Sin tener demasiado en cuenta nuestro agotamiento, Rajoy ha decidido agotar la legislatura sin reformar la Constitución, aunque ya no esté en plena forma. Al parecer, no conviene cambiarla, pero sí manosearla, y sólo admitirán cambios muy concretos, o sea, que en la gran partida de la Carta Magna seguirán jugando algunos tahures. Aunque no sea satisfactorio es siempre preferible a romper la baraja. La rosa de la Constitución se huele pero no se toca, que ella es así. Habló Juan Ramón Jiménez, que se tuteaba con la poesía, del respeto y la distancia que debemos tener, incluso sus más humildes acólitos, por esta gran señora que según Óscar Wilde es «gramática idealizada». Creía que el poema no hay que tocarlo y retocarlo. «No le toques más, que así es la rosa». Se refería al poema, no a la rosa, pero nosotros nos referimos a la Constitución. A algunos le parece intocable y a otros maquillable. No saben a qué Carta Magna quedarse. Visto desde el puente no puede hacerse uno más que una idea aproximada del curso del río y del curso de los acontecimientos.
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