A la izquierda, iglesia de Monteolivete. Arriba, imagen de la ermita del Fiscal. :: D. TORRES
Valencia

La leyenda de Pedro Aleixandre

Los templos del distrito ayudan a entender su historia

PPLL

Sábado, 3 de septiembre 2011, 02:29

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Érase una vez un soldado de Ruzafa, de nombre Pedro Aleixandre, que cayó prisionero de los moros en el curso de una de las cruzadas. Así podría comenzar la viaje leyenda que, de boca en boca, copiadas de un erudito al siguiente, se han ido transmitiendo en relación con el hecho milagroso que dio paso a la ermita de Nuestra Señora de Mont Olivet, o de Monteolivete.

El bueno de Aleixandre no quiso ser esclavo de los moros y se escapó. Y fue en esa huida, tras muchas penalidades, cuando se cobijo bajo un olivo, rezó fervientemente a la Virgen, a la que le pidió el anhelo de regresar a su querida Ruzafa. Y he aquí que el milagro se hizo realidad: porque el soldado fiel se durmió de cansancio y al despertar se encontró que estaba bajó un olivo, en su adorada Ruzafa, y con un retrato de la Virgen salvadora entre las ramas del árbol.

No es de extrañar que la Virgen tuviera ermitorio, cuidado por un ermitaño, y que a lo largo de los siglos se expresara la devoción de los huertanos y de los vecinos de la capital. Cercana al río Turia, muy pronto se configuró un paseo arbolado, el Cami de les Moreres, por el que la gente acudía al santuario mariano. Cuando la Junta de Murs i Valls decidió construir el muro de protección del Turia, con los pretiles y bolas de piedra que hoy adornan Jacinto Benavente y la calle llamada precisamente Junta de Murs y Valls, la zona mejoró sensiblemente.

En 1720 se ordenó construir un recinto especial para los marineros obligados a pasar cuarentena para estar seguros de que no portaban enfermedad contagiosa al arribar a Valencia. Es el «llatzaret», el lazareto, que dio nombre a Natzaret. Pero hasta esa fecha, los marineros de salud dudosa eran enviados a vivir a unas barracas que había alrededor del ermitorio de Mont Olivet.

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El convento que hoy conocemos nació en 1771, sobre las ruinas del ermitorio anterior. La iglesia es neoclásica, con planta de cruz latina, y la fachada presenta dos torres cuadradas. La imagen de la Virgen es un icono de aire bizantino que ha sido datado en el siglo XIV. Y que pasó la guerra civil escondido en lo más hondo de un pajar, para que nadie lo dañase.

La iglesia fue cedida a los frailes de la Congregación, que sirvieron en el templo hasta la Desamortización. El edificio conventual, de ese modo, se convirtió en cuartel de Infantería. Hasta bien entrados los años sesenta fue prisión militar. El Ministerio del Ejército lo cedió luego a la ciudad, en tiempos del alcalde Miguel Ramón Izquierdo, que lo dedicó a Museo Fallero y sede de la Junta Central Fallera. Pero la iglesia es, desde el año 1942, una nueva parroquia dela ciudad, desgajada de la de San Valero de Ruzafa.

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La ermita del Fiscal

En su libro 'Ruzafa, la bien plantada', editado por la editorial de LAS PROVINCIAS en 1995, José Luis Corbín dedicó una interesante página testimonial a describir la resistencia de la vida huertana clásica entre la autopista del Saler y la zona en crecimiento de General Urrutia y Hermanos Maristas. Ya casi todo es historia quince años después. Pero pervive el recuerdo de la pequeña ermita dedicada a la Virgen de los Desamparados, que se llama del Fiscal porque la levantó un fiscal del tribunal de la Inquisición. La ermita, según el periódico informó en su día, fue rehabilitada en elaño 1983.

La iglesia de la Punta

Otra iglesia notable de las que podemos encontrar en el distrito es la de La Punta, levantada en 1908 siguiendo el proyecto de Francisco Mora, autor del Mercado de Colón y del propio Ayuntamiento, amén del Palacio de la Exposición. Destaca por su cúpula, de intenso color azul, en la que, desdichadamente, se quitaron las tejas vidriadas en el curso de una restauración. Está declarada parroquia en el año 1942.

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