ÁLEX SERRANO
Domingo, 19 de junio 2016, 21:53
Como enormes esqueletos varados en la playa del tiempo, viejos complejos fabriles, naves industriales o refugios de la Guerra Civil se agostan por toda la ciudad. La recuperación de estos grandes cascarones vacíos de vida ha sido una de las reivindicaciones más antiguas de vecinos de barrios de toda la ciudad. Este año se desarrollan en Valencia varios proyectos que buscan adaptarlos a los nuevos tiempos, como la Ceramo, Bombas Gens, la Harinera del Grao, las naves de Demetrio Ribes, el monasterio de La Roqueta o el refugio bélico del Ayuntamiento, que seguirán los pasos del Colegio del Arte Mayor de la Seda, cuya rehabilitación integral para un museo se presentó este viernes.
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Tanto entidades privadas, como la Fundación Hortensia Herrero, como las propias administraciones públicas han escuchado las demandas vecinales y tras décadas de abandono han comenzado a trabajar en algunos de estos enclaves. Es el caso de las dos fábricas más famosas de la ciudad: Bombas Gens y la Ceramo. Ambas se encuentran en la avenida Burjassot y se adscriben al barrio de Benicalap (aunque una, Bombas Gens, está en Marxalenes). Son sus entidades vecinales y, sobre todo, Cercle Obert de Benicalap quienes con más ahínco han impulsado la rehabilitación de ambos inmuebles. Los dos son complejos fabriles de principios de siglo abandonados a finales del XX que han pasado décadas bordeando la siempre temida declaración de ruina inminente. Mientras que Bombas Gens ha sido adquirida por la Fundació Per l'Amor a l'Art, tras la que se encuentran los empresarios valencianos José Luis Soler y Jorge Úbeda, y acogerá un centro de arte y otro de investigación contra la enfermedad de Wilson, además del nuevo restaurante de Ricard Camarena, la Ceramo es propiedad municipal y se está rehabilitando. Sin embargo, todavía no está claro el uso que se le va a dar.
Josep Bellver, presidente de la Associació de Veïns Benicalap-Entrecamins, aprovecha la indefinición del Consistorio sobre la vieja fábrica para insistir: «Nosotros queremos ahí un centro de exposiciones y una escuela taller sobre cerámica con los últimos trabajadores de la Ceramo, que se han ofrecido voluntarios». Además, el Ayuntamiento quiere intentar convencer al Ministerio de Cultura para que amplíe en la Ceramo el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí. La entidad cuenta con una gran cantidad de piezas que no están expuestas por falta de espacio, como han repetido en varias ocasiones los responsables del museo.
Otro importante edificio industrial que está siendo rehabilitado es la Harinera del Grao. La vieja sede de Harineras Levantinas sigue el camino de otras naves de la misma calle Juan Verdeguer, que ahora se han convertido en el centro cultural Las Naves, y de otras cercanas en la avenida de Francia, donde se ha levantado el polideportivo Juan Antonio Samaranch, también conocido como la ciudad del pádel y que este verano, además, afronta su ampliación tras varios años de parón en las obras por problemas judiciales. La Harinera será un vivero de empresas y un centro para emprendedores y de empleo. Los vecinos del Grao se mueven entre el alivio y la decepción. «Para estar como estaba, mejor lo que van a hacer», explica el presidente de la asociación de vecinos, Jesús Vicente. «En un principio nosotros queríamos un centro social o uno cultural porque se han rehabilitado muchos edificios en la zona pero sin atender nuestras reivindicaciones», comenta Vicente, quien recuerda que su barrio no dispone de centro de atención primaria o de un centro social en condiciones.
El viaje por el patrimonio industrial en vías de recuperación sigue en pleno centro de la ciudad. Allí, junto a la plaza de España se ha levantado durante siglos un viejo monasterio abandonado, puerta con puerta con un colegio concertado y a escasos metros de una parroquia. Es el monasterio de San Vicente de la Roqueta. El Ayuntamiento, tras varios cambios sobre el futuro del mismo, se puso manos a la obra el pasado año y los trabajos en el inmueble, construido sobre otro más antiguo tras la llegada de Jaume I en 1238, han comenzado. Los 2,3 millones de euros invertidos por el Consistorio saben a poco entre los vicentinos. Rosa Araixa, presidenta del Foro Cultural Valenciano La Roqueta, afea a la Iglesia valenciana «que no se haya mojado nunca sobre el monasterio» y que siempre «se haya ido con los políticos» al respecto del antiguo edificio religioso.
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El destino de la Roqueta es incierto. La anterior alcaldesa, Rita Barberá, propuso que la Biblioteca Central y la hemeroteca municipal, situadas ahora en la plaza de Maguncia, se trasladaran al centenario monasterio, pero la idea fue rechazada por la concejalía de Acción Cultural que dirige María Oliver porque requeriría trabajos más complejos. Además, para albergar los servicios bibliotecarios centrales, se necesita un espacio de al menos 600 metros cuadrados. Por ello, el Consistorio está en negociaciones para adquirir el Centro Excursionista. Estas conversaciones, según explicó Oliver, «van para largo».
Mientras, Araixa asegura que desconocen el uso que se va a dar al templo, pero apunta que lo importante «es que sea acorde con la importancia del enclave». De hecho, pide a la Administración que efectúe catas arqueológicas para encontrar los restos de la iglesia primitiva. «Ahí está el kilómetro cero de la cristiandad valenciana», defiende.
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En vías de recuperación están también, no muy lejos de la Roqueta, las naves atribuidas al arquitecto Demetrio Ribes, en la calle Filipinas. Se encuentran en el interior de los terrenos del futuro Parque Central, cuya primera fase está ahora en marcha y se prevé acabar a mediados de 2017 tras una inversión de 15 millones.
Los usos serán variados. Más de mil metros cuadrados se utilizarán para «street food», tiendas pequeñas y quioscos, según la propuesta del Consistorio. El muelle junto al puente de Giorgeta albergará guarderías y ludotecas, pues estará muy próximo a la zona infantil del futuro Parque Central. Por su parte, la nave 1, que alcanza los 2.630 metros cuadrados de superficie, se reservará para una instalación deportiva. Se instalará una cancha polivalente, una piscina, un tatami, sala de musculación y espacio para oficinas, pero no una piscina, como pedían los vecinos. Este proyecto ha sido descartado por la complejidad técnica que entraña.
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Las dos naves pegadas a la mayor serán transferidas a la delegación de Cultura y a la Universidad Popular para acoger festivales, exposiciones temporales y teatro. La última, en la calle Filipinas, se reservará para un centro de día para jóvenes y otro de servicios sociales. Además, se estudiará la opción de un local de jubilados que pedían los vecinos.
La sociedad Parque Central ha organizado visitas guiadas para los vecinos para que comprueben cómo avanza la rehabilitación de las naves ferroviarias, mientras que la federación pide que los edificios «sean para toda Valencia, no solo para Ruzafa», en cuanto a que se hagan equipamientos generales.
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