Hay una asociación en Valencia que se dedica en cuerpo y alma a la protección del patrimonio histórico. No en vano les han llamado los guardianes del patrimonio y cuando ven que las agresiones elevan el tono, presentan una denuncia en el Ayuntamiento o en ... su defecto al Síndic de Greuges. El cap i casal sufre ahora un incremento de temperatura, una subida en la fiebre de las pintadas, por lo que han dado rápidamente la voz de alarma.
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Los lugares son variopintos y van desde fachadas de palacios a puertas de vecinos, pasando por las paredes de un refugio de la Guerra Civil o la misma Lonja, seguramente el inmueble más simbólico debido que es el único catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Todas sus denuncias van acompañadas por fotografías para que no quepa la menor duda. «Pintaron en las fachadas del Palau de Pineda en lugar de quitar los grafitis», es un lamento que se produce con asiduidad en otros sitios. «Cuando dentro de varias décadas restauren esos edificios pensarán que es algún tipo de arte y querrán conservarlo», ironizan sobre esta cuestión.
Igual de grave es lo que ocurre en los edificios privados, sobre todo en las ricas puertas de madera. «Los vecinos se gastan dinero de su bolsillo quitando una y otra vez las pintadas, pero vuelven, es tremendo lo que ocurre», indican fuentes de la entidad.
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En ocasiones el Ayuntamiento actúa de manera adecuada, sólo en ocasiones. Así ocurrió con el antiguo depósito de gas situado junto a la calle Lebón, en una plaza donde la enorme estructura metálica protegida domina el paisaje. «Lo pintaron con un producto que sólo necesita un poco de agua para quitar la pintada. Lo probamos con las primeras que aparecieron y funciona, pero hace poco vimos que habían repintado y nos tememos que el producto sea común, es decir, que luego no pueda borrarse el grafiti tan fácilmente».
Los últimos ataques se han centrado en la calle Caballeros. «Es tremendo lo que ocurre en el Palacio de los Mercader, el Palacio del Marqués de Malferit o el de los Condes de Alpuente, todos son víctimas frecuentes de los grafiteros y es algo constante», indicaron en referencia a algunos de los inmuebles más representativos de la zona.
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Una de las soluciones está ya en marcha con la puesta en servicio de cámaras de videovigilancia en algunos de los monumentos más representativos de Valencia, aunque desde Círculo por la Defensa del Patrimonio son escépticos acerca de su utilidad. «Desde que empezaron a funcionar se han producido varios actos vandálicos y no tenemos noticias de que se hayan tramitado multas o siquiera identificado a los culpables», precisaron.
La solución pasa, aseguran, por la creación de una base de datos con todas las pintadas. «Se pueden agrupar a través de estudios caligráficos porque hay firmas, marcas comunes que dejan». De ese modo, con la acumulación de casos, piensan que si la Policía Local logra detener a uno «in fraganti» las sanciones podrían ser más elevadas y, por lo tanto, servir de aviso a los demás.
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A medio plazo reivindican la creación de una unidad policial específica para trata estos temas. «Es la única manera de que esto se tome en serio», apuntan, para citar que los propios edificios municipales son víctima de los grafiteros.
Sirva como ejemplo el restaurado refugio de la Guerra Civil en la calle Serranos. «Aquí es todavía más sangrante porque hay motos aparcadas, contenedores de basura,...». Pero de esto último el caso más notorio es de la alquería de Olba, un grupo de casas junto al parque de Marxalenes, todas de propiedad municipal y donde «se hizo algo de maquillaje pintando las fachadas, pero la realidad es que aparecieron con pintadas casi de inmediato y, además, se permite el estacionamiento con vehículos pegados a la pared. Las manchas negras en una de las fachadas corresponden al incendio de un coche, que afectó a la pared».
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La sede del Gremio de Carpinteros, en el barrio de Velluters, es otro caso indudable de patrimonio protegido con las fachadas echadas a perder repletas de pintadas, el interior del inmueble es más que destacable. «Hay una bala de cañón expuesta de recuerdo de la Gloriosa, la Revolución de 1868, además de varias salas de gran factura», indicaron.
El edificio está en el corazón de Velluters, rodeado por una plaza que requiere una reurbanización urgente, dañada también por el vandalismo de los grafiti. Justo al otro lado se levanta un exuberante huerto de ocio y autoconsumo, fruto de un acuerdo de ayuda entre el Ayuntamiento y una asociación. La sede del gremio que originó las Fallas tendrá, por el contrario, que esperar tiempos mejores.
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