La librería Bibliocafé cierra después de cuatro años de actividad cultural

Borges siempre imaginó que el edén «sería algún tipo de biblioteca». Valencia es cada vez una ciudad menos paradisiaca. Cuando un espacio literario cierra, la ciudad se torna más oscura e incluso parece más muerta. Los libreros, los de viejo cuño y los que apuestan por un modelo híbrido tendente a los clubes de lectura o cafés literarios, conforman la última resistencia cultural en unas ciudades plagadas de grandes superficies y cadenas comerciales.

Las librerías valencianas están viviendo su propio Fahrenheit 451. El fuego, en este caso, es la combinación letal de caída del consumo cultural, piratería y competencia voraz de Amazon. Las llamas de un sector editorial en estado crítico abrasan incluso a los negocios con una intensa actividad cultural. Es el caso de Bibliocafé, que cerrará sus puertas definitivamente el 8 de febrero.

Bibliocafé se inauguró oficialmente en septiembre de 2010 con unos padrinos de lujo: el escritor valenciano Santiago Posteguillo, autor de la exitosa trilogía sobre Escipión el Africano, y el novelista peruano Jorge Eduardo Benavides. No nació con vocación de ser una librería al uso, por eso se convirtió en un semillero cultural. En su sede, en la calle Amadeo Saboya, se forjó una nueva hornada de escritores bautizada como 'Generación Bibliocafé', que incluso publicó el libro 'Una maleta llena de relatos'. «Este colectivo se queda huérfano de un espacio físico, pero esperemos que siga adelante y que prospere porque es el resultado de lo que hemos sembrado», explicó José Luis Rodríguez, que junto a María Fernanda, ha pilotado este proyecto al que no le «han cuadrado las cifras». «No hemos conseguido sacar adelante los números que, por desgracia, son los que mandan». Otra vez la economía supera las letras. Y van...

Los talleres de escritura, las presentaciones de libros o ser el vivero de nuevos autores «no ha sido suficiente para rentabilizar el esfuerzo», explicó el propietario. Decenas de firman han pasado durante estos cuatro años por el local, desde Paul Preston, Ildefonso Falcones, Rosa Montero, Santiago Posteguillo, Susana Fortes y Carmen Amoraga, entre otros.

La fidelización del público a la actividad literaria del establecimiento no ha permitido salvar el negocio porque «son malos tiempos para la venta de libros», matizó. «Este país tiene unos índices altísimos de piratería digital y la gente se está acostumbrando a leer libros gratis. El porcentaje de personas honestas, que pagan por un libro, es bajo y, claro, el negocio se resiente», argumentó José Luis.

«Son malos tiempos para la cultura», remarcó el dueño de Bibliocafé. Los enemigos del libro se multiplican: la piratería, la pujanza del libro digital, la presencia de Amazon, la crisis... Son los obstáculos que han «descapitalizado» un negocio que ahora baja la persiana, pero «la actividad continúa hasta el 8 de febrero», remarcó.

Mientras la vida de Bibliocafé se agota, sus propietarios están pensando en un futuro alejado del negocio editorial y en otro país, «quizá Alemania». José Luis Rodríguez pretende poner tierra de por medio, aunque valoró la posibilidad de trasladar el local a otro barrio de Valencia pero «no merece la pena la apuesta, al menos, a corto plazo». En un futuro lejano, no descarta nada.

«Nos vamos con la satisfacción de haber disfrutado muchísimo con todo este esfuerzo y de haber conocido e incorporado a nuestro corazón a un montón de amigos maravillosos», escribió José Luis en la web del espacio literario.

Con el cierre de Bibliocafé Valencia es menos paradisiaca en el sentido borgiano de la expresión. Se torna una ciudad más fría, pierde el calor de los libros. Éstos, para algunos, pueden resultar caros, pero un precio más elevado paga una ciudadanía que carece de locales donde poder adquirirlos.