ÁLEX SERRANO
Domingo, 31 de julio 2016, 23:39
Por donde se pasearon los VIP, ahora solo hay silencio. En las populosas gradas que en su momento estaban llenas de curiosos sólo hay óxido. La pérgola que albergó conciertos, hoy hay basura. Las amplias extensiones de la Marina Real Juan Carlos I, que hace apenas diez años eran la joya de la corona en la Valencia «puesta en el mapa» de Rita Barberá y Francisco Camps, son ahora un vergel de suciedad, pintadas y basura mientras sus gestores se debaten entre especializar el recinto con una oferta de ocio y restauración de calidad o albergar conciertos y festivales como el Marenostrum, que este fin de semana llena los alrededores del puerto de música electrónica y restos de macrobotellones eternos.
Publicidad
El estado de la Marina Real Juan Carlos I no ha de llevar a engaño al visitante. A simple vista, la apertura de locales como el Marina Beach Club o la Escuela de Emprendedores de Juan Roig revitaliza un recinto que hasta hace poco estaba lleno de bases abandonadas, tinglados que se caen y sueños arrastrados al olvido por la crisis y las citas electorales. Sin embargo, un paseo por la dársena con los ojos bien abiertos evidencia que el proyecto que a principios de siglo pretendía cambiar la fachada marítima de la ciudad se agota lenta pero irremisiblemente. Las cuentas no dan: entre pagar el préstamo de 500 millones de euros concedido por el Estado (y que ya acumula una deuda superior a los 400 millones) y planear futuros usos para la marina, el presupuesto en limpieza y mantenimiento parece reducirse hasta que las huellas del paso del tiempo y del abandono afean las infraestructuras de la Marina Real.
Pesa también sobre el aspecto de la dársena la ocupación de la misma. Mientras los amarres llegan al 90% de ocupación, en los locales de ocio de la Marina Real el porcentaje es mucho más bajo. El mismo edificio Veles e Vents, icono ya del proyecto de ciudad y de comunidad del Partido Popular, permanece infrautilizado. Años tuvieron que pasar desde que la Copa del América zarpara definitivamente del Mediterráneo para que el Consorcio Valencia 2007 le encontrara un ocupante semidefinitivo al edificio de David Chipperfield: Heineken España y La Sureña pagarán 360.000 euros al año por el edificio de 35 millones de euros, que alberga una amplia oferta gastronómica y cultural.
El resto de locales de la marina están, sirva el juego de palabras, desiertos. Situado junto a la pérgola ubicada en la marina en 2004 permanece vallado y totalmente abandonado uno de estos locales, rodeado de basura y de agua estancada. Se encuentra a escasos metros del puente móvil, que cerraba la dársena y permitía desarrollar por el interior del recinto el Gran Premio de Europa de Fórmula 1 con el que se intentó consolidar a la Marina Real como recinto para grandes eventos entre 2008 y 2012. Esta infraestructura apenas se utiliza y en su foso se acumula la basura. Su entorno está acordonado pero ello no evita que grupos de jóvenes salven las vallas para pasear por el muelle lleno de noráis abandonados.
Los caminos de la marina, cuyo futuro sigue sin estar claro, sin inescrutables. Y están embarrados y encharcados. El sistema de riego de los jardines situados en la explanada junto a las gradas o la pérgola enfanga las zonas más próximas al césped y transitar por ellos resulta imposible para los turistas y valencianos que se acercan hasta el Marina Beach Club o el único chiringuito del recinto, al lado de los parques infantiles. Ni siquiera las infraestructuras para los más pequeños se libran del marchitamiento. La entrada al parque la conforma un río de agua encharcada y bajo los columpios se abren amplios agujeros sin arena, de roca viva.
Publicidad
El recorrido hacia el sur de la marina ha de seguir, irremisiblemente, por los jardines situados junto a las enormes banderas de la C. Valenciana y de España que presiden la Marina Real Juan Carlos I. En estos jardines las huellas del abandono son evidentes: desde la desaparecida estatua que representa el planeta tierra hasta los aparcabicis que en su día fueron blancos pero hoy están oxidados (como las barandillas junto a las gradas de madera o las escaleras de acceso al muelle o de salida del aparcamiento), el abandono se enseñorea del recinto.
Pareciera que el tiempo ha pasado tan rápido en la Marina Real Juan Carlos I que el abandono haya llegado antes de que los servicios de mantenimiento se hayan dado cuenta. Como muestra, un botón. Junto al Veles e Vents, en uno de los jardines cercanos, hay un estanque. En tiempos estaba lleno de agua y rodeado por un túnel vegetal. Sin embargo, ahora, ni agua ni plantas. Y junto al seco recinto, un cartel: prohibido bañarse.
Publicidad
Pintadas por todas partes
El acceso a la Marina Real, por las noches, no está prohibido. Tanto es así que en ocasiones se ha convertido en epicentro del botellón, sobre todo cuando el edificio de los Docks albergaba una conocida discoteca de verano. Pero también se ha convertido en terreno abandonado para los grafiteros que han dejado su huella en varios puntos de la dársena. No son elaborados diseños como los que se pueden encontrar en el centro de la ciudad, sobre todo en el barrio del Carmen, sino pintadas en ocasiones hasta soeces que «adornan» maceteros, puertas o prácticamente cualquier superficie metálica que quede libre en la dársena. Es el caso de las situadas bajo las gradas de madera, frente a las cuales durante la celebración de la Copa del América se instalaron grandes pantallas y en las que había sillones donde sentarse a ver las regatas y la llegada de los barcos a la dársena interior. Ahora, en la escalera solo hay basura y suciedad, como junto al mismo canal de entrada, con maceteros y noráis flanqueando un camino lleno de desconchones. Otra de las zonas de la Marina Real que ha vivido mejores tiempos es el aparcamiento. Utilizado durante años por los clientes de la discoteca (era gratis por la noche), casi nunca se llena y las zonas más alejadas de la entrada, sobre todo en el segundo sótano, están sucias y hieden a orín.
Al sur de la marina se ubican las bases de los equipos que, tras la salida de la competición náutica de Valencia de manera definitiva en 2009 y la de los coches de Fórmula 1 en 2012, quedaron abandonadas, junto al gran centro de prensa. En concreto, las situadas más al sur, junto a la lonja de pescadores, son inmensas moles prácticamente derruidas llenas de polvo. El entorno de la Marina de Empresas de Juan Roig está más cuidado, pero el tinglado 2 sigue apuntalado y evita el derrumbe con redes de seguridad o vallas que alejan al visitante de las cornisas. Ahora, el tinglado tendrá un nuevo uso. Aunque hace años se presentó un proyecto para poner en marcha un mercado gourmet, esta iniciativa quedó aparcada con la entrada del gobierno tripartito, y ahora se convertirá en la sede de la comisaría de la Policía Nacional del Marítimo. La nueve sede policial se ubicará en el edificio de oficinas que hay en el lateral derecho de este edificio modernista. Este espacio está actualmente en uso, ya que alberga los equipos de vigilancia y las cámaras de la Marina Real, pero ahora además sumará la comisaría policial. La zona cubierta, donde ahora se patina, será una plaza pública para uso de los vecinos del distrito del Marítimo.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.