No es habitual ver a una esfinge tirando de un carrito lleno de documentos camino de la Audiencia. La hierática imagen de la juez Alaya se nos ha hecho familiar a todos, viéndola entrar y salir, sin decir ni mu. ¿Habla doña Mercedes? No lo sabemos, ya que ella no nos ha hecho la merced de dirigirnos una sola palabra, pero su ausencia será una pérdida difícilmente reparable para los telediarios que no siempre nos meten en casa a la gente que procuramos evitar en la calle. Si el Poder Judicial aprueba un plan de refuerzo van a alejar a la magistrada de la instrucción de las duraderas macrocausas. Ella ha pedido seguir hasta acabar con todos, incluso con los casos clínicos, pero su petición no ha sido atendida. Muchos le hemos pedido que no se vaya todavía, pero tendremos que resignarnos a que de aquí en adelante sólo brille por su ausencia. Ignoramos si además de una gran trabajadora, esta hermosa señora era una oradora. Va a coincidir su eclipse con la aparición de los nuevos astros políticos que ahora estamos votando el futuro de 13 autonomías y 8.122 municipios.
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