Urgente El Euromillones de este viernes deja un nuevo millonario en España
Obra. Operarios de la cooperativa Higueruela restauran un tejado. :: V. LL.
ASÍ SOMOS | 'MARCA VALENCIA'vlladro@lasprovincias.es

Una aldea para tres

Los socios de la cooperativa laboral Higueruela se mantienen en el Rincón de Ademuz gracias a las obras y los encargos de mantenimiento forestal Los habitantes fijos de Negrón son Fausto, Felipe y Feliciano, con la compañía ocasional de albañiles que restauran casas de familias que emigraron

VICENTE LLADRÓ

Sábado, 15 de febrero 2014, 03:03

Negrón es la única aldea de Vallanca, el municipio más al oeste del Rincón de Ademuz. Fausto no sabe por que la llamarían Negrón, pero José Vicente Coscolla, el albañil, dice que una vez leyó que ese nombre viene de lo oscuro que quedaba el pueblo durante gran parte del día, tan metido entre grandes pinadas que apenas entraba el sol a las cuatro calles. Pero hace tiempo que los bosques próximos se quemaron. Los campos de cereal y almendros también aparecen descuidados por todas partes. Dejaron de ser rentables. Y el último pastor que quedaba por el contorno vendió las ovejas al caer enfermo.

Publicidad

Negrón tiene varias decenas de casas y contaba con escuela, pero se fueron casi todos sus habitantes en los años 60 y 70 y se repartieron entre Valencia y Barcelona. Es curioso que gran parte de la emigración del Rincón se dirigió preferentemente a Barcelona. Fausto lo explica así: «Se iba uno, encontraba empleo, llamaba a otro y así sucesivamente». Más o menos como ocurre ahora con la emigración que nos llega de otros países.

Fausto Adalid Díaz es uno de los tres vecinos fijos que quedan en Negrón. Los tres son hombres. Fausto ha cumplido 68 años, es viudo y no tiene hijos. Los otros dos quedaron solteros. Feliciano Novella, de 73 años, y Felipe Ferri, con 76, no estaban en la aldea porque habían ido al médico a Teruel. En estas tierras valencianas del Rincón de Ademuz, la carretera más corta y mejor asfaltada desde Valencia capital es la que llega por la provincia de Cuenca, y para ir al los médicos especialistas se va a Teruel, cuyo prefijo telefónico se comparte.

Fausto Adalid también emigró cuando sólo tenía 17 años. No así Felipe y Feliciano, que quedaron en el pueblo de agricultores. Fausto se fue cuando se dio cuenta de que allí no había medios suficientes para que se ganaran la vida todos y que los amigos que se iban no regresaban. Señal de que les iba mejor.

Primero se fue a Barcelona, a la aventura, y se ocupó enseguida en la industria. Pero al poco tiempo le llamó un primo y le dijo que en Valencia también había mucha necesidad de mano de obra, sobre todo en la construcción, y prefirió venir a Valencia. Quedaba más cerca de casa.

Publicidad

«En aquella época salía trabajo por todas partes», cuenta Fausto, que aprovechó la mili para sacar el carné de primera y luego se dedicó al transporte en grandes camiones. Recorrió casi toda Europa, y un día, al bajar para ayudar a un compañero, lo atropellaron en Tarragona. Desde entonces se ayuda con muletas para andar, aunque va mejor, las operaciones han dado resultado.

Al quedar retirado por obligación prefirió asentarse en Negrón, donde dice que «no hay tiempo para aburrirse, siempre hay algo que hacer». ¿Y para charlar? «Pues con Feliciano sobre todo, Felipe sale menos; y con los albañiles, casi todos los días hay albañiles por aquí, arreglando alguna casa».

Publicidad

Este es un fenómeno peculiar que se da en todos los pueblos y aldeas del Rincón. La gente que se fue, o sus herederos, no quieren perder el contacto y cuando pueden invierten en remozar las casas, por mantener vivas las raíces y para pasar vacaciones y fines de semana, cuando se llenan las calles de coches y de chiquillería que remoza la vida aletargada entre semana.

Llegamos hasta donde se escucha el repicar de herramientas de albañiles. Son de Vallanca e integran la cooperativa de trabajo asociado Higueruela, la mejor fórmula que encontraron para resistir en la zona sin tener que irse. Hacen de todo: restauran casas, concurren a obras municipales, realizan trabajos forestales de todo tipo, cuidan colmenas de abejas y algunos cultivos, los buscan como subcontrata empresas constructoras... De esta manera, asegura José Vicente Coscolla que «no nos falta trabajo, porque cuando no es una cosa es otra», mientras se suben al andamio sus compañeros, Lesmes Guillamón e Hilario César Luz.

Publicidad

A Negrón, en cambio, ya llegan pocos vendedores ambulantes. Para proveerse hay que bajar a comprar a Vallanca, Ademuz o Landete, en Cuenca, o acercarse a Teruel, que está a unos 60 kilómetros, si se busca algo más propio de una capital. La víspera, Fausto había bajado a Ademuz, porque conducir el coche sí que puede hacerlo con soltura. «Fui a almorzar y de paso compré algunas cosas». En Ademuz, uno de los puntos de encuentro por antonomasia es el bar El Nabo, que está en la carretera y a su alrededor hay ferretería, carnicería, horno, cajero bancario... Fausto almorzó, compró y volvió junto a la chimenea de casa, que apretaba el frío. Aunque matiza que «este año no ha llegado a ser como otros; a cinco o seis bajo cero habremos llegado, más o menos como en Teruel; el frío de Negrón suele ser como el de Teruel».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad