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MARINA COSTA mcosta@lasprovincias.es
Domingo, 25 de julio 2010, 05:52
La huella que los templarios dejaron en Valencia cuando Jaime I donó los terrenos a sus caballeros, junto a una de las más imponentes puertas de la ciudad, resurgió en el siglo XVIII tras un terremoto. Hoy la Iglesia del Temple es visita obligada para miles de valencianos. Para la diseñadora Presen Rodríguez es un pilar en su vida.
Entre sus muros, un abogado especial de negocios difíciles y urgentes escucha las cuitas de esta cordobesa afincada en Valencia. «Vengo desde hace ya más de cincuenta años. Lo primero que hice nada más llegar fue preguntar dónde estaba San Expedito e ir a visitarlo. Y desde entonces lo sigo haciendo. Para mí este lugar está muy ligado a acontecimientos de mi vida como el funeral de mi marido o la boda de mi hija, es algo muy importante para mí», explica.
La diseñadora, que montó su primer taller de costura en Valencia con sólo veinte años, asegura que este rincón es su «sitio espiritual. Cuando tengo algún problema o preocupación me vengo para acá. Al principio la única que le ponía velas era yo y, fíjate, ahora viene muchísima gente, sobre todo el día 19 de cada mes». Presen cuenta, a pie de urna, que San Expedito Mártir es «muy milagroso. Yo le he pedido muchas cosas y siempre me ha ayudado muchísimo y por eso le estoy tremendamente agradecida».
Un pequeño canastillo recibe a los pies de la imagen todas las peticiones. «Yo no suelo escribirle nada, prefiero pedírselo directamente. Una vez le rogué por una familia que no podía tener hijos y al poco tuvieron uno y eso fue algo precioso de verdad», recuerda.
Presen Rodríguez enarbola las raíces de su segunda tierra con orgullo. «Me considero más valenciana que las valencianas. Esta ciudad me encanta, ha sido mi vida. Me vine con doce o trece años y no la cambiaría por nada».
Esta enamorada de la costura y el diseño pret-a-porter montó sus tiendas, se casó, tuvo tres hijos y ahora seis nietos alegran sus días. «Todo lo tengo aquí». Cuando llegó a la capital del Turia lo que más le impresionó fue «que la gente comía bocadillos por la calle, mientras iba andando. Eso me chocó una barbaridad porque en Córdoba eso yo no lo había visto nunca». Y poco a poco se fue enamorando de «todos los arroces valencianos, que me chiflan» y de las playas que bañan la Comunitat. «Si me pierdes no me busques por el monte, hazlo por la playa», sentencia.
Un día en un restaurante de París vio que se anunciaba paella. «Me resultó tan curioso verlo allí que la pedí para probarla y de paella sólo tenía el nombre. No nos la pudimos ni comer», recuerda entre risas.
El casco antiguo es otro de los placeres de Presen Rodríguez. «Me gusta muchísimo pasear por el centro, voy a la Catedral y cuando tengo que comprar lotería siempre lo hago al lado del Miguelete. La calle de la Paz y Santa Catalina son otros sitios preciosos».
Presen disfruta del trato «directo y sincero» de los valencianos y así es el día a día en sus establecimientos. «Me gusta ser cercana. Entra una clienta pero sale una amiga y cuando no se de ellas las llamo para ver como están», explica.
Puestos a buscarle algún 'pero' a Valencia, Presen duda unos segundos pero no visualiza nada: «Si es que a Valencia no le falta de nada, lo tiene todo. Cada vez está más bonita, llegas rápidamente a todos los sitios y tienes rincones estupendos para tomar algo, pasear o disfrutar con la familia», asevera. Echar raíces en Valencia ha sido el mejor diseño de su vida.
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