VICENTE LLADRÓ
Sábado, 11 de enero 2014, 01:12
En un pequeño taller del polígono del Coscollar, en Aldaia, se fabrican cada año cerca de 200.000 pares de castañuelas con destino a todo el mundo. El principal mercado es el de España, naturalmente, donde se quedan alrededor de dos tercios de la producción. El otro tercio se exporta, pero Antonio y Javier, los dueños de esta pequeña empresa artesanal que se llama Jale, advierten que buena parte de lo que se vende en España también acaba en el extranjero, porque lo compran turistas, como recuerdo, y también profesionales artísticos de fuera que aprovechan sus viajes a nuestro país para proveerse de lo que necesitan.
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Jale nació hace casi veinticinco años aquí mismo, en Aldaia, al establecerse por su cuenta estos dos artesanos que aprendieron el oficio con Tárrega, un legendario fabricante de castañuelas de la localidad que ya se ha jubilado.
Entre pilas de piezas de madera llegadas de países exóticos, Javier Gil y Antonio López explican que no han hecho otra cosa en su vida profesional: siempre dedicados a elaborar castañuelas desde que empezaron a trabajar; uno a los 12 años, el otro, a los 15.
Hoy, Jale es el único taller dedicado en Valencia a fabricar castañuelas y uno de los tres que quedan en España. Los otros dos están en Sevilla, ya que, como es fácil imaginar, Andalucía es el principal mercado, por todos la música, bailes y cantes relacionados con el flamenco. Pero también se usan las castañuelas en muchas otras danzas de España, como las jotas, y ahí se incluyen también las danzas del folklore valenciano.
Junto a los dueños trabajan en la empresa otros cuatro empleados, pero todos se ocupan de casi todo, porque aquí el proceso es muy artesanal para ir moldeando las piezas definitivas, lijarlas, pulirlas,...
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Tienen dos gamas de productos: la turística y la profesional, pero se despliegan en una lista casi inabarcable de modelos, porque se diferencian los de adorno, los de aprendices y los auténticamente profesionales; más luego están los tamaños, ya que las castañuelas se han de ajustar bien a las manos de cada cual, y después los materiales. Las hay de maderas, naturalmente, como las de granadillo negro, que se consideran las mejores, y también de palo santo, caoba, mongoy, bubinga, wengue, ciprés, cocobolo, ... Maderas que vienen de la India, Brasil o el corazón de África.
De igual modo se hacen de tela prensada, marfil, fibra de vidrio, fibra de carbono..., y Javier, que además de artesano, toca con dominio las castañuelas en un grupo de Alaquás, explica que cada uno de los materiales que se emplean tiene su sonido específico y se acomoda a las necesidades de cada ritmo o danza o a las preferencias de cada artista; de ahí que haya tanta variedad. Las más económicas pueden valer en tienda unos 7 euros, y las más caras pasan de los 80.
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Desde Japón a Estados Unidos, de Alemania a Iberoamérica o de Australia a China las castañuelas definen lo que Javier llama «la alegría de España» elaborada en Aldaia.
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