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María Serrulla Ripoll, una mujer generosa :: LP
LA VENTANA DISCRETA

Historia de una gran mujer

Mente lúcida y corazón generoso, creó la Fundación Juan Arizo Serrulla para premiar las mejores ideas de los ingenieros

MARA CALABUIG

Jueves, 6 de mayo 2010, 02:37

Menuda, vivaracha, locuaz, lleva sus ochenta y tantos años con garbo, sin permitir que el brillo de sus ojos lo apagara el tiempo o lo empañasen las lágrimas que sin duda ha derramado a lo largo de una existencia vapuleada por la adversidad, a la que se ha enfrentado con una reciedumbre de ánimo ejemplar. Es reconfortante aproximarse a personas como María Serrulla, la cara opuesta a esas otras caras bien maquilladas pero vacías, que inmerecidamente ocupan primeros planos en el acontecer diario.

Los años jóvenes de María Serrulla la enmarcan en una esfera acomodada, en la que se movía con dinamismo a la moderna, hace muchas décadas. Conocida amazona, ella misma cuenta: «Yo era muy aficionada a la equitación y tuve como profesor al mejor que había en Valencia, Andrés Luz. Recuerdo que montábamos juntas las hermanas Albiol, Mimí Carpi, la familia Merle». Fue también de las primeras en conducir su propio coche por la ciudad, sin alterarse por las insolencias que le lanzaban los que aún no podían concebir una mujer al volante.

Pero las desgracias se sucedieron. Cuando su matrimonio era más feliz por el nacimiento de un hijo largamente deseado, murió su marido repentinamente, a los treinta y seis años. Con mucho trabajo y valor a prueba, María siguió adelante, alentando los estudios de su hijo, su brillante carrera de ingeniero de caminos, que le condujo al profesorado en la Universidad Politécnica, compatibilizándolo con su propia empresa. El destino se lo arrebató en un accidente de carretera con poco más de cuarenta años. Sola, quebrantada por dos serias intervenciones quirúrgicas, otra mujer se hubiera hundido. María Serrulla, no. Todavía logró superar un cáncer, y firmemente se propuso que la memoria de su hijo, enamorado de la docencia, perdurara en ese mismo ámbito, que él amaba: ayudando a sucesivas generaciones estudiantiles en su camino.

Creó la Fundación Juan Arizo Serrulla, que desde hace cuatro años otorga un premio de 12.000 euros al mejor proyecto fin de carrera de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica, y tres accésits de 4.000 euros cada uno, según las calificaciones de un competente tribunal.

Aún hay más. La semana próxima, María presidirá la entrega, por segundo año consecutivo, de dos premios de 3.000 euros a los alumnos con mejor expediente de la Universidad Católica San Vicente Mártir, incrementados por diez becas de 2.000 euros para ayuda de menores sin posibilidades económicas.

María Serrulla Ripoll, mente lúcida y corazón generoso, ha encontrado su mejor dedicación en ese apoyo a los buenos estudiantes, en recuerdo del hijo, que lo fue excelente. Y no teme a la soledad. Ha hallado otros hijos en algunos antiguos compañeros del suyo, que la quieren y la visitan a menudo. También en algunos estudiantes más, próximos a su casa, que le agradecen afecto y favores, la acompañan y la agasajan el Día de la Madre, en una auténtica filiación de cariño y gratitud.

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