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fran j. sánchez
Viernes, 19 de agosto 2016, 09:20
Entre chasis y soldaduras, de esta forma comenzó la historia de uno de las figuras más internacionales de la industria del mueble valenciano.
Decidido, desinteresado y, especialmente, entrañable, como así lo recuerda Miguel Antequera, presidente del Club de automóviles antiguos de Valencia, Manolo Vidal Grau fue capaz de aprovechar su pasión, la restauración de vehículos clásicos, para impulsar en Bétera una fábrica dedicada a muebles modernos con influencias árabes. Tal fue su pasión por el detalle y la innovación, que sus originales muebles alcanzaron fama internacional, siendo especialmente cotizados en Oriente Medio, decorando la cadena de hoteles Meliá e incluso haciendo diversos escarceos por Hollywood, al mostrarse en diversas series, como la mítica Falcon Crest.
El éxito de este valenciano no se explica sin su mayor pasión: los automóviles clásicos. Incapaz de decir que no a sus amigos, Antequera recuerda la gran implicación del empresario dentro del club: «En pleno apogeo de sus negocios, cuando llegué a ser presidente, pedí a Manolo que fuera vicepresidente del club, a lo me respondió que no tenía tiempo suficiente para encargarse. Cinco minutos más tarde, Manolo volvió para decirme que le encantaría aceptar el cargo». Tal era su dedicación que Vidal Grau se mantuvo más de veinte años en el cargo. Además, nunca falló a su club, siendo habituales los gestos de cariño del empresario, como las comidas que organizaba en su conocida finca en Serra, apodada la Casa Blanca, o al sufragar el acondicionamiento de la sede actual de la organización cuando se vieron forzados a trasladarse.
Comerciante y viajero, era habitual que Manolo Vidal Grau aprovechara sus viajes a Estados Unidos y Oriente Medio para adquirir vehículos antiguos. Especialmente sus favoritos, los coches americanos. Clásicos que el mismo se dedicaba a restaurar en un espacio especial dedicado en la fábrica de Muebles Vidal Grau. De tal calidad eran sus obras que sus coches, y especialmente la niña de sus ojos, un Cadillac dieciséis cilindros de 1938, eran miembros habituales de la corte de la Fallera Mayor de la capital del Turia.
A los ochenta y dos años, Manolo Vidal Grau deja a tres hijos, Manolo, Rosa y Ana, y a seis nietos, que han podido disfrutar de la vida de uno de los empresarios más fructíferos de la provincia. Curiosamente, un avispado hombre de negocios que ideaba y confeccionaba muebles de lujo pero del que sus allegados destacan que nunca olvidó al joven soldador de origen humilde que un día fue.
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