El eterno pulso entre arte y poder

Las tensiones que estos días vemos entre el arquitecto Santiago Calatrava y la Generalitat a propósito de los desconchados en el revestimiento del Palau de les Arts causan el natural impacto en la opinión pública; pero no son, sin embargo, ni las únicas ni siquiera las más importantes controversias entre artistas y Administración que se han registrado en la historia de la ciudad. Ahora hace un siglo, el Ayuntamiento de Valencia encargó a Mariano Benlliure unas esculturas, destinadas a la fachada de la Casa de la Ciudad, que fueron objeto de problemas durante años a causa de las largas demoras municipales en los pagos. Firmado el contrato en los primeros días de 1914, las esculturas no se colocaron hasta 1926.

En diciembre de 1913, el alcalde Francisco Maestre regresó de un viaje a Madrid con muy buenas noticias sobre la futura construcción de una sucursal del Banco de España y una nueva Casa de Correos. Las dos obras habrían de esperar casi una década, pero ni él ni los valencianos lo podían saber, como es natural.

También trajo el alcalde la novedad de que había acordado con el escultor Mariano Benlliure la realización de cuatro esculturas con destino a la fachada del nuevo ayuntamiento, en lenta construcción desde 1906.

Dos de las figuras, de mármol, serían desnudos femeninos, en bajorrelieve, que ocuparían las enjutas de la puerta principal; representarían la Justicia y la Administración. Los otros dos desnudos de mujer aludirían a las Artes y las Letras y, situados arriba, en el centro, formarían conjunto decorativo con el escudo de la ciudad.

Mariano Benlliure pasó la Navidad y la Nochevieja de 1913 en su Valencia natal; aprovechó la estancia entre los suyos para instalar el doble busto de la tumba de sus padres, en el Cementerio del Cabanyal. Si el día 1 de enero de 1914 tomó posesión el nuevo ayuntamiento, que tenía mayoría monárquica gracias a la coalición de conservadores y liberales, el alcalde, el día 2, invitó en el lujoso restaurante el León de Oro, justamente situado en la plaza de Mariano Benlliure, al escultor más notable de España, al hijo predilecto y admirado de Valencia.

Era una forma de validar el contrato de las esculturas que decorarían la Casa Consistorial. El Almanaque de LAS PROVINCIAS recuerda que «el ilustre escultor», que «se comprometió, además, a dirigir las obras», recibiría por el encargo 100.000 pesetas, «de las cuales le fueron entregadas 25.000».

Lo que se demoraron las restantes 75.000 pesetas es fácil deducirlo si pensamos que en 1914 estalló la I Guerra Mundial y con ella llegó una crisis económica que lo complicó todo. La profesora Violeta Montoliu, la mejor estudiosa de la vida y la obra de Benlliure, nos da pistas muy claras de unas esperas, demoras y tensiones que llegaron a configurar un claro conflicto entre artista y administración municipal.

Demoras burocráticas

Violeta Montoliu, en efecto, transcribe una carta familiar, fechada en 1917, en la que el escultor, anota: «Tengo entre manos las figuras que decorarán la fachada del Ayuntamiento de Valencia. Por cierto, que es una de las obras que más me han preocupado. En primer lugar por ser para donde son, Valencia, mi tierra querida, donde todo es Arte y por hacerlas en pleno periodo de renacimiento de la escultura, y si he de serle franco por los muchos disgustos que me lleva proporcionado este asunto».

Los «disgustos» a los que alude el maestro, cuatro años después del encargo, no son de índole artística o técnica, sino financiera. «Como todos los encargos que le hace la corporación, se alarga la entrega por falta de los pagos correspondientes al material y las demoras burocráticas que gestiona la Comisión de Mejora del ayuntamiento, hasta el extremo de suponer un auténtico litigio», nos dirá la profesora Montoliu.