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'Afanyeu-se a perdonar', lema para un episcopado

'Afanyeu-se a perdonar', lema para un episcopado

Cañizares alerta en su homilía del «ateísmo colectivo» de la sociedad actual e insta al nuevo prelado a ser «testigo de esperanza»

ISABEL DOMINGO

Sábado, 3 de septiembre 2016, 23:29

«Una de las cosas para mí más hermosas de mi currículum es que soy nieto de un beato mártir y esto es un privilegio y una exigencia». Lo dijo Arturo Ros tras ser nombrado por el Papa nuevo obispo auxiliar de Valencia a finales de junio en lo que fue toda una declaración de intenciones que ayer, durante su ordenación como tal en la catedral, volvió a cobrar protagonismo.

Porque Ros quiso que sus primeras palabras como obispo auxiliar de la diócesis fueran para rendir homenaje a su abuelo, el beato Arturo Ros, cofundador de Acción Católica que fue ejecutado en 1936. «Afanyeu-se a perdonar», recordó Ros que dijo su abuelo a su mujer y sus seis hijos poco antes de morir. La «expresión de un alma pura y grande», unas últimas palabras «pronunciadas tantas veces por mi abuela y mi padre» que «resuenan siempre en mi memoria», confesó el prelado.

Visiblemente emocionado (tanto que tuvo que parar unos instantes y los asistentes le arroparon con aplausos), Ros ha querido que esa frase -«Afanyeu-se a perdonar»- sea su lema episcopal, eso sí, en la versión latina 'Properate ad veniam offere'. Recurrió al valenciano para las partes más personales de su intervención y también para dar las gracias a la consellera de Justicia, Gabriela Bravo, por asistir. De hecho, fue la única representación institucional en un acto en el que se pudo ver al expresidente del Consell Francisco Camps, al expresidente de Les Corts Juan Cotino y a los rectores de la Universidad Católica y el CEU, Ignacio Sánchez Cámara y Rosa Visiedo, respectivamente.

El nuevo obispo auxiliar hizo referencia en varias ocasiones al papa Francisco, del que recordó las palabras sobre que «la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón». Pero el grueso de su discurso se centró en muestras de gratitud para su familia (sentada en los primeros bancos), los pueblos de Vinalesa (su localidad natal), Torrent y Requena (donde fue párroco durante 11 años «intensos y difíciles») y la Iglesia, que «siempre fue mi familia».

También hubo mención para sus guías eclesiales: Miguel Roca, Agustín García-Gasco, Rafael Sanus, Enrique Benavent, Carlos Osoro (quien, por cierto, recibió numerosas muestras de cariño de los feligreses) o Antonio Cañizares, al que agradeció su confianza además de relatar algunas pinceladas de la conversación que ambos mantuvieron al día siguiente de ser nombrado el cardenal arzobispo de Valencia en 2014.

22 arzobispos y obispos

Fue el broche final de un acto solemne en el que hasta 22 arzobispos y obispos concelebraron la misa de ordenación de Arturo Ros junto al cardenal Cañizares. A los mencionados Osoro y Benavent se sumaron, entre otros, el obispo auxiliar Esteban Escudero, el arzobispo de Barcelona (considerado el brazo del actual Pontífice en España), Juan José Omella, y el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo. Sin olvidar a cerca de 400 sacerdotes valencianos.

Ros estuvo acompañado por los párrocos Juan José Llácer y Camilo Bardisa, que ejercieron de padrinos. De manos del arzobispo de Valencia recibió la mitra (regalo de las Oblatas de Moncada), el anillo episcopal y el báculo (obsequio de sus compañeros seminaristas). La casulla que vistió fue la misma de su ordenación sacerdotal en 1993.

Cañizares le instó a ser «testigo de esperanza, profundamente realista y hondamente libre» y «auténtico creyente en Jesucristo» ante «las contestaciones tan contradictorias, inseguras y desconcertantes de muchos de nuestros contemporáneos». Alertó del «ateísmo colectivo y práctico» que amenaza «la tradición cristiana» mediante «una civilización permisiva, fundada en un ansia de tener cada vez más cosas, un mundo cerrado y sin profundidad que no nos permite ver a Dios». De ahí que una de las tareas encomendadas a Ros sea la promoción de la formación de un laicado adulto y la nueva evangelización.

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