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Desprendimiento del techo en el aeropuerto de Valencia. El Correo

Un testigo del derrumbe en el aeropuerto de Valencia: «Escuché un ruido atronador y noté como varios cascotes me golpeaban la cabeza»

Cuatro heridos, entre ellos dos vizcaínos, al desprenderse el techo de una sala de embarque del aeródromo, que ha abierto una investigación

Josu García

Lunes, 17 de junio 2024, 14:27

«Escuché un ruido atronador y después noté como varios cascotes me golpeaban en la cabeza, los brazos... Hemos tenido mucha suerte. Lo peor es el miedo y el impacto psicológico». El vecino de Sopela J. B. , de 33 años, es uno de los cuatro heridos que en la tarde de ayer domingo se registraron en el aeropuerto de Valencia, a consecuencia del desprendimiento de un techo en una sala de embarque. Los afectados son dos chicas de Sevilla, una mujer vizcaína y el citado ciudadano de Sopela.

Precisamente, el sentido cívico de esta persona evitó daños mucho más graves a las tres chicas, ya que J. B. les avisó de que algo extraño pasaba y las jóvenes se cambiaron de sitio, dejando libre el lugar donde se registró el epicentro del derrumbe. «Si no llega a ser por el muchacho de Bilbao, que nos dijo que no nos sentáramos en la primera fila, lo mismo no lo contamos», explica la andaluza Carmen Recio, en conversación telefónica con este diario.

Todo sucedió sobre las siete de la tarde en una sala de espera del aeródromo de Manises. Los dos vizcaínos aguardaban para abordar un vuelo a Bilbao y las otras dos chicas, que venían de una boda, iban a poner rumbo a Sevilla. «Me senté en primera fila, con total normalidad. No había ninguna señalización ni estaba acordonado», cuenta J. B. «Al rato pasó un agente de la Guardia Civil y me dijo que me pusiera más atrás, que se veía que el techo estaba como afectado. No le di demasiada importancia pero me cambié».

El joven de Sopela cumplió la recomendación. Pasados unos minutos llegaron las dos jóvenes andaluzas y la otra vizcaína, que son amigas. J. B. les avisó. Y las chicas también dejaron libre el espacio, por precaución. «No llevábamos ni dos minutos esperando, cuando aquello se vino abajo», relata Carmen. «Fue horrible: noté varios golpes por todo el cuerpo y la sala se llenó de una nube de escombro y polvo. No podíamos respirar bien. De hecho, luego nos sonamos los mocos y salía todo negro».

J. B. describe también el momento del desprendimiento como una situación de pánico. «Sabes que estás en un aeropuerto y lo primero que te viene a la cabeza es que lo mismo se ha salido un avión de la pista o algo así...». Carmen Recio cuenta que al desplome le sucedió una estampida. «Los demás pasajeros salieron corriendo como locos y escaparon de la zona. No nos lo podíamos creer».

«Me duelen las costillas»

Los cuatro heridos fueron atendidos allí mismo. «El personal fue muy amable, pero es verdad, también, que no nos proporcionaron ningún tipo de explicación de por qué se cayó el techo y de por qué no estaba aquello señalizado si la Guardia Civil sabía que se encontraba en mal estado», dice J. B.

El joven de Sopela sufrió golpes en los brazos, la pierna y la cabeza. «Tengo contusiones y varios hematomas», explica. Carmen también da su particular parte médico: «A mí me duelen las costillas y, además, me cayó algo sobre el brazo». Los cuatro optaron por volar. J. B. acudió después al hospital de Urduliz para pasar una revisión y hacer alguna prueba. «Estoy más o menos bien. Algo dolorido y, sobre todo, impresionado e impactado porque no te esperas algo así».

Una portavoz del aeropuerto de Valencia, por su parte, asegura que se ha abierto una investigación para aclarar el incidente. El aeródromo pide disculpas y trata de buscar una explicación del motivo del desprendimiento de un techo que «no soporta peso y no tenía por qué haberse caído». Las mismas fuentes insisten en que esa zona del aeropuerto había sido acondicionada hace muy poco (posiblemente menos de dos años) y que pasa «un mantenimiento» periódico.

Respecto a por qué no estaba señalizado si, tal y como relata J. B., la Guardia Civil lo sabía, las mismas fuentes aseguraron que «puede que observara algo en ese mismo momento, porque por allí pasan limpiadores y gente de mantenimiento y no se tenía noticia de que algo extraño sucediera».

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