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Intensa circulación de caballerías y peatones en el puente de la Trinidad, a mediados del siglo XIX. :: lp
La calle del Trench, primera exclusiva  para los peatones

La calle del Trench, primera exclusiva para los peatones

Los vecinos pagaron la parte mayor de los costes de enlosado en una calle comercial por excelencia

F. P. PUCHE

Lunes, 16 de mayo 2016, 00:05

Cuando el concejal Giuseppe Grezzi culmine la aplicación del Plan de Movilidad Urbana Sostenible probado en 2011 y vea cerrada a la circulación la última de las calles restantes, debería tomarse un respiro y ordenar que se colocara una plaquita en la calle del Trench, junto al Mercado. Porque esa fue la primera calle que en Valencia se pavimentó con grandes losas y la primera que, en el lejano año de 1756, fue reservada al paso exclusivo de peatones. Calle comercial por excelencia, calle de compras y paseo, no hay nada que recuerde su primacía sobre los vehículos ni el enorme gasto que correspondió a los vecinos, a beneficio de toda la ciudad.

Ahí donde la vemos, en su modestia, la calle del Trench tiene más de 600 años largos de vida activa. Y merece tener lugar preferente entre las de Valencia porque en 1408 fue objeto de una decisión trascendental: la apertura de una brecha especial en la muralla musulmana. Se había construido ya la muralla que llamamos cristiana, nacida entre 1356 y 1370 para ampliar la protección de numerosos barrios nuevos durante la guerra con Castilla. Pero llegada la paz, la pequeña puerta de Bab al-Quasariya, que comunicaba con el populoso Mercado, se quedó irremediablemente estrecha. La circulación de personas, carruajes y caballerías era enorme por ese portillo y los jurados, como nos cuenta Manuel Carboneres, decidieron reunirse el 30 de marzo de 1408 y «dellibera y proveí que fos ubert carrer de la Pellería al Mercat, dien lo dit consell quels paría esser bell e bo, e expedient a la cosa publica lo obriment del dit carrer, maiorment que si alguan quantitat sic convenia despendre, allo es pagaría de la pecunia de obres de Murs e Valls».

Dos mil doscientos sueldos cobró, e 8 de mayo, el sotsobrer Jaume de Monço, en pago hecho ante notario: la obra estaba terminada y al Mercado se podía ahora llegar por dos puertas, la de siempre, y esta nueva, que la gente llamó del Trench, que quiere decir el Roto; la brecha que se le hizo a la muralla islámica para comodidad general. Desde entonces, la calle no hizo sino certificar su vocación comercial, siglos tras siglo.

Tanto es así, tan buenas eran sus tiendas y tan numeroso el gentío que iba desde la plaza de las Yerbas (Lope de Vega) al Mercado, que en 1756 recibió el privilegio especial de ser la primera y única que estaba enlosada en una ciudad que se distinguía por el polvo, los baches y los recuerdos dejados a cada paso por ocho o diez mil caballerías.

En su 'Valencia antigua y moderna' Marcos Antonio de Orellana se deshace en elogios ante la oferta comercial de la calle del Trench, a la que llama «copiosísimo almacén de comestibles varios», después de informar que el cliente podía encontrar allí «alivio en sus necesidades, y todo con una exquisita y más que imaginable curiosidad». Tanto, que era la calle donde se podía encontrar, a cualquier hora, «un quarto solo (si se quiere) de gallina, conque se remedia la urgencia para un puchero». Y el asunto no es tontería porque lo primero que se le hacía a un enfermo de fiebres o a una parturienta era un buen pucherito de gallina.

Orellana, en su enumeración de las calles con historia de la ciudad, es el que menciona las decisiones urbanísticas tomadas a mitad del siglo XVIII para favorecer una vía de tanta demanda de peatones. Él nos informa que en 1755 el Ayuntamiento decidió enlosar la calle en el cuso de una operación en la que los vecinos tendrían que pagar una buena parte como beneficiarios. El 8 de mayo de 1756 se terminaron las obras, que fueron del gusto de todos, dieron comodidad a quienes pasaban y, sobre todo, dejaron la calle al resguardo del paso de carruajes. La municipalidad gastó 435 libras y 14 sueldos en los trabajos y a los vecinos les tocó -un mérito que nadie ha subrayado-cargar con la parte mayor, que fueron 988 libras y 17 sueldos.

En el Almanaque para 1902 LAS PROVINCIAS se enumeraron los cambios urbanísticos de Valencia en los últimos tiempos para señalar ese privilegio de la pavimentación que le fue posible a la calle del Trench, en primer lugar, y luego a algunas otras, al «no tener tránsito de carruajes». Con todo el Almanaque decía: «Conserva Valencia, y conservará siempre, su traza de ciudad antigua, sin ordenado plan edificada. Por más que se esfuerce el 'Ayuntamiento en alinear y ensanchar sus calles, por más que se renueve y mejore el caserío, no se logrará destruir el aspecto que le dio la aglomeración de sus viviendas en irregulares manzanas, separadas por vías estrechas y tortuosas, que forman intrincado laberinto». Quizá estuvo pesimista el redactor ese día.

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