VÍCTOR J. MAICAS
Viernes, 5 de octubre 2012, 02:20
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Por regla general pasear por cualquier ciudad siempre es un ejercicio recomendable puesto que no sólo ayudamos a nuestro cuerpo a mantenerse en forma, sino que también le damos la oportunidad a nuestra mente a experimentar un sinfín de sensaciones a través de nuestros cinco sentidos. Unos sentidos que en Donostia se despiertan sin que ni uno de ellos se quede al margen, pues pasear por la playa de la Concha contemplando en sus extremos la belleza y espectacularidad de los montes Igueldo y Urgull hace que nuestros ojos se regocijen mientras nuestras extremidades se afanan por llegar al Peine de los Vientos, para así admirar en todo su esplendor la maravillosa obra de Chillida al tiempo que nuestros oídos se maravillan al escuchar esa extraña y cautivadora música que se origina al mezclar el sonido del indómito mar con el omnipresente y poderoso viento.
Pero si nuestros sentidos de la vista y el oído se despiertan con un simple paseo, el del tacto cobra vida en el momento en el que visitamos sus elegantes y majestuosos edificios al tocar con nuestras manos aquellas piedras que, en siglos anteriores, sirvieron para construir monumentos tan emblemáticos como el palacio de Miramar o la Catedral del Buen Pastor, entre muchos otros.
Sí, a medida que vamos caminando y descubriendo esta bellísima ciudad nos damos cuenta de que se van exaltando poco a poco todos nuestros sentidos, llegando a despertarse los otros dos, es decir, el del gusto y el del olfato, justo cuando nos adentramos en el casco viejo puesto que a través de sus numerosísimos bares y tabernas conseguiremos que nuestras papilas gustativas se embelesen tan pronto nuestro olfato ha detectado las maravillas que, en materia gastronómica, se ofrecen a todos aquellos que no pueden resistirse a la tentación de degustar esas pequeñas obras de arte llamadas tapas, o también "pinchos", y que en esta ciudad llegan a su máximo esplendor. Así es, Donostia, San Sebastián, la Bella Easo, o como la quieran llamar, es una de esas ciudades que en tan sólo unos minutos es capaz de despertar todos nuestros sentidos, pues su magia y belleza hipnotiza hasta a los más exigentes e insensibles.
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