MARÍA JOSÉ CARCHANO
Martes, 17 de mayo 2016, 21:53
No imaginaban Málek Murad y María García que encontrarían compañeros de profesión y también de vida en las aulas de la universidad, donde los dos eran delegados. Veinte años después conforman uno de los despachos de arquitectura con mayor proyección, tras una durísima época en la que sólo el amor por Valencia evitó que volaran, como tantos otros, fuera de España. Y eso que a una María muy viajera se unen los genes de refugiado de Málek; no quiso sin embargo repetir el periplo de su padre palestino. Han apostado por abrir su despacho a la calle, expuesto a los transeúntes en un bajo del Ensanche, que es asimismo el barrio donde viven.
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-Ya desde la universidad comparten mucho tiempo juntos. ¿Ha supuesto alguna vez un problema?
Málek Murad: -Es lo que tienen estas profesiones liberales, parece que sólo nos entendemos entre nosotros, ya sean médicos o abogados. Pero nos complementamos a la perfección.
María García: -Tenemos dos modos de ver la arquitectura. Él es más racional, yo más orgánica, y al juntar esas dos visiones salen cosas divertidas.
M. M: -La relación profesional acaba cuando sales del despacho y la personal empieza al entrar en casa. Antes era complicado pero ahora somos dos más y no sería justo para nuestras hijas llevarnos el trabajo. Posponemos las discusiones y los debates para el día siguiente.
-¿Tienen la arquitectura en la sangre?
M. G: -A mí en realidad siempre me ha llamado la atención, pero yo quería ser veterinaria, aunque mi padre es ingeniero y he estado en contacto con este mundo. Además, me gusta mucho el arte, y la arquitectura era conjugarlo con la ingeniería, con lo que para mí resultaba perfecto, ya que no pude estudiar Veterinaria porque no había en Valencia.
A los dos les gusta viajar y hacer deporte, aunque Málek lo practica con mayor asiduidad. «Juego a fútbol, corro maratones Lo que me den». Comparten gimnasio y una pasión por el mar que sacian con sus vacaciones estivales en Moraira. Ir al cine, ver museos y pasear por la ciudad completan sus aficiones.
M. M: -En mi caso creo que fue un flechazo, porque lo ves por la ciudad. La arquitectura deja su impronta a nuestro alrededor. Me casé con un mundo que yo desconocía, pues en mi familia todos son abogados o médicos.
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-Es usted tesorero en el Colegio de Arquitectos y profesor asociado en la Escuela de Arquitectura, además de su trabajo. ¿Cómo lo conjuga todo?
M. M: -Se hace difícil.
M. G: -Ya sabe lo que dicen, que detrás de un gran hombre hay una gran mujer (ríen).
-Trabajan y viven en el centro de Valencia. ¿Son urbanitas?
M. G: -Yo lo necesito. Somos dos personas que nos relacionamos mucho con la gente y nos hace falta estar en el bullicio.
M. M: -El Ensanche tiene un atractivo turístico no sólo para los de fuera, sino también para los valencianos. Nos encanta el modelo europeo de los cascos urbanos, que tengan vida. La ciudad te da mucho, estás conectado a todo, y Valencia empieza a ser una ciudad grande, pero tenemos que ser además una gran ciudad.
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-Málek, no tiene usted un apellido muy valenciano que digamos. Ahora que está de moda crear una imagen de marca, lo ha tenido fácil.
M. M: -Hasta en eso nos complementamos. Lo que tengo yo de raro lo tiene ella de sencilla, que se llama María García.
M. G: -¡No puedo tener un nombre más español! (ríen).
M. M: -Mi padre nació en Palestina, aunque tras la creación del estado de Israel pasó a Siria. Hace cincuenta años fue uno de los primeros en llegar. Él era también un refugiado. Estudió Medicina en Europa, se casó con una valenciana y tuvieron cinco hijos. Y Málek significa Ángel. Me pusieron un nombre que se pudiera traducir, pero me he quedado con Málek.
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M. G: -Cuando lo conocí recuerdo que durante un mes le llamé diferente porque no acababa de pillar el nombre.
M. M: -Crea hasta escuela. Tenemos unos amigos que a su hijo le pusieron Málek porque les gustó.
-Pero usted parece más bien del norte de Europa, rubio con los ojos claros.
M. M: -Los habitantes de los países del norte de África son una mezcla de las razas blanca y negra, y en Europa tenemos la percepción de que en Oriente Medio pasa lo mismo, pero bajo todo lo tapados que van hay gente blanca. De hecho, nuestra hija mayor parece nórdica.
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-Como hijo de refugiado, ¿qué le parece la situación que viven países como Siria?
M. M: -Nos indigna. Quienes piensan que por vivir en otra parte del mundo tienen una categoría diferente, probablemente sean ellos mucho menos personas que el resto. Es un tema de humanidad, que además hemos provocado el mundo occidental. Lo que está ocurriendo es una barbaridad.
-¿Esos son los valores que intentan inculcar a sus hijas?
M. G: -Antes comentaba que quería ser veterinaria, pero es que en mi casa no se mata ni una mosca. Además, cuando vamos por la calle preguntan por la gente que pide y lo que les damos cada semana al final lo reparten.
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