Carlos Garsán
Jueves, 21 de mayo 2015, 20:44
Intercambio de cromos, cerámica artesanal o souvenirs para turistas. La plaza Redonda vive, desde hace algunos años, una época de transición. Sus comercios, algunos de ellos con más de un siglo de vida, han de ajustar aquello que parieron sus abuelos o bisabuelos para sobrevivir en un contexto radicalmente diferente. Otros llegan con nuevos negocios a un lugar que se presenta renovado.
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La rehabilitación del espacio en 2012 pone de manifiesto un giro que ha de integrar aquello hecho y lo que queda por hacer. "El actual diseño de la cubierta podrá gustar o no, pero recoge todos los criterios exigidos para poder visualizar la plaza, que era uno de los objetivos de la rehabilitación, pues había que ponerla en valor al ser un raro ejemplo de espacio neoclásico, concebido con carácter cerrado y función comercial", apunta Julia Martínez, gerente de la Asociación de Comerciantes del Centro. Para gustos, colores, pues esta semana ponían en marcha una campaña online con el fin de "recuperar su esencia". Turno de palabra para la plaza.
Amparo Martínez: Cerámica
«La plaza es ahora más agradable y atractiva»
Cuando era pequeña, Amparo Martínez ya se sentaba tras el mostrador de La casa de los botijos, donde jugaba a vender platos a sus abuelos. Hoy es ella la que está al frente de un negocio con 155 años de historia. Casi nada. "En esta casa está la historia de toda mi familia. En el primer piso nació mi abuelo, mi madre, mi tía... Después de tres generaciones, espero no ser yo la que pierda el negocio. Gracias a Dios, y a pesar de la crisis, seguimos teniendo clientes", explica.
Para ella, ser la cara del local es un orgullo y, también, una gran responsabilidad. Todavía mantiene el suelo original, con el que quiere adentrar al cliente en un mundo cargado de nostalgia. Licenciada en Bellas Artes, trata de contagiar su pasión por la artesanía a cada palabra. El letrero de la puerta principal, de 1860 y decorado con botijos de biar, tuvo que desaparecer tras la unificación de las fachadas, pero la familia lo cederá al Museo Nacional de Cerámica González Martí, que se ha interesado por sumarlo a su rica colección. Amparo Martínez se hizo cargo del negocio familiar hace tres años, tras la jubilación de su madre y su tía, lo que la llevó a una plaza que conocía muy bien, pero en pleno proceso de mudar la piel. "La plaza es distinta pero creo que, con la luz que tiene Valencia, hemos ganado. Ahora apetece más pasear, es más agradable y atractiva para los que vienen a comprar, a tomarse algo o a curiosear".
Mercedes Verá: Ropa infantil
«No vendo souvenirs, pero los turistas salvan el día»
El negocio de ropa para bebé Verá lleva en la plaza Redonda desde antes de tener tienda propia. Dolores Rey, de 91 años, ya vendía en el espacio cuando los puestos eran ambulantes. Fue cuando conoció al que luego sería su marido, el electricista Pepe, que le dijo: "te voy a enseñar los patrones, a cortar y a hacer pechitos". Dicho y hecho, Pepe se convirtió en todo un profesional en la materia aunque, recuerda con cariño su familia, su daltonismo le hizo confundir algún que otro pedido.
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Es Mercedes Verá, una de sus hijas, quien se ha puesto al frente del negocio familiar, junto a su hermana. "La reforma ha dado un impulso a la plaza, que estaba en un estado deplorable, aunque el negocio está en un punto complicado. Somos nosotros los que tenemos que mantenerlo", explica. Destaca que ahora, entre cruceros y vuelos baratos, vienen turistas "como nunca", una gran baza que se suma a una clientela de históricos que conocen el negocio por sus padres y abuelos. "Aunque no vendo souvenirs, los turistas salvan el día".
Amparo y Mónica: Cerámica
«La gente busca en la tienda lo que ha visto en el museo»
La tienda de cerámica Colla Monlleó cumple 160 años, aunque no con ese nombre. Originalmente conocida como Los peces, pues su abuelo instaló una enorme pecera en la fachada, ahora mantienen viva la tradición gracias, en parte, a su conexión con el Museo González Martí, ubicado a pocos metros de la plaza, en la calle Poeta Querol. "Mucha gente viene a la tienda buscando reproducciones de lo que ha visto en el museo. Es curioso, antes no había ni un turista. Cuando yo era pequeña la plaza era como un barrio", recuerda Mónica que, junto a su hermana Amparo, regenta desde hace más de una década el negocio.
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En su caso, su padre, Vicente Monlleó, fabricaba en casa parte de la cerámica que luego ocupaba las estanterías del local. Recuerdan divertidas como, de vez en cuando, se colaban en su taller y hacían volar el barro dando vueltas y vueltas al torno. Hoy son ellas las encargadas de llevar adelante su labor. "Antes se vendían cosas más cotidianas, fue nuestro padre el que cambió hacia la cerámica decorativa". Su local ha sido testigo de la historia reciente del cap i casal. Uno de los momentos que recuerdan sus familiares es la riada, pues el sótano se inundó sacando todas las piezas artesanales por la puerta.
Juan Antonio Navarro: Caprichos La Redona
«Con la reforma la plaza tiene más luz y limpieza»
Una de las caras más jóvenes de la Plaza Redonda es Juan Antonio Navarro, que desde el 7 de julio de 2012 tiene su parada en la plaza Redonda. "Conozco la plaza de toda la vida, porque mi abuela y mi madre tienen una tienda de ropa de bebés desde hace 50 años, pero yo he buscado un perfil diferente. Empecé con dos camisetas y sólo 300 euros y ahora me va bien. Como cuando empecé ya se había afincado la crisis, me he ido adaptando a ella y no me ha ido mal". Este joven de 30 años ha apostado por la innovación y su producto estrella son las camisetas. Tiene variedad de colores y los diseños los realiza él. Los estampa en el momento, para que cada cliente se lleve su camiseta personalizada. "Tengo la satisfacción de que los dibujos son míos", indica.
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También vende tazas con dibujos de falleritos. "Yo apuesto por tener souvenirs para todos los públicos, tanto para los valencianos como para los turistas". Realiza venta on line "porque hay que adaptarse a los nuevos tiempos", pero reconoce que vende mucho más en la tienda "porque tengo la parada en un sitio bueno, de mucha afluencia".
En cuanto al turismo, explica que depende del día vende más o menos. "En abril y mayo vinen cruceristas de menos poder adquisitivo y se nota y en verano, llegan barcos con gente de más nivel". Los domingos este joven es el rey de la plaza porque "soy la única parada que abro y los niños que se acercan a cambiar cromos, luego vienen a comprar".
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Navarro es firme defensor de la reforma que se hizo hace tres años. "Toda reforma siempre es para mejorar. Hay algunas personas que dicen que ha perdido magia y lo que pasa es que están mal informadas, porque las paradas de antes eran provisionales. Eran de metal, azulejos y techo de paja, nada histórico. Ahora los cubos de madera están acertados, tenemos más luz y ya no viene gente marginal por las noches a refugiarse en la plaza".
Javier Zuriaga: H. Amparín
«Las ventas han bajado por la crisis, pero sí viene gente»
Javier Zuriaga está en el puesto número uno. Empezaron con el negocio sus abuelos, Pedro Morante e Isabel Piqueras. "Ellos vendían prendas de confección y a los 14 años sacaron a mi madre del colegio para empezar a vender. Al poco tiempo mi madre decía que le daba vergüenza vender calzoncillos y cambio la ropa por la hilatura", explica Javier Zuriaga.
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Él era docente, "trabajé en Maristas, pero me di cuenta de que lo que me gustaba es vender en la plaza Redonda". Ahora lo que más vende son dibujos de papel para hacer manteletas, hilos para hacer bolsos de verano, telas de tul para bordar mantillas "y algunos hombres vienen a comprarme sedas para hacer moscas para pescar", cuenta Zuriaga. Explica que las ventas "han bajado estos años por la crisis, no ha tenido nada que ver la reforma de la plaza. Pero sí viene gente a ver la plaza". Apunta que hace años los extranjeros "de Italia y Suiza compraban mucho perlé a peso para hacer la labor en invierno. Ahora los clientes valencianos apuestan más por hacer punto de cruz y la gente joven, cuadros de tapicería", añade. También explica que "siempre intentan poner detallitos para que los turistas se lleven cosas".
Marisa Labián: Cosas Cucas
«Me he especializado en la ropa de bebé artesanal»
En la parada de Marisa los anteriores propietarios vendían hilaturas, pero ella se ha adaptado a las nuevas demandas de los clientes y se ha especializado en hacer prendas de bebé a mano. "Empezaron el negocio los padres de mi suegra. Vendían delantales, corsetería y luego, mi suegra se pasó a la hilatura", detalla. Marisa tenía una tienda en la calle Alcácer, pero cuando su suegra lo dejó, ella cogió el relevo. "Como sé hacer muchas cosas he redirigido el negocio al mundo infantil, que es lo que a mí me gusta". Hace chaquetitas para combinar con trajes, faldas, ranitas, zapatitos de crochet y hasta ropa interior de seda para comuniantas. "La gente viene, elige la tela y lo combino con puntillas, punto de estilo moderno o lo que me pidan", indica.
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Como sabe que también es importante atraer a los turistas, "siempre creo detalles para que los extranjeros picoteen, como baberos de bebé, fundas para tijeras o patchwork". Admite que a los sudamericanos "les encanta comprar los trajecitos que llevan lencería de bebé y procuro tener variedad". Explica que la crisis todavía no se ha ido, "pero vamos haciendo cosas creativas para que la gente nos compre". Añade que dependiendo del nivel de los cruceros que llegan "se gastan más o menos dinero". En cuanto al funcionamiento de la reformada plaza, explica que hace falta tener algo más de luz en la plaza por la tarde "y las puertas de las paradas son algo pesadas y hay que tener cuidado porque se estropean".
Sonia Juan: Hiladuras Alegre
«He añadido productos para adaptarme a los tiempos»
Sonia Juan llevaba 20 años como dependienta en un puesto de la plaza, pero hace dos meses que ha conseguido ser propietaria de uno de los cubos de madera. "La anterior dueña lo vendía porque ha encontrado un trabajo menos esclavo, pero yo quería tener mi propio puesto, porque es el tipo de trabajo que me gusta". Sonia entiende de hilos "y aunque no hago ganchillo, si viene alguien con dudas, sé explicar a la perfección cómo se hace". La parada antes estaba enfocada sólo a hilos, "pero para ampliar la oferta y adaptarme a los nuevos tiempos he añadido materiales como telas, patchwork y bolillos, que vuelven a estar de moda". Esta vendedora argumenta que las clientas "ya no hacen la típica colcha de la abuela, sino que diseñan bolsos de ganchillo o cosas creativas e incluso mucha gente compra tul para luego bordarlo y hacer hasta las mantillas de las valencianas".
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Muchas clientas vienen de los pueblos, "y más de una me dice que cada vez que sus vecinas se enteran de que va a bajar a Valencia le hacen encargos y, por eso, carga para todas". La única cuestión, según argumenta, "es que muchas mujeres venían de la zona de Bunyol y como el tren ahora les para en San Isidro y no en la Estación del Norte, se piensan más el venir".
Esta vendedora está contenta de formar parte de la historia de la plaza Redonda y asegura que la única mejora que haría falta es tener un poco más de iluminación "porque hay veces que por la tarde tengo que acercar el flexo para ver el color de los hilos porque la luz de los alógeno no es suficiente".
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