Urgente Fallece el Papa Francisco
Un grupo de participantes en la atracción de la Sky Tower de Auckland. :: SKYJUMP
Mundo

Las torres del vértigo

¿Qué tal una vuelta por una pasarela sin barandilla a la altura de un piso 116? En Toronto será posible a partir de este verano

CARLOS BENITO

Lunes, 30 de mayo 2011, 10:00

Publicidad

Algunos seres humanos son degustadores de vértigos. Ven los precipicios y las azoteas de los rascacielos como una invitación a asomarse, mirar qué hay allá abajo y coquetear con la sensación efervescente del peligro. Para quienes no sentimos demasiada atracción por los lugares elevados -o quienes, más bien, pagaríamos por no acercarnos jamás a uno de esos límites con el vacío-, el lado placentero de esa descarga de adrenalina puede resultar muy difícil de entender, pero está claro que existe: los ingenieros llevan mucho tiempo depurando el diseño de miradores y plataformas que se convierten en instrumento de tortura para unos y fuente de incomparables goces para otros. El listón está, nunca mejor dicho, muy alto, con ocurrencias diabólicas como la pasarela con suelo transparente que se adentra 21 metros en el Gran Cañón del Colorado, a más de un kilómetro sobre el fondo.

Pero ese observatorio tiene barandillas, una prudente medida que impide la comunión plena con el abismo. El siguiente paso en la búsqueda de emociones intensas está en algunas torres de telecomunicaciones, que han incorporado a su estructura itinerarios circulares al aire libre, situados a cientos de metros de altura, por los que se camina con las manos libres y sin ninguna barrera a los lados: la seguridad se consigue con arneses sujetos a un raíl situado por encima de la cabeza. Estos senderos, inconcebibles en el pragmático diseño original de un 'pirulí', ya están funcionando en la Sky Tower de Auckland, en Nueva Zelanda, a 192 metros del suelo, y en la Sky Tower de Macao, a 233 metros. Dentro de dos meses, se incorporará a este selecto grupo la CN Tower de Toronto, en Canadá, con un paseo sin barandillas instalado a 356 metros de altura, el más alto del mundo: equivale a un edificio de 116 pisos, muy por encima de cualquier rascacielos español.

La CN Tower no es nueva en esto de los récords. Erigida en 1976, se mantuvo durante más de tres décadas como la construcción más alta del planeta, con algo más de 553 metros desde el suelo hasta la punta de la antena. Pero, en los últimos dos años, la clasificación mundial de colosos ha estado sometida a mucho ajetreo, por culpa del descomunal rascacielos Burj Khalifa de Dubái y las nuevas torres de comunicaciones de Tokio y Guangzhou, que han empujado al veterano gigante canadiense hasta un honroso cuarto puesto. La CN Tower también albergó durante bastantes años Sparkles, la discoteca situada a más distancia del suelo, y conserva en su poder marcas pintorescas como la escalera metálica más alta del mundo, un recorrido de 2.579 peldaños al que solo se permite el acceso en ocasiones especiales. Quizá sea este historial lo que animó a sus gestores a dar el visto bueno a la nueva atracción, bautizada como EdgeWalk, algo así como el Paseo al Límite, un recorrido circular de 150 metros por una plataforma de metro y medio de ancho que rodea la cápsula principal de la torre, lo gordo del 'pirulí'.

«Es la atracción más extrema de nuestra historia, dentro de un legado de experiencias innovadoras y memorables», resume una portavoz de la empresa propietaria, Canada Lands Company. Ahora lo presentan como algo natural, asumido, pero el diario 'National Post' ha recogido las palabras exactas con las que, en su momento, introdujeron la idea al consejero delegado, y resultan bastante significativas: «Tal vez creas que estamos chiflados...», le dijeron. Al jefazo, Mark Laroche, no le pareció mal, pero todavía no está convencido de aventurarse él mismo por la pasarela, que por supuesto será más o menos transparente: «Estoy mentalizándome poco a poco para hacerlo. Está en la lista de cosas que quiero probar antes de morir», ha dicho.

Publicidad

Test de alcoholemia

Han hecho falta tres años para sacar adelante el proyecto, con uno de ellos dedicado en exclusiva a las medidas de seguridad, que han obligado a someter el diseño a «todas las pruebas habidas y por haber». A los participantes en los paseos se les exigirán ciertos requisitos de estatura y peso y, antes de empezar, tendrán que superar una prueba de alcoholemia, aunque la empresa se reserva de antemano el derecho de rechazar a cualquier persona que muestre un comportamiento anómalo. Con el arnés bien ajustado y un calzado especial, saldrán a la pasarela en grupos de seis a ocho, acompañados de un guía, y tardarán entre veinte y treinta minutos en dar la vuelta completa a la torre. Pero falta algo, el refinamiento en el escalofrío: para redondear la experiencia, el guía les animará a colocar los pies en el borde de la estructura e inclinarse hacia afuera, «sobre Toronto, sin tener nada más que aire por debajo».

La entrada costará 125 euros, nada menos, y dará derecho a fotografía, vídeo y certificado oficial de la hazaña. ¿Qué tipo de personas paga cantidades así para pasearse por la parte de fuera de una torre? La clientela de las torres de Auckland y Macao puede dar una idea, quizá inesperada. «Al llegar a recepción -escribe un turista británico en la web TripAdvisor, después de una visita a la torre neozelandesa-, me encontré con que mis compañeros de paseo iban a ser un señor que celebraba su 90 cumpleaños y su hija. Si él era lo bastante valiente para hacerlo, yo no me podía echar atrás. Tengo que admitir que no soy capaz de describir mis sentimientos cuando pisé aquella plataforma a 192 metros de altura, aunque tenía el arnés puesto: puro terror y una sonrisa fija que era más bien una mueca. Pero qué experiencia. Y qué vistas».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio

Publicidad