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F. P. PUCHE
Viernes, 28 de octubre 2011, 02:30
El próximo día 3 de noviembre se va a cumplir un siglo de la muerte del maestro Salvador Giner, el famoso compositor valenciano, fundador y alma de la Sociedad Coral El Micalet. Con tal motivo, el Palau de la Música y el de les Arts, numerosas entidades musicales de la tierra, y desde luego la entidad a la que dio vida en el año 1893, llevan ya semanas recordando su figura e interpretando sus pentagramas. Por eso es que esta sección se una a la conmemoración para evocar unos pocos rasgos de la vida y la obra del ilustre músico.
Salvador Giner nació en una familia musical por excelencia. El padre, violinista, no quería que el niño siguiera sus pasos profesionales; pero la madre, pianista, que le enseñó solfeo, creyó más adecuado llevar al niño al estudio del maestro Cameno, maestro de la Banda del Regimiento de Artillería, que necesitó muy poco para recomendar que el genio musical que habían puesto en sus manos estudiase con alguien mejor preparado. Es así como Salvador Giner, con diez años mal contados, estaba estudiando ya con el maestro Pérez Gascón, organista de la catedral de Valencia.
Debutó muy pronto en el Principal y en el Liceo Valenciano, como intérprete de música clásica. Pero fueron sus composiciones -religiosas, óperas, zarzuelas-las que le llevaron de triunfo en triunfo. En 1870, en la plaza de toros, ochocientos intérpretes pusieron en pie una Cantata para la Feria de Valencia que le hizo famoso. Llegó entonces su periodo cortesano: entre 1871 y 1878 trabajó en Madrid, donde triunfó tanto en los teatros como las iglesias. Al morir la reina María de las Mercedes, la llorada esposa de Alfonso XII, Giner recibió el encargo de componer una Misa de Requiem que emocionó.
Pero la tierra le tiraba más que la capital y en 1879 le vemos trabajando ya en su casa de la calle de Liria, la que hoy lleva su nombre, donde está la placa que le recuerda. De allí, y del estudio de su casita de campo, salieron, junto con óperas y composiciones de grandes vuelos -«Foc en l'era», «Sinai», «El Festí de Baltasar», «El tresor de Boadbil» , esas inolvidables partituras que le hacen seguir vivo en el alma de los valencianos: «Una nit d'albaes», «Correguda de Joies», y la singular música descriptiva de «Es xopà hasta la Moma», son capaces de emocionar a los valencianos desde hace más de un siglo. Hasta el punto de que se puede afirmar que así como Sorolla creó con sus pinceles una imagen pictórica de Valencia y lo valenciano, Giner, aunque en ningún caso fue el único, hizo lo mismo con sus pentagramas. Hasta el punto de que el pasodoble «L'entrà de la Murta», creado en 1903 para la Banda Municipal, se identifica emotivamente con las fibras locales más sensibles.
Dejó docenas de buenos alumnos, dejó una institución como la Sociedad Coral El Micalet, que hoy lleva el nombre de Instituto Musical Giner y mantiene viva la devoción hacia su música. Y Valencia te tiene dedicado un monumento, situado ahora en la Gran Vía de Fernando el Católico, donde estos días no han de faltar flores y laureles.
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