Pasear por Requena parece regresar a la época de Covid. Decenas de vecinos no salen a la calle sin su mascarilla desde que comenzó el ... incendio en la planta de reciclaje. Llevan dos semanas asediados por el espeso humo que inunda la comarca.
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«Si no vas con mascarilla te cuesta respirar. Nosotras salíamos todas las mañanas a pasear y ahora sólo estamos en la calle para las cosas necesarias», cuentan Inmaculada y Carmen Salinas. Como ellas, cerca de 400 personas han acudido a la concentración para exigir el cierre de la planta de reciclaje y que se desmantele y para pedir que la Conselleria de Medio Ambiente analice el agua de los acuíferos.
Lucio Atienza, el presidente de la Asociación Sociocultural de San Antonio, declara: «No nos convencieron las respuestas de la conselleria. Nos quedamos casi peor que estábamos, no nos aclararon absolutamente nada». Lo que más preocupa los vecinos es si había partículas de plomo y cloro por el incendio «y no supieron responder», alega el presidente de la Asociación Sociocultural de San Antonio.
A pesar de que la Conselleria de Medioambiente ya ha suspendido de manera cautelar la Autorización Ambiental Integrada de la planta de reciclaje de Requena, los afectados exigen su cierre permanente y con rapidez. En la resolución firmada por el director general de la conselleria se comunicó que, además del cierre cautelar de la instalación, la empresa deberá retirar todos los restos calcinados, así como los posibles acopios no afectados mediante un gestor autorizado.
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Unos de los grandes afectados por el humo son los niños. La profesora de un centro educativo cuenta que durante dos semanas no han podido salir a jugar al patio. «La situación les está alterando mucho. Están muy nerviosos», comenta la mujer.
Por primera vez desde que comenzó el incendio, los pequeños han salido a jugar cerca de las 11 de la mañana. «A primera hora, que coincide con la entrada de los colegios, es cuando más se huele el humo. No se puede estar por la calle», dice la profesora.
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Aprovechan los momentos en los que la densa bruma les da un respiro para tratar de recuperar, aunque sea sólo por unas horas, la normalidad. Esa infancia de juegos que ha estado parada durante las dos semanas que el incendio en el vertedero de Requena ha trastocado la tranquilidad de la comarca.
Muchos niños que padecen algún tipo de afección respiratoria como inflamación en los bronquios o asma han tenido que volver a ponerse la mascarilla de la que pensaban que ya se habían librado por precaución.
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Los vecinos comentan entre ellos: «Esta mañana ni siquiera se podía abrir las ventanas, el olor era insoportable». Aun así, se esfuerzan por seguir con su día a día con toda la normalidad que pueden. Las terrazas de los bares permanecen abiertas para que los clientes puedan consumir y socializar entre ellos en los momentos en los que la humareda se disipe.
María Pilar Utrillas, portavoz de la plataforma ciudadana Sin Malos Humos de Requena, comenta que se han reunido con la concejalía de Sanidad y con la alcaldesa, Rocío Cortés: «La reunión ha sido muy positiva. Parece que no nos están mintiendo en nada y sabemos que desde nuestra alcaldía se están haciendo todas las maniobras posibles».
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La alcaldesa ha querido enfatizar su compromiso por la causa diciendo que en Requena «lo más importante es la salud, el bienestar y el medio ambiente de nuestra zona y así lo hemos trasladado a todo el mundo. Y eso es lo que queremos: una Requena limpia». Cortés hace referencia a todas las aldeas de la comarca que se están viendo afectadas por el humo del incendio. Los habitantes de San Antonio comentan entre ellos «parece que no existamos, que sólo esté Requena». Una queja a la que la alcaldesa ha respondido dándoles la visibilidad que merecen.
A pesar de que la Plaza del Ayuntamiento de Requena estuviera repleta de gente, Emilio Valencia García, uno de los residentes ha querido hacer una intervención en la concentración para mostrar su indignación: «Me entristece mucho ver que aquí sólo somos unas cuatrocientas personas. ¿Qué pasa con el resto de gente? Aquí hemos respirado todos el mismo aire. Aquí debería haber unas siete mil personas, es muy triste».
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