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Claustro del convento de la Trinidad durante su breve periodo de apertura.
Tesoros históricos cerrados al público en Valencia

Tesoros históricos cerrados al público en Valencia

Numerosos inmuebles protegidos no se pueden visitar

Carlos Garsán

Jueves, 25 de junio 2015, 21:18

Ya no hace falta ser fallera mayor para presidir el balcón del Ayuntamiento. El nuevo alcalde de Valencia, Joan Ribó, dio un golpe de efecto el lunes pasado abriendo el mirador a todo aquel que quisiera visitarlo. Turistas, vecinos y hasta funcionarios del propio Consistorio pisaban por primera vez el mirador, que durante el gobierno de Barberá había permanecido cerrada al público. El goteo no cesa y los visitantes superan los 6.000, hasta el punto de que se han tenido que habilitar controles de seguridad. El mismo Ribó califica el acto de "símbolo" de la llegada de Compromís al poder, una apertura que, sin embargo, está por llegar en algunos de los más destacados inmuebles del cap i casal.

Con la potente imagen del balcón repleto de vecinos inundando medios de comunicación y redes sociales, Ximo Puig no ha querido quedarse atrás y ya ha anunciado que abrirá las puertas del Palau de la Generalitat. La intención es que se realice tras el pleno de toma de posesión, con lo que el líder del PSPV-PSOE entraría al histórico inmueble con la compañía de vecinos y vecinas. Eso sí, si la seguridad de presidencia lo permite.

Aunque oficialmente puede ser visitado por turistas, el supuesto incumplimiento en el régimen de visitas ha sido objeto de polémica e, incluso, ha llevado al Síndic de Greuges a emitir recomendaciones al respecto. Sea de propiedad pública o privada, el artículo 32.1 de la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano determina que los bienes de interés cultural (BIC), como es el caso del Palau de la Generalitat, deben facilitar la visita "al menos cuatro días al mes, en días y horario predeterminados, que se harán públicos con la difusión adecuada tanto en medios de comunicación como en centros de información turística y cultural".

César Guardeño, presidente de la asociación Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, denuncia que, entre otros, el Palau cuenta con un régimen de visitas que califica de "tramposo". "No se determinan días y tienes que ir con un grupo de mínimo diez personas. Nosotros intentamos acceder, nos pusieron con un colegio que, después, canceló y nos quedamos en la calle. Los horarios deben estar publicitados y determinados, algo que choca con la práctica de tener que llamar por teléfono para pedir cita", explica. En noviembre de 2013 promovió una queja al Síndic de Greuges que incluye un total de catorce inmuebles declarados BIC, sin embargo, y a pesar de haber logrado que hace un mes se instara a la conselleria a cumplir el régimen de visitas, teme que con el traspaso de poderes el documento caiga en saco roto.

Isaac López, presidente de la Asociación Provincial de Guías Turísticos (APIT), lamenta de manera especial las dificultades para entrar a la Sala Dorada, que toma el nombre por su característico artesonado del color del Sol. "Se hace realmente difícil visitarlo, debería ser más flexible. Tanto éste como el Palau de Benicarló parecen templos inaccesibles del poder", explica López.

En similares términos se expresan con respecto al convento de Santo Domingo, antigua Capitanía General de Valencia y actual sede del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad, de donde critican la dificultad para acceder al mismo. "Dicen que hay colas de siete meses pero, pasas por allí, y no ves la afluencia. Desde 2014 hacen jornadas de puertas abiertas, pero son solo dos días al año", afirma Guardeño. El hecho de que no se cuente con días y horario fijo para su visita no es baladí pues, en muchos casos, hay inmuebles que quedan fuera de los circuitos turísticos por la incertidumbre de saber si van a ser recibidos. "Antes se pedía permiso, ahora solo se puede ver una vez al año. Es único en la ciudad para la historia y para el arte", afirma José Vicente Niclós, expresidente de APIT.

Fue el propio Jaume I el que puso la primera piedra del entonces conocido como convento de Predicadores, allá por el año 1239. Destacan en él su claustro gótico, el salón del trono y, especialmente, la capilla de los Reyes. Esta última cuenta con una impresionante bóveda de piedra de Sagunto que, al contrario que otras estancias, no ha sufrido ningún recubrimiento posterior. Creada por Francesc Baldomar, en la obra también colaboró Pere Compte, entonces su alumno y quien, años después, levantaría La Lonja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y uno de los pocos ejemplos de gótico civil en Europa.

Niclós destaca, además, el preciado patrimonio modernista con el que cuenta el cap i casal, un estilo que impregna muchos edificios privados en el corazón de la ciudad. "Hemos logrado visitar alguna casa modernista en la calle de la Paz, sería muy bonito recuperar alguna y hacer un museo. La casa Batlló, por ejemplo, es uno de los espacios más visitados de Barcelona. Es un atractivo inmenso". Pero no solo es el turismo de puertas para adentro lo que reivindica, también aboga por aumentar las actividades en espacios públicos, como el jardín del Turia o la plaza del Ayuntamiento, eventos de carácter cultural con los que dinamizar la vida de los mismos.

El convento de la Trinidad es otro de los inmuebles que, por el momento, se resiste a abrir sus puertas. Su caso es curioso. Durante cinco siglos sirvió de cobijo para las monjas de la orden de las Hermanas Clarisas hasta que, en enero de 2014, las cuatro religiosas abandonaron el recinto. El Vaticano ordenó la fusión de esta comunidad con otra de la misma orden ubicada en la Puridad, junto a la sede de Diputación, con lo que el inmueble quedó sin habitantes. Apenas tres meses antes de que las cuatro monjas abandonaran su guarida, los muros medievales del convento se abrían al público a toda pompa. Por primera vez entraban vecinos y demás curiosos a un terreno sagrado, mediante una fórmula que permitía las visitas a la mayor parte de las estancias respetando la clausura de las monjas. El sueño duró unas semanas y, con la salida de las mismas, volvió a esconder sus secretos.

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