
J. A. MARRAHÍ jamarrahi@lasprovincias.es
Domingo, 13 de abril 2014, 16:29
Jeringuillas entre cebollas, traficantes en maleteros para eludir a la policía, reyertas, prostitución, sobredosis, cadáveres en las acequias... El martes cumplió seis años la operación policial que liberó a la huerta de Campanar tras una década infernal. 'Las Cañas' o el 'híper' de la droga fue el nombre de ese reino de desesperación en el que traficantes subsaharianos se adueñaron del destino de centenares de toxicómanos que peregrinaban a diario y hasta desplegaban tiendas de campaña para tener el chute a mano.
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Hoy nada queda de aquello. Tras 'Las Cañas' se detectó un pequeño rebrote de venta callejera en barrios del Cabanyal, pero no se ha vuelto repetir nada similar. Policía Nacional y Local han evitado por todos los medios que renazca otro 'híper' de la droga. Las últimas operaciones contra el menudeo demuestran que los traficantes operan hoy en pisos particulares, algunos locales públicos relacionados con el ocio nocturno o a través de citas por teléfono entre el consumidor y su camello.
Proyecto Hombre, con su atención a toxicómanos, supone un fiable termómetro sobre la adquisición de estupefacientes. Su director terapéutico, Juan Manuel Ferrer, es tajante: «El consumo se ha vuelto invisible, pero las adicciones siguen como en tiempos de 'Las Cañas'», asegura. «Actualmente apoyamos a unas 150 personas en toda Valencia, cifras similares a las de esa época».
¿Y qué fue de aquellos hombres y mujeres que acudían cada día al lugar? «Algunos han muerto porque ya eran consumidores crónicos muy deteriorados. A otros les hemos perdido el rastro. La desaparición del 'híper' de la droga no ha repercutido en la rehabilitación de los que estaban enganchados».
Durante años, Ferrer vivió de cerca ese infierno. Acudía a detectar recaídas de quienes intentaba rescatar del pozo. «Se vendía de todo y a todos. A demanda. Cualquiera encontraba crack, heroína, coca, hachís, pastillas... La media de consumidores oscilaba entre 25 y 30 años, pero también veías a adolescentes y personas mayores. De toda procedencia. De toda clase social».
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El inspector jefe Salustiano Ordóñez era el responsable del Grupo de Estupefacientes de la Policía Nacional en tiempos de 'Las Cañas' y pieza clave en la operación policial que enterró ese imperio de droga. «Comenzó a finales de los 90 en la zona del río próxima a Mislata, pero la presión policial empujó a los traficantes hacia la huerta de Campanar y Benimàmet».
Ahí se hizo masivo. Como resume Ordóñez, «vendedores y consumidores se aliaron con el terreno e idearon todo un sistema de autodefensa con escondites en tuberías y acequias, toxicómanos pagados a dosis para que vigilaran en los accesos y violencia contra la policía en las redadas». Algunos agentes todavía recuerdan las pedradas con las que eran recibidos por los toxicómanos.
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El operativo que ahora cumple seis años fue un ataque en todos los frentes: la Policía Nacional arrestó a todos los camellos y sus suministradores, excavadoras retiraron montículos y cañares que servían de escondite, operarios municipales tapiaron los huecos de las tuberías de riego y la Policía Local cerró el paso por un tiempo a todo el que no fuera vecino o agricultor de la zona.
«Aquello daba asco y pena», recordaba ayer el agricultor Manolo Sánchez. «Un toxicómano que se peleaba con otro llegó a destrozarme la luna del coche de un golpe, las mujeres se ofrecían a cambio de dinero para la droga. Llegué a pensar que era un mal para siempre».
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