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DANIEL VALERO
Jueves, 5 de enero 2012, 12:09
Coolor, la discoteca de Picassent conocida por el crimen de las niñas de Alcàsser, ha sido derribada casi 20 años después del terrible suceso. Pese a cambiar en varias ocasiones de nombre, el local nunca pudo recuperar su actividad tras conocerse que las jóvenes fueron secuestradas, torturadas y asesinadas la noche que pretendían disfrutar de una fiesta en el lugar. El edificio estaba siendo desvalijado por chatarreros y estaba habitado por okupas.
Según uno de los cuatro socios que adquirieron la parcela cuatro años después del crimen, el Ayuntamiento de Picassent ha autorizado la demolición para evitar que la deteriorada estructura de la discoteca provocara algún daño entre los okupas que dormían en ella. «Los chatarreros la estaban desvalijando y ya era un peligro que la gente entrara, lo mejor era tirarla», explicaba ayer. El copropietario asegura que la policía tenía que vigilar a diario el local. «Con el derribo, el ayuntamiento se quita una faena y nosotros evitamos problemas», sentenciaba.
Miriam, Toñi y Desiré se disponían aquella noche del 13 de noviembre de 1992 a asistir a la fiesta de su instituto en la hoy derruida discoteca Coolor. Las jóvenes decidieron realizar el trayecto entre Alcàsser y Picassent a pie, dada la escasa distancia entre las localidades, pero al parecer un coche se ofreció a llevarlas hasta su destino y ellas accedieron. El resultado fue el dramático crimen conocido en toda España que concluyó con la condena a Miguel Ricart a 70 años de prisión como autor de tres delitos de asesinato y cuatro delitos continuados de violación en concurso con tres delitos de rapto.
«La discoteca cambió de nombre mil veces pero la gente ya no venía», lamentaba el actual dueño de parte del terreno. La sociedad a la que pertenece tampoco tuvo éxito al intentar relanzarla. La llamaron Action, Velvetty, Divino. pero ningún rótulo atrajo de nuevo a la clientela desde el triple asesinato. «La gente quedó traumatizada con lo que sucedió y dejó de entrar a Coolor», coincide un joven que contempla los trabajos de demolición del escenario del dolor.
Tanto en Alcàsser como en Picassent y en el Tancat de l'Alter -una urbanización muy cercana a la discoteca- los vecinos quedaron conmocionados con lo ocurrido. «Mi familia y la de mis amigas nunca han querido que bajáramos a Picassent por la carretera de la discoteca, ni siquiera cuando construyeron la zona peatonal y los supermercados», explicaba ayer una vecina, a quien no le sorprende «en absoluto» el triste final del local. «Cada vez que pasábamos por ahí nos acordábamos del crimen», señala.
La dimensión de la tragedia marcó para siempre la viabilidad del local nocturno. «Fue una pena porque la discoteca no tenía la culpa», declara el copropietario mientras contempla el derribo. Los dueños no tienen nada pensado para el solar que quedará tras los trabajos. «Con lo mal que está la cosa como para montar algo en este sitio», exclamaba, «pero esperemos que el terreno deje atrás la mala suerte en adelante», concluía.
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