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Amparo salió a buscar a su madre cuando la DANA azotó Paiporta. Estaba convencida de que iba a llegar a por ella, vivían a sólo cinco minutos la una de la otra. Le dijo a su hija que se vistiera y ambas fueron a ver que la anciana de 96 años se encontraba bien.
La lluvia se volvía cada vez más virulenta. El viento azotaba al pueblo, haciendo que fuera casi imposible caminar. Una situación de vida o muerte. «Intentamos llegar a casa de mi madre por tres calles diferentes. Era imposible llegar», cuenta la mujer desgarrada.
No sólo no podían ir a ver el estado en el que se encontraba la anciana: el temporal era tal que tampoco podían dar marcha atrás para regresar a su vivienda. Se habían visto atrapadas en la que parecía una trampa mortal. «Nos encaramamos en una cornisa en la Iglesia de San Ramón y comenzamos a golpear la puerta para que nos abrieran. Pensé que íbamos a morir ahí», reconoce todavía en estado de shock.
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El agua les engullía todo el cuerpo. A duras penas podían respirar. Como ellas, otras cuatro personas que se encontraban en el lugar llegaron nadando a la iglesia. Las seis golpearon la puerta del párroco. «Le costó muchísimo abrir por la fuerza de la corriente. Todavía no sé cómo lo consiguió», cuenta Amparo.
Pero el hombre no se dio por vencido. Tenía que hacer lo que estuviera en sus manos para salvar a sus vecinas. Sacó una fuerza increíble para abrir la puerta del templo para que se resguardaran las seis personas hasta que se calmara el temporal. «De no ser por el cura nos habríamos muerto todas. Nos salvó la vida», dice Amparo agradecida. El hombre se puso en peligro para lograr rescatar a las víctimas que estaban flotando en la riada.
Amparo no pudo ir a casa de su madre hasta la mañana siguiente. Lamentablemente, la anciana había fallecido y al cierre de esta edición los efectivos no habían logrado rescatar el cadáver dado que el acceso a la vivienda estaba bloqueado por casi tres metros de cañas que arrastró la lluvia. «Yo lo único que pido es que me den el cadáver de mi madre. Lo necesito», ruega Amparo desolada.
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