
J. A.
Sábado, 3 de abril 2010, 02:06
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En 2006 el Padre Edison López decidió hacer un Vía Crucis por el jardín del Turia en el que participaran los inmigrantes que semanalmente acuden a las diferentes parroquias de Valencia a oír misa. «Aquel año fuimos cuatro gaticos los que procesionamos junto al Padre, ahora mire usted en lo que se ha convertido esto», decía ayer orgulloso Luis Bernal, un colombiano que llegó a Valencia portando sus manos para trabajar y una buena dosis de fe que le hace involucrarse en todo lo que le piden.
De los cuatro 'gaticos' de 2006 se ha pasado rápidamente a lo que ahora significa esta procesión, un reguero de cristianos de cuatro continentes que se reúnen en semana Santa para reafirmar su fe. El padre López, que volvió a su Perú natal, debe sentirse orgulloso de lo que cada Viernes Santo ocurre en el viejo cauce entre niños corriendo, mayores detrás, corredores y ciclistas.
Ayer fueron unos ochocientos feligreses los que se fueron juntando en el puente de Ademuz para hacer el corto pero dilatado camino desde ese punto hasta la parroquia de El Salvador y Santa Mónica donde al terminar la procesión se realizó la adoración de la cruz.
Esta celebración reúne a cristianos de cuatro continentes diferentes: América, Asia, Europa y África. Aunque a la hora de comenzar la procesión el grupo de polacos no había aún hecho acto de presencia si que había también un buen número de españoles. Pero, sin duda, lo que más abundaba eran los sudamericanos. Gente de Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia eran los más numerosos y los que llevaban la manija del acto junto a los curas españoles que les han dado cobijo espiritual en su aventura española. También había gente de Filipinas, Nigeria, Ucrania y Rumanía.
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Bernal fue recibiendo a sus amigos y les fue entregando una vela para la procesión. También daba vasitos para mitigar el viento, pero no había para todos. Problema. Aún son los restos de lo que quedó de la multitudinaria visita del Papa Benedicto XVI en 2006 a Valencia.
Media hora después de lo previsto comenzó la procesión en la que se realizaron catorce paradas. En cada una de ellas una de las congregaciones leía y también hacía una canción. Poco a poco se fueron acercando a la Plaza de Santa Mónica donde ya de noche entraron a oír la misa.
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Cuando al dispuesto Bernal se le pregunta si no sería mejor hacer el recorrido por las calles y no en el anonimato del viejo cauce dijo: «Así nació y así seguirá».
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