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RAFA MARI
Sábado, 9 de marzo 2013, 01:58
En el lienzo 'El entierro de la pintura' (245x170, sin fecha, cedido por un coleccionista particular de Madrid), vemos una recreación pop-conceptual de 'El entierro del Conde Orgaz', famoso cuadro del Greco (1541-1614) que representa las dos dimensiones de la existencia humana. En la parte superior, el cielo y la vida eterna. Abajo, la muerte, con el cadáver del piadoso y benefactor Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, que va a ser depositado en el sepulcro con veneración. Sigfrido Martín Begué (Madrid, 1959- Madrid, 2010, icono de la Movida, pintor, ilustrador, escultor, diseñador de muebles y escaparatista) sustituye al señor de Orgaz por la pintura. En el entierro de esta disciplina de milenaria tradición (las cuevas de Altamira fueron habitadas en el Paleolítico superior, años 35.000 y el 10.000 a. C.), el desaparecido artista señala, con abundantes referencias 'asesinas', algunas fuerzas telúricas -vamos a llamarlas así - que la han llevado a la tumba: ordenadores, un iPad, el célebre urinario de Duchamp (villano a lo Quinlan de 'Sed de mal'), la revista 'Vogue' (moda, belleza, tendencias) y una lata Campbell del imperturbable Warhol (otro gran malvado de influencias escurridizas). Una paleta de pinceles y colores yace en el suelo, olvidada por todos.
Organizada por el Consorcio de Museos en colaboración con la Fundación Chirivella Soriano y varias instituciones valencianas, y comisariada por Vicente Jarque, 'Sigfrido Martín Begué. El lado valenciano' exhibe con obras pictóricas, esculturas, maquetas, muebles y dos audiovisuales, las intensas relaciones del creador madrileño con Valencia, ciudad que consideraba "fascinante" y en la que fue artista fallero por todo lo alto, erigiendo una preciosa falla en Na Jordana (2001, con realización artesanal del también desaparecido Manolo Martín) , dentro de una línea que algunos lamentamos no se fomente más: la imaginación estética y el eco de las vanguardias y el cómic insuflando vida a los monumentos falleros. Pero esa es una batalla casi perdida. Las formas tradicionales imponen su ley con escasas excepciones.
La muestra, impecablemente montada, como es habitual en la Fundación Chirivella-Soriano, despliega el universo del culto, cinéfilo e inquieto Martín Begué: pinochos -cómo se han multiplicado ahora las largas narices-, evocaciones pictóricas ('La isla de las pinturas', 2002; las series 'Las Meninas-Malic', 1995; 'Las Pesetinas', 2002; 'Las euromeninas-Bruselas', 2002; 'Monkeys Bussines', 2007), 'El cine estilográfico' (1996), la escultura 'Cleopatra' (2010) o los fantasiosos 'Muebles-Ciudad' (1995), ejemplo de trabajos de encargo con alta creatividad y singularidad autoral.
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