcàsser lo cambió todo. Sobre todo para ellas, las chicas, que empezaron a tomar muchas precauciones, a escuchar el sermón en casa, incluso a dejar de salir. «Recuerdo que mi madre se puso muy nerviosa, no le venía muy bien que saliera, era como casi un trauma. Antes no había miedo, salíamos a la calle y no nos decían nada. Pero aquello fue un punto de inflexión», recuerda Marta, que asegura que desde aquel momento su padre empezó a llevarla y a recogerla de muchos sitios. La discoteca Los Ejes estaba junto a la autovía A-3, por lo que muchos padres dejaron las siestas para ejercer de chóferes, un papel que todavía hoy perdura porque el miedo no se ha ido. «Yo vivía en Valencia y allí no me dejaban salir, pero en Chiva sí. Por eso siempre quería venir al pueblo, porque mis padres eran más laxos. Pero con el tema de Alcàsser se acabó todo. No vayas sola, un amigo de un amigo no vale para subir en un coche...», recuerda Rocío.

El fantasma de Anglés sobrevoló Chiva. La investigación sitúa del 30 de enero al 7 de febrero de 1993 al asesino de las niñas de Alcàsser entre Alborache y Benaguasil. Y enmedio de ese trayecto está Chiva, donde todavía se recuerda el despliegue de unidades de la Guardia Civil buscando al fugitivo. La incertidumbre multiplicó las precauciones y las advertencias. «A mí mi madre me machacaba a toda hora para que no me subiera a un coche con gente que no conociera. Además, el tema estaba presente en los informativos de la televisión, en la prensa y era imposible abstraerse de un caso que estaba encima de la mesa a la hora de comer», señala Mari Carmen, que apunta que la vida en el pueblo era tranquila, como en el resto de pueblos, pero empezó a haber miedo, demasiado miedo.

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El foco se puso en las niñas adolescentes, que ya no iban solas. Y menos de noche. En general, los chicos, imberbes y bisoños, se integraron para hacer grupos mixtos si había que hacer autostop. Muchos dejaron de 'hacer dedo' para ir de un lugar a otro, pero los más atrevidos y atrevidas miraban muy de cerca al conductor del coche si subían con el desconocido. Buscaban una cara reconocible y las chicas no subían solas, siempre había un amigo en el pasaje.

«Yo era miedosa y aquelllo lo multiplicó»

Olga Barrera

«Yo era muy miedosa, siempre me ha dado miedo todo y antes de tomar una decisión pensaba lo que podía pasar. Imagina después de todo aquello, se me hacía un mundo hacer algo que sabía que no iba a contar con la aprobación de mis padres. Cada fin de semana era la misma canción: tened cuidado, no os vayáis con nadie, dónde váis...», explica Olga.

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En 1992 España había vivido una Expo en Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, Mecano convertía en éxito cada uno de los singles de Aidalai y la ruta del bakalao enfilaba su última etapa con discotecas como NOD, que curiosamente tuvo su origen en el pub Don Julio de Chiva. Las chicas del FBI estudiaban BUP o alguna rama de Formación Profesional, principalmente administrativo, y todo el mundo vivía sin un teléfono móvil en la mano. Hasta el secuestro de las niñas de Alcàsser, la vida en los pueblos era plácida y dulce, y nadie necesitaba un aparato electrónico para saber dónde estaba su hijo o su hija un sábado de invierno a las ocho de la tarde. Todos daban por hecho que volverían a cenar.

Hoy, Marta, Rocío, Olga y Mari Carmen tienen hijos. Algunos de ellos, de la misma edad que tenían ellas cuando Alcàsser puso en vilo a toda España. Las cuatro tienen niñas, y alguna ya ha empezado a hacer lo que hacían sus padres desde que Anglés y Ricart le cortaron la libertad a muchas mujeres.

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«No subas con nadie, no vayas a... ese era el mensaje»

Mari Carmen Cervera

«Sabes lo que te va a tocar, mi hija Paula ya está en esa edad en la que se empieza a salir y mi marido o yo ya empezamos a hacer de taxistas», cuenta Marta. Hay agenda de fin de semana, incluso turno de padres para recoger a amigos a las cuatro de la mañana e ir repartiendo a la chavalería por los domicilios. Los sábados son de duermevela hasta que suena el despertado a horas intempestivas para ir a recoger al hijo o a la hija. Hay incluso quien lo ha hecho en pijama.

Las agresiones sexuales, como reflejan las estadísticas del Ministerio del Interior, han aumentado en los últimos tiempos y existe la sensación de que hoy en día es muy fácil y muy barato llevar un arma blanca en el bolsillo. Las aplicaciones para controlar la ubicación de los niños y los adolescentes se multiplican, y su uso lo aceptan en la mayoría de casos tanto el que protege como el protegido. El recuerdo de Alcàsser no se olvida.

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