LAS PROVINCIAS
Jueves, 1 de octubre 2015, 20:43
Todo comenzó allá por 1890, cuando el bisabuelo del clan Jericó, Juan Manuel, decide abandonar su pueblo natal (Puebla de Valverde, Teruel), para partir rumbo a Segorbe, por aquel entonces enclave próspero y populoso, donde lo acogerían como aprendiz en el obrador de una pastelería con tan sólo 12 años. Ya en 1929, casado y con cuatro hijos, la familia se trasladaría a Valencia para hacerse cargo de la antigua pastelería Las Estrellas, en la calle Comedias.
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A partir de aquí, se introduce de lleno en la sociedad valenciana, luchando codo a codo con las grandes enseñas de la repostería en la ciudad como Postres Martí, Nestares, Rivoli o el mismo Barrachina. No en vano, en la Rosa de Jericó se formaban los futuros maestros pasteleros que posteriormente abrían su propio negocio en el centro del cap i casal.
Ya en los años 50 se embarca en una nueva mudanza y se traslada al enclave de la calle de la Paz, auténtico centro de ocio y comercio de la ciudad, punto de partida y llegada de paseos dominicales hacia la antigua plaza del Caudillo o hacia la calle Ruzafa, donde se concentraban cines en los que se proyectaban películas como 'Gilda', que dio el nombre a un famoso pastel de La Rosa de Jericó. Eran épocas de azúcar de estraperlo, en las que ya Carlos Jericó (padre) comenzaría su gerencia del negocio familiar, traduciendo los libros de recetas heredados de su padre, de libras y onzas a kilos y litros, pero sin perder la esencia de dulces y postres como el pan quemado, la casca o rosca valenciana, la naranja confitada o el merengue.
El comercio, que hoy cumple sus 125 años, se afianzó como referente de la pastelería más vanguardista y sofisticada, absorbiendo todas las tendencias que venían fundamentalmente de Francia y también aportando creaciones nuevas que se implantaron con éxito (como la inglesita o la tarta de punta de diamante) entre la sociedad valenciana.
Entre la clientela habitual se encontraban artistas, pintores, cantantes, futbolistas, políticos e, incluso, la realeza, según detalla Carlos Jericó (hijo), actual gestor del negocio familiar, que se trasladó en el año 83 a su actual ubicación, en la calle Hernán Cortés. A su juicio, uno de los secretos que han aportado longevidad a un negocio tan pequeño es haber mantenido el equilibrio entre la confitería tradicional y las nuevas tendencias que apuestan por una pastelería con menos azúcar, donde domina más el chocolate y materia prima de altísima calidad.
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Para celebrar estos 125 años endulzando los paladares de los valencianos, La Rosa de Jericó ha puesto en marcha una iniciativa curiosa: abrir todos los domingos de este mes y poner a disposición de los clientes su surtido más completo de dulces, pasteles, bombones o tartas al 50% de su precio habitual.
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