
VICENTE LLADRÓ
Martes, 3 de julio 2012, 20:50
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Los campos cultivados se han salvado, o apenas han sufrido quemaduras por la orilla. Los que estaban abandonados se han calcinado, como las enormes masas de pinadas colindantes. Hay que verlo y patearlo, escuchando las pacientes explicaciones de agricultores sabios, para entenderlo bien. En Alcublas, como en tantos otros sitios, se aprecia claramente cómo el fuego se ha ido propagando de un sitio a otro a través de la broza reseca de los ribazos. Traidores ribazos.
Y el caso es que si les hubieran dejado actuar habrían evitado mucho de lo que ha pasado. Por eso hay gran indignación en Alcublas. Por eso y porque ayer aún seguían los vecinos encerrados en su pueblo por orden gubernativa. No les dejaban salir más que a veces y a horas determinadas, y si salían igual no les dejaban entrar. «Como si fuéramos apestados», comentaban con gran enfado.
En el bar, los agricultores hablan de lo que ha pasado en la Umbría o en el barranco Lucía; en el Codadillo o en el alto de los Molinos; de cómo saltó el fuego por La Seca, de un lado a otro de la carretera, cuando se podrían haber evitado «con dos cubos de agua». Porque, según explican, «lo que ha ocurrido es inexplicable, todo lleno de soldados y bomberos, yendo de una parte a otra con sus coches, y las llamas se les fueron de las manos cuando podían atajarse».
Los que son conocedores del terreno aseguran que «el incendio se ha propagado por los ribazos, quemándose la paja de los linderos; por ahí se ha ido comunicando de un sitio a otro y ha prendido en masas mayores». Incluso aseguran que el fuego que venía de Andilla cruzó la carretera por un desagüe inferior de la misma. Si alguien hubiera echado agua con una simple manguera, todo habría acabado allí, pero no fue sido así y la catástrofe siguió extendiéndose.
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En Alcublas hay no menos de 300 cubas de pulverizar y algunas de llevar cantidades mayores de agua para el ganado o arreglar caminos. Todos los agricultores las tenían preparadas para proceder donde saben que podían ser eficaces; en los ribazos, por ejemplo. Pero no les dejaron salir. La Guardia Civil les impidió que colaborarán en las labores de extinción. Dicen que por seguridad. Pero quienes conocen el territorio local, tienen experiencia y se las han visto de estos y otros colores saben perfectamente la medida de su seguridad para apagar el fuego.
Nadie pretendía acciones suicidas como enfrentarse a las llamas enormes de una pinada con una simple cuba de sulfatar, pero sí atajar con ella lo que es posible: esas llamas rastreras que se propagan lentamente por un ribazo estrecho. De esta forma se habría evitado que las llamas progresasen de un lado a otro, que prendieran en nuevas masas y adquirieran de nuevo un fragor incontrolable.
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Por eso lamentan en el pueblo que no les dejaran colaborar. Ni siquiera para salvar lo suyo. A José Luis García Verdés no le querían dejar que sacara su cuba grande con palmito trasero, pero se impuso, y así apagó un conato, por eso dice que «los pinos de alrededor son de los pocos que siguen verdes».
Los guardias que controlan los accesos a Alcublas, cuando alguien les pregunta por qué no les dejan pasar, responden: «Son órdenes». Nada más. Y no lo entienden. Ni siquiera permitían a los propietarios de granjas que llegaran hasta ellas. Se había ido la luz y sólo querían abrir las ventanas para evitar que murieran los pollos y los conejos y asegurarse de que tenían pienso y agua. Algunos tuvieron que llegar a escondidas hasta sus explotaciones, escondiéndose entre los bancales para burlar la vigilancia de los agentes situados en las carreteras de salida. Algo exagerado.
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Ayer, tercer día de 'bloqueo' en Alcublas, comenzó a extenderse la práctica de una especie de contrabando. Los más avispados lograban salir o entrar del pueblo, incluso dirigir los pasos de suministradores de materiales imprescindibles, yendo por caminos que los guardias no conocen, incluso campo a través, por bancales hasta enlazar por pistas y salir a la carretera a espaldas de los vigilantes.
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