«Las víctimas de violaciones tenemos menos protección que las maltratadas»

«Mi abogada pidió que les pusieran brazaletes telemáticos para controlarlos y garantizar que cumplen la orden de alejamiento, pero llevan ya más de un mes en libertad y la jueza todavía no se ha pronunciado. Lo último que sabemos es que la Fiscalía tiene que valorar ahora si las medidas cautelares que adoptaron son suficientes para mi protección», afirma Maite.

Como ya informó LAS PROVINCIAS, el juez de guardia decretó la libertad provisional de los dos presuntos violadores, cuyas identidades responden a las iniciales I. S. G. y J. S. G., aunque siguen acusados de un delito de agresión sexual y comparecen una vez por semana (todos los lunes) en el juzgado para firmar.

El magistrado acordó también una orden de alejamiento para proteger a la víctima, por lo que los encausados no pueden acercarse a una distancia inferior a los 300 metros del domicilio de la mujer o el lugar donde se encuentre. Tampoco pueden comunicarse con ella, directa o indirectamente, lo cual incluye llamadas telefónicas, mensajes a través de aplicaciones de móvil o redes sociales y correos electrónicos.

Poco días después de ser avisada de la salida de prisión de los dos acusados, Maite solicitó otra medida para aumentar su protección, como la colocación de brazaletes de control telemático, unos dispositivos electrónicos que detectarían de inmediato un posible incumplimiento de la orden de alejamiento.

Tras valorar la petición de la víctima, la magistrada de Llíria que instruye la causa dictó una providencia el pasado 9 de enero en la que insta al fiscal a realizar un informe sobre la posible utilización de brazaletes en este caso con dos presuntos violadores en libertad provisional».

No entiendo nada, me han dicho que si fuera una víctima de violencia de género habría sido más fácil ponerles el brazalete. Esto es muy fuerte, parece que los protocolos están por encima de las valoraciones de riesgo y la peligrosidad de los agresores», afirma Maite con indignación.

«Las víctimas de violaciones tenemos menos protección que las maltratadas, y mi caso es la prueba de lo que digo. Me violan, los encarcelan, salen en libertad provisional, pido más protección y pasan los días y nadie hace nada», añade la mujer.

Mientras espera el informe del fiscal, la víctima vive asustada desde que se enteró que uno de sus presuntos violadores reside cerca del domicilio de ella, y no entiende por qué la jueza ha acordado realizar algunas diligencias de investigación solicitadas por la defensa.

«Ellos me piden a mí varias pruebas y me parece alucinante. Esto se está yendo de madre. Me piden pruebas de tóxicos y psicológicas. Encima de ser víctima y de hacerme lo que me han hecho tengo que ir yo a demostrar si soy apta para que me violen», dice enfadada.

La violación en Llíria

La agresión sexual tuvo lugar el 15 de abril de 2022 en un chalé situado en el término de Llíria. Uno de los presuntos violadores conocía a la mujer y la invitó a cenar la noche anterior tras recogerla en Valencia con su coche. A ella le pareció buen plan porque su amigo le dijo que también estarían en la barbacoa otras dos mujeres, el dueño del chalé y otro hombre.

Después de la cena, las seis personas tomaron copas y alargaron la velada. El propietario de la casa se acostó sobre las dos de la madrugada, las otras dos mujeres se marcharon en un coche y la víctima se quedó con su amigo y el otro hombre. Estuvieron hablando un buen rato hasta que ella decidió irse también, pero los dos varones insistieron en que se quedara con ellos y bromearon con la posibilidad de «hacer un trío», según la denuncia que presentó la mujer.

Ellos consumieron gran cantidad de alcohol y ella bebió solo una cerveza y una copa de vino, porque había tomado medicación por la depresión que sufre y no quería perjudicar su salud, según declaró a la Guardia Civil. Además, los dos hombres esnifaron cocaína.

Tras quedarse dormida en un sofá, la mujer se despertó sobre las ocho y media de la mañana. Los dos hombres seguían bebiendo alcohol y la basura estaba llena de botellas vacías de cerveza y whisky. Luego se marcharon para comprar carne y verdura para hacer una paella y la dejaron encerrada en el chalé, según la versión de la víctima, que intentó salir pero la puerta estaba cerrada con llave.

Cuando regresaron, su amigo entró en una caseta, sacó una sustancia envuelta en una papelina y le dijo: «Traigo una bomba para que te sueltes, te pongas cachonda y así hacemos el trío», según la denuncia que presentó la mujer. Entre los dos hombres le abrieron la boca y le introdujeron la droga. La víctima intentó zafarse pero los hombres la sujetaron para bajarle los pantalones, subirle el suéter y romperle el sujetador. La resistencia que ofreció no impidió que uno de ellos la forzara después de que la tirasen al suelo.

Poco después de la violación, uno de los individuos se marchó tras recibir una llamada telefónica de un compañero de trabajo, y el otro entró en la cocina para coger algo, y fue entonces cuando la víctima aprovechó para huir al ver que habían dejado la puerta abierta y pidió ayuda a los vecinos. Tras escuchar la versión de la mujer, la Guardia Civil la trasladó al Hospital de Llíria y detuvo al día siguiente a los dos presuntos violadores.