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LOLA SORIANO
Domingo, 31 de julio 2011, 03:17
Un valenciano ha tardado quince años en convencer a las administraciones que la alquería de la Ponsa, un edificio del siglo XVIII situado a espaldas de la Cárcel Modelo, merecía ser salvada. Ahora, tras alcanzar la protección del edificio, negocia con unos inversores para rehabilitarla.
«En 1996 intentamos invertir y arreglarla y desde el Ayuntamiento de Valencia nos advirtieron que estaba fuera de ordenación y que el dinero que pusiéramos, no contaría para la indemnización», según José María López Raimundo.
Lógicamente entonces no pudo invertir, «pero decidí que valía la pena intentar convencer a la administración para que esta casa de huerta se consolidara como referente de la zona», añade.
Desde entonces, decidió no tirar la toalla y, de forma paciente, reclamó escrito tras escrito al Ayuntamiento de Valencia que la protegiera. «Recuerdo que llegaban a casa de mi madre y mi tía varias órdenes de ejecución para que se adecuara la casa y se limpiara, porque llegó a estar ocupada ilegalmente, pero nos veíamos atados de pies y manos. Nosotros teníamos más interés que nadie en arreglar la casa donde durante muchos años vivió mi familia », comenta José María.
El primer paso fue solicitar un informe de un facultativo de la Conselleria de Cultura para su posible catalogación. Este valenciano apunta que guarda varios carpesanos con todos los papeles que llegó a enviar por registro de entrada.
Tras años de burocracia, el primer paso adelante llegó en 1997, «cuando un informe de Patrimonio, firmado por el arquitecto José Ignacio Casar Pinazo y por Carmen Pérez, y del grupo Paisar de la Politécnica, consideraron que era importante protegerla».
Esperanza
Como detalla, este informe fue el espaldarazo que necesitaba para que se excluyera «incluso de un plan urbanístico que preveía derribar la alquería para ampliar unas viviendas del barrio de La Aguja».
Otra fecha clave que nunca olvidará es cuando en mayo de 1999, «el pleno del Ayuntamiento acuerda reconsiderar la urbanización de la zona y decide comenzar el proceso para incluirlo en el catálogo de edificios protegidos», comenta.
Después de que se aprobara la revisión del Plan General -que incluye los edificios urbanos de carácter rural- y tras la modificación del plan del barrio de la Aguja, «le dieron a la Ponsa el nivel cuatro de protección, de los cinco que existen».
La aprobación definitiva del catálogo por parte de la Generalitat no llegó hasta enero de 2010, tras concluir todos los trámites. Y ahora, después de haber salido del laberinto administrativo, «hemos limpiado la alquería, que había sido tomada por palomas y he tirado un garaje que se construyó frente a la fachada porque era un elemento añadido», explica.
Ahora ya están realizando catas, para ver el estado de las vigas y estructura original del edificio, «para hacer un estudio para eliminar todos los elementos constructivos que con los años se fueron superponiendo. Recuerdo que en la parte superior había unas andanas donde se criaban gusanos de seda, algo que era muy habitual en las casas de huerta de la época. Me gustaría recuperar aquel estilo».
Ahora unos inversores se han hecho cargo de las primeras catas de esta alquería del siglo XVIII para cerrar un acuerdo con la propiedad de rehabilitar el edificio a cambio de abrir un negocio de hostelería.
Echando la vista atrás, este joven dice que los quince años de trámites han valido la pena. «Mi madre, que falleció hace un año y medio, ya me dijo que no lo vería arreglado. Ahora estoy orgulloso de haber superado los obstáculos y espero poder recuperarla».
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