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«Andrés tenía 20 años cuando desapareció el 2 de febrero de 2012 en Valencia. Hoy, más cerca que nunca de sus padres Andrés y Amalia, y de toda su familia». Con este mensaje, la asociación de personas desaparecidas QSD Global ha recordado uno de esos casos que ha encallado en la investigación policial y sigue manteniendo en vilo a una familia de Valencia más de una década después.
Son ya 13 años sin rastro de aquel joven valenciano cuyo rostro sigue entre los carteles que difunde el Ministerio del Interior en busca de colaboración ciudadana. Y es que no hay una sola prueba que lleve a concluir que Andrés Mora se marchó de su casa por propia voluntad. «Sin dinero. Sin maleta. Sin un adiós. Mi hijo jamás se iría así, de ese modo. Era familiar, responsable y, ante todo, noble», recordaba su madre, Amalia Toledo, en declaraciones a LAS PROVINCIAS.
Es una herida abierta en el barrio de Ayora de Valencia, donde vive la familia del desaparecido. Fue el 2 de febrero de 2012 cuando denunciaron la «inexplicable» desaparición de Andrés. Y siempre han lanzado una desesperada súplica a la Policía Nacional: «Por favor, no olviden el caso, vuelvan a interrogar a sus colegas, no permitan que una madre se quede para siempre con esta amargura».
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La historia de esta desaparición, una de las más desconcertantes en Valencia, comenzó a escribirse en diciembre de 2011, cuando el joven estudiante de Informática dejó los estudios universitarios «para irse a vivir con dos conocidos y un colega del colegio a un piso del barrio, a 500 metros de casa». Era el inicio de su independencia, que coincidió con el arranque de un trabajo en una empresa de seguros.
A la memoria de Amalia regresa esa última conversación en casa. «Estaba algo 'plof' porque no se sentía a gusto con el empleo. Le dijimos que no estaba obligado a seguir, que volviera a su hogar...». Pero regresó al piso compartido y desde entonces su familia ya no sabe de él. No respondía al teléfono móvil. «Cuando preguntamos a sus amigos nos dijeron que no estaba allí y no sabían de su paradero. En el piso estaba su ropa, las llaves, los 50 euros que le dejamos en el último encuentro. Como si se lo hubiera tragado la tierra», detalló su madre.
Tras varios días buscándolo por toda la ciudad, sus familiares denunciaron los hechos. «Y desde entonces, nada. Cuando hemos hablado con la Policía nos dicen que el caso sigue abierto, pero no hay sospechosos y parece estar estancado». Amalia, casada y madre de otro hijo, asegura que no ha vuelto a saber «lo que es la alegría».
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