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F. P. PUCHE
Lunes, 24 de marzo 2014, 01:54
Probablemente es esta imagen la que los valencianos recuerdan con mayor afecto de las muchas que ha proporcionado la relación de Adolfo Suárez con Valencia. Hay muchas fotos tomadas en mítines y visitas de partido; incluso algunas son imágenes muy espontáneas que muestran al candidato de UCD subido a una silla para saludar a la militancia haciendo bocina con las manos. Sin embargo, esta en la que el presidente se acerca a su hija Sonsoles el día de su proclamación como fallera mayor infantil de Valencia, es una instantánea difícil de olvidar. Porque el político, el hombre público, dio prioridad al padre. Establecido el paréntesis, la ternura y la confidencia familiar se hicieron presentes en la Basílica de la Virgen.
Sonsoles Suárez, la segunda hija del presidente, fue fallera mayor infantil de Valencia por designación del Ayuntamiento que presidía Miguel Ramón Izquierdo. El 27 de febrero de 1977 tuvo lugar, en el teatro Principal, la ceremonia de exaltación, en la que actuó como mantenedor Emilio Camps, un fallero ilustre, gran orador y poeta festivo. Cuando la niña firmó en el Libro de Oro de la Patrona, se obtuvo la fotografía, que refleja un momento de armonía familiar; quizá incluso una ayuda a la hora de escribir la dedicatoria.
Siempre se ha dicho que Suárez aprovechó sus horas de estancia en Valencia para entrevistarse, en la lujosa casa de campo de un valenciano con contactos en la dirección del PCE, con Santiago Carrillo. En la entrevista, nunca comprobada de modo fehaciente, el presidente habría dado garantías personales: la legalización de los partidos, ya inminente, incluiría al Partido Comunista. Sea cierto o no ese 'contacto secreto', Suárez llevó a término sus planes.
Pero no sería justo dejar las cosas ahí. Ni en las horas felices ni en las hipotéticos pactos. Como no sería justo dejar en el aire, en virtud de esa síntesis benéfica que hace la memoria, que la Transición fue un tiempo de algodón de caramelo, buena voluntad y concordia continuada. Porque siendo cierto que lo fue en lo genérico y lo profundo, el acontecer diario era bien diferente. Y, al menos para los periodistas que tenían que contarlo, estaba lleno de confusión y dudas sobre si el presidente tendría coraje para llevar a término sus planes. En cuanto a la crónica diaria, zancadillas, tensiones, intervenciones policiales e incluso petardos de fabricación casera eran el menú corriente.
Cuando Suárez está en la Basílica de la Virgen y se toma esa instantánea, fuera, en la plaza, la Policía Nacional estaba dispuesta a cargar contra los que le aguaron la fiesta al entrar y al salir. Contra la pretensión del alcalde, que quería forjar en Madrid un clima favorable para Valencia, se gritaba «!Sí, sí, sí, Sonsoles a Madrid!» y «Volem falleres valencianes». Las protestas, protagonizadas por 'Jove Germanía', siguieron por la tarde, cuando el presidente ya estaba de regreso en Madrid.
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