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El estudio de Paula Rincón de Arellano

El estudio de Paula Rincón de Arellano

Tras los dos muñecos 'clicks' que ejercen de centinelas se extiende el antiguo reino del diseñador Juan Andrés Mompó, ahora en manos de nuevos inquilinos decididos a respetar la magia del viejo templo de la costura

ELENA MElÉNDEZ

Jueves, 19 de mayo 2016, 21:43

Dos enormes clicks reciben al visitante en el estudio de Paula Rincón de Arellano y Cesar Cantó. El origen de los legendarios muñecos tiene mucho que ver con el pasado de Paula, creativa publicitaria y diseñadora de profesión, como ayudante de su tía Chari García, publicista reconocida a nivel nacional. «Hubo una temporada en que Playmobil lo distribuía Famosa en toda España y nosotras hacíamos los anuncios y las maquetas de los centros comerciales. Se los pedí al llegar aquí, vi que esto tenía un aire parisino y bautizamos al estudio Le Click». El espacio luminoso y lleno de personalidad está contagiado de la atmósfera que generó su anterior propietario, el modisto Juan Andrés Mompó, que durante años cosió desde este lugar que Paula define como mágico. «Es muy amigo de mi familia, se jubiló y como yo conocía bien el local desde pequeña... Juan Andrés es único. En este lugar hay mucho suyo. Para él fue una alegría que lo alquiláramos nosotros porque sabía que continuaría su esencia mágica».

La primera parte de la planta baja está ocupada por el estudio que dirige César, fotógrafo y piloto privado y de drones, mientras que en la zona trasera Paula trabaja el diseño y la creatividad. «Se nos ocurrió que al unir fuerzas podían salir más cosas». Cuentan que la estructura, los tabiques y la madera estaban de origen, y que escogieron los materiales apropiados para crear un estilo rústico nórdico que, en palabras de la propia Paula, confieren al espacio el aspecto de una sauna noruega. «Toda la madera de pino estaba y nos enamoró, y también los muebles originales de madera donde guardaba las telas que recuerdan a una tienda antigua de moda. Los armarios de la entrada estaban sin estantes y contenían los rollos de tejido». Los actuales inquilinos han decidido guardarlos apilados porque estéticamente son bellos y además les sirven de atrezo y para crear decorados. «Lo que había tenía alma y lo que nosotros hemos traído y estamos trayendo queremos que sea especial. Se trata de crear ambientes alrededor de las personas o de los objetos».

Capta el protagonismo la mesa de costura original que sacaron fuera y reconvirtieron en tocador. Cuando la encontraron estaba muy estropeada, con la chapa rota y los cajones deteriorados. «Todavía queda añadirle la barra de hierro de la que colgaban los hilos. La he restaurado yo a mano con papeles de colores impresos recortados, pegados con cola y cubiertos con una resina que se utiliza para hacer tablas de surf. La idea es que pareciera un mosaico y brillara». El resto de mesas de base verde hoja también estaban. La alta se utilizaba para los trabajos de corte y en otra más grande se hacían los patrones. «Sigue habiendo alfileres por todas partes y los probadores nos vienen muy bien porque la gente se hace cambios de ropa. Hemos respetado al máximo el carácter del lugar». La zona central la ocupa un encantador patio interior repleto de vegetación que nutre al estudio de luz natural y lo dota de un aire bohemio. «El patio estaba así. En su día hubo una enredadera muy grande. Nosotros trajimos todas las plantas. Hay un helecho, begonias, jazmín de Madagascar, aloe...» El mostrador lo encargaron a medida. Había uno en curva muy bonito pero cortaba la entrada. «Lo hicimos con madera de pino sin barnizar, nos gusta el aspecto de inacabado». La zona favorita de Paula es la parte interior, su jardín secreto. «Si lo necesito puedo salir a que me dé el aire entre las plantas. Es un rincón que transmite paz».

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