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Una de las inquilinas del edificio 'okupa'. :: jesus montañana
Un edificio sin estrenar en Torrefiel está ocupado ilegalmente desde hace dos años

Un edificio sin estrenar en Torrefiel está ocupado ilegalmente desde hace dos años

Las catorce viviendas están enganchadas a la red eléctrica pública y no cuentan con la cédula de habitabilidad

PPLL

Sábado, 10 de enero 2015, 00:10

En la calle Berní i Català se levanta un edificio que no parece propio de la zona. Entre viejas casas unifamiliares y antiguos bloques aparece, casi de la nada, una brillante finca nueva del color del carbón, de estética moderna y que rompe con la tónica del obrero barrio de Torrefiel. Sin embargo, cuando uno se acerca a las instalaciones, pronto se da cuenta de que no es oro todo lo que reluce. El cristal de la puerta principal está reventado por un golpe, los blancos muros del interior se muestran llenos de manchas y servicios básicos como la conexión eléctrica o el suministro de agua vienen y van dependiendo del día. El telefonillo, además, es una 'tabula rasa' en el que no aparece apuntado ningún nombre o apellido. El bloque parece estar abandonado a su suerte. Pero no es el caso. Finalizada su construcción en 2010, la propiedad lleva ocupada durante al menos dos años de manera irregular por un grupo de familias que habitan en la totalidad de sus catorce viviendas.

La crisis económica dejó como legado un enorme cadáver inmobiliario en forma de stock de viviendas vacías que hoy siguen repartidas por toda la ciudad de Valencia. En este caso, las de la calle Berní i Català se presentan aparentemente acabadas y con una completa equipación. Sin embargo, es todo apariencia, ya que no han obtenido la cédula de habitabilidad, con lo que no cumplen los requisitos mínimos para que un espacio pueda ser habitado por personas desde el punto de vista de lasalud, higiene y/o solidez. Además, al menos dos de las catorce viviendas tienen dueño, habiéndose hecho con las propiedades sobre plano, antes de la finalización de las obras. Ahora tienen una casa de la que no pueden disfrutar. «Hemos visto a gente hipotecada llorando en la calle, frente al edificio, porque no podían acceder a su casa, ya que estaba ocupada», recuerda un vecino de la zona.

Llave en mano

Tras recibir varias visitas policiales y un ultimátum pocos días antes de las fiestas de Navidad, los 'nuevos' inquilinos se enfrentan a un desalojo que, dicen, llegará en los próximos días. A pesar de su situación ilegal, sus habitantes piden al consistorio ayuda para regular su situación, incluso en el caso de aquellas viviendas que fueron vendidas a particulares a través de una inmobiliaria. Según explican las familias, accedieron al bloque hace alrededor de dos años con la ayuda de un antiguo trabajador de la empresa constructora, que les proporcionó todos los juegos de llaves que poseía, «de forma desinteresada», una vez cesaron los trabajos y como venganza por un supuesto impago. Sobre los dueños reales de las propiedades de las que hacen uso, dicen haberles incitado a «entrar a la casa y ocuparla». Otros afirman desconocer que algunas de las viviendas donde duermen habían sido vendidas antes de su llegada.

De esta forma, ninguno de ellos ha pagado en estos años ninguna de las cuotas que les corresponderían. De hecho, y a pesar de los esporádicos cortes que efectúa la empresa energética, las catorce viviendas están 'enganchadas' a la red eléctrica pública, que alimentan sus vitrocerámicas o televisores de plasma. Rocío F., de 29 años, es una de las inquilinas que vive en la irregular comunidad de vecinos, junto a sus cinco hijos, cuyas edades están comprendidas entre los seis meses y los doce años. La ama de casa denuncia que, a pesar de cumplir con los requisitos requeridos y tener una vivienda de protección oficial aprobada por el antiguo Instituto Valenciano de la Vivienda (IVVSA) -ahora Entidad de Infraestructuras de la Generalitat (EIGE)-, lleva siete años esperando una plaza pública que sigue sin llegar.

«Estas casas llevaban cerradas durante varios años y muchos de nosotros estábamos viviendo en la calle. No nos negamos a pagar un alquiler social, algo que se ajuste a lo que tenemos. Queremos que la gente sepa que somos gente normal, aunque estemos de 'okupas'», explica Rocío, que defiende la causa de esta comunidad en la que «menos dos o tres, la mayoría somos buena gente». Ella, como muchos otros, ha encontrado en la 'ocupación' una forma de vida y admite llevar alrededor de una década, desde poco después de alcanzar la mayoría de edad, pasando de una propiedad a otra, de desalojo en desalojo.

Condiciones insalubres

Aunque representantes de la asociación de vecinos y vecinas del barrio de Torrefiel confirman no haber registrado ninguna queja con respecto a la finca ocupada en la calle Berní i Català, varios habitantes de la zona apuntan a episodios esporádicos de violencia y enfrentamientos por el ruido ocasionado. Del mismo modo, apuntan al estado de «insalubridad» en el que se encuentra la finca, donde no es extraño encontrar despercidios en las zonas comunes. Según indica Rosa F., es la presencia de «dos o tres 'okupas' problemáticos» lo que mina la imagen del resto.

Sin embargo, su presencia también crispa a algunos de los vecinos del barrio, que esperan que se termine controlando la situación. «Es una pena porque lo están destrozando todo. Son tantos que llega un punto en el que no sabemos quién es dueño y quién no», cuenta la dependienta de un local ubicado en la calle Pere Cabanes, vía paralela al edificio 'okupa'.

La mayoría de los 'vecinos' se dedica a recoger chatarra por la calle o a vender en puestos de diferentes mercadillos y, según cuentan, sobreviven con los lotes de alimentos que recogen mensualmente en diferentes entidades sociales, como Cáritas Diocesana o el mismo Banco de Alimentos.

José es uno de los vecinos que, desde hace alrededor de medio año, ocupa una de las viviendas vacías de la finca de Torrefiel. «Antes dormiamos en una furgoneta», explica. Ahora vive junto a su pareja y sus dos hijos pequeños, siendo que uno de ellos adolece de cardiopatía. Cristina, otra de las 'okupas', era hace años recepcionista de un hotel y habla varios idiomas. Tras quedar en paro tuvo que abandonar su casa por otro que, sin embargo, no le pertenecía. «Acabo de hacer una entrevista de trabajo para cuidar a una chica que tiene alzhéimer. Esto es un sinvivir, solamente quiero dormir tranquila», cuenta.

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