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Antonio Corbillón
Viernes, 1 de noviembre 2013, 02:14
Saber que se puede', de Irene Villa. 'Gregorio Ordóñez. Tal como era', de Miguel Platón. 'Miryam fue uno de ellos', de Ángeles Pedraza Portero y Gabriel Ruiz Fuentes. Muchas de las víctimas del terrorismo que se quedan aquí para luchar por la memoria de sus seres queridos incluyen, en su inevitable duelo, la necesidad de garantizar su recuerdo a través del papel. De plasmar su «dolor eterno» por una muerte siempre innecesaria y absurda en negro sobre blanco en un libro. Ángeles Pedraza Portero también sintió esa pulsión cuando su reloj se paró a las 7:39 de aquel 11-M de 2004. Cuando tuvo la certeza de que, entre las 192 víctimas del mayor atentado de la historia de España, estaba su hija Miryam, de 25 años. «No encontré otra salida para evitar la locura», reconoce la que ahora es, desde la presidencia de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), la persona más influyente de las organizaciones que representan a los afectados. Aquella primera madrugada se sentó en el ordenador y envió un mensaje masivo: «Ayudadme, han matado a mi hija y no sé que hacer». Empezó así la redacción paciente y constante de un diario sobre el dolor y la rabia que un año después estaba en las librerías.
En aquella neblina trágica, a Ángeles todavía le quedaron fuerzas para certificar que su hija cumplía con su último compromiso en vida: que su voto pesara en las elecciones del 14-M tanto como el de cualquier ciudadano. Miryam, que vivía en el mismo edificio que su madre, se iba a Londres con su marido al día siguiente y había enviado su voto por correo. «Yo no tenía muchas ganas de votar, pero ella me insistió en que lo hiciera. Tras el atentado, reuní fuerzas para meter mi papeleta y esperé a que se cerrara el colegio electoral y nombraran los votos por correo hasta que escuché el nombre de mi hija».
Después de esos pequeños compromisos consigo misma, para engancharse a algo, fluyó su necesidad de hacer honor a un apellido de reminiscencias geológicas (Pedraza), de dar un paso e ir más allá. Ser algo más que otra de las historias amargas reunidas en torno a los más de 1.100 muertos, miles de heridos y familias rotas que ha dejado el terrorismo durante el último medio siglo en España. «Se lo debía a Miryam, que siempre ha sido muy guerrera. Sé que ella habría hecho lo mismo si me hubiera pasado algo a mí», insiste.
Y desde luego que lo ha logrado. El domingo pasado era la protagonista casi absoluta en la Plaza de Colón de Madrid, donde decenas de miles de personas atendían su denuncia por la excarcelación masiva de presos terroristas con la derogación de la llamada 'doctrina Parot'. En un lateral, altos cargos del PP tragaban saliva porque se sabían en sus manos. En medio de los silbidos y los gritos de «traidores» de sus más furibundos seguidores, Ángeles Pedraza demostró su mando. Calmó los ánimos, pero lanzó las primeras críticas hacia Mariano Rajoy que se oyen desde la AVT, la más conservadora de las asociaciones de víctimas. Le recordó aquello de «no hacer lo que se debe es tan malo como hacer lo que no se debe». Digerido el éxito de la convocatoria, Pedraza dice ser cada vez más consciente de que «los políticos están cuatro años, pero las víctimas lo seremos siempre. Y la balanza de la Justicia se está inclinando del lado de los terroristas». Con un liderazgo muy curtido, parece centrada en mantener la línea dura sin que se le vaya de las manos. Aunque su habitual presencia en las tertulias televisivas, donde se la rifan, se lo pone cada vez más difícil.
- Había banderas preconstitucionales y gritos 'ultra' el domingo en Madrid. ¿No teme que la AVT sea un refugio para extremistas?
- Siempre pedimos que se quiten esos emblemas. Creo que hay que reclamar cosas desde el respeto. El que crea que voy a ir a 'incendiar' nada, se equivoca.
Entregada a la causa
El acento cordobés apenas se cuela en el discurso de Ángeles Pedraza (Montilla, 1957). Será porque desde muy joven aterrizó en Madrid para subir los peldaños de la madurez a gran velocidad. A los 14 años acabó la enseñanza básica y se puso a trabajar en El Corte Inglés. A los 19 estaba casada. A los 32 llegó el divorcio. Sola y con dos hijos de 12 años y 7 años (Miryam y Javier). Todavía encontró tiempo para asistir a la universidad para mayores de 25 años. En 2002, la boda de Miryam, empleada en una gestoría, le hizo a Ángeles imaginar un tregua en la dura brega familiar. «Ella quería tener hijos pronto y yo estaba ilusionada con ser una abuela antes de los 45 años para poder disfrutar de lo que antes no tuve tiempo». La ilusión murió en aquel vagón en el que, al menos, no viajaba su hijo Javier: se había quedado dormido esa mañana.
Así que reunió el coraje de una vida con escasas treguas y empezó a asistir a las reuniones de la AVT, en la que se sintió mejor representada que en la Asociación 11-M que lidera Pilar Manjón. Convertida ya en el azote de la política antiterrorista del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Pedraza se hizo con la presidencia de la AVT en mayo de 2010, tras ejercer la vicepresidencia desde 2008. Su discurso duro, sin la más mínima fisura, le permitió renovar el cargo dos años después con una amplísima mayoría (94,6% de los votos).
Entonces llegó una nueva prueba de entereza. «Cuando pensaba que tenía el duelo 'dormido' llegó un cáncer de útero. No lo conté al principio para no dar pena. Pero me dio miedo no poder seguir representando a la asociación. Al final, me di cuenta de que, si podía con el dolor de mi hija muerta, ¿cómo no iba a poder con un cáncer?». Dos operaciones, su despacho trasladado a la cama de un hospital y calendarios de quimioterapia pactados con el oncólogo («me daba a elegir las sesiones cuando no había noticias judiciales que podían afectarme») le procuraron una nueva coraza. Un 'escudo' que pocas veces baja.
- En un escenario de fin de la violencia ¿no deberían cambiar los objetivos de su organización?
-No. Es al revés. Ha habido ya 18 treguas. Y ahora han parado porque han logrado estar en las instituciones. Consiguen sin matar lo que no lograron con mil muertos.
- ¿Considera lícito un partido político independentista sin las manos manchadas de sangre?
- Yo nunca opino de nada que no sea de terrorismo... Pero no creo en las independencias, ni en que se disgregue España. Y sé que, si no consiguen lo que quieren, volverán a matar.
Pedraza lo ha hecho casi todo rápido en la vida, incluida la jubilación, que le ha llegado hace unos meses y gracias a que ha cotizado 41 de sus 56 años de vida. Con su único hijo ya haciendo su vida y sin que nadie le eche de menos en casa, ahora entrega de 10 a 12 horas diarias a su cargo. «Mi vida es la AVT», admite, en lo que parece un anuncio de largo recorrido. Mientras el periodista espera a Pedraza, su asistenta le comunica que acaba de llamarle la secretaria de María Dolores de Cospedal. Su hilo con jueces y fiscales es directo. Los despachos ministeriales no tienen cortapisas para ella.
- ¿Se ha planteado el salto a la política?
- En mi mente solo está mi organización. Pero le voy a confesar algo que nunca he dicho. Me han ofrecido cargos políticos sí... pero no ha sido el PP.
El año que viene se cumple el décimo aniversario de la tragedia que empujó a esta mujer a enarbolar su bandera. Del dúo Manjón-Pedraza se ha dicho que son las dos caras de la moneda 'sociológica' más habitual de nuestra historia: la de las dos Españas. Divididas, manipuladas y politizadas, Pedraza asegura que trabaja para que «el año que viene haya unidad. Un solo acto y no 40».
- ¿Tiene todavía alguna duda de que el 11-M no lo perpetró una célula yihadista?
- Yo me limitó a recordar que la sentencia del Supremo deja claro que no ha sido descubierto el autor intelectual. Creo que no sabemos ni la mitad del 11-M. Es un gran desconocido.
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