ISABEL GUTIÉRREZ
VALENCIA.
Sábado, 23 de octubre 2021
Algo monacal se respira a media mañana tras el cristal de Estudio Savage, pese a que las texturas, volúmenes y colores de las prendas que cuelgan de unas barras metálicas doten de cierta opulencia a este espacio austero: aquí se crean vestidos, abrigos, trajes, bolsos... ' ... proyectos', los llama Adrián Salvador, porque del encargo a la idea, del diseño a la última puntada, «todo requiere un trabajo, un desarrollo, y eso tarda».
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Quien tenga prisa, que se relaje. Para este diseñador que puede presumir, aunque no lo haga, de haber creado prendas que han lucido varias celebridades -un vestido para Michelle Obama, cuando él trabajaba en J.Mendel; o un bolso de su marca nicho ONESIXONE que Raina de Jordania eligió para una recepción palaciega-, «el lujo es tener tiempo». Y sobre esta premisa ha construido su filosofía de trabajo y hasta su propia vida. «Intentamos hacer artesanía contemporánea: materiales tecnológicos con técnicas tradicionales. Ese híbrido nos permite elaborar líneas más innovadoras y aplicar una manera de hacer las cosas con más tiempo para explorar y crear», explica.
-Avisan algunos sociólogos de la inminente llegada de los 'locos años 20 del siglo XXI': tras la crisis sanitaria, habrá una explosión de consumo. ¿Cómo se concilia todo eso con el nuevo lujo que usted abandera?
-Hay un cambio de paradigma, con Loewe como marca pionera: la 'desmaterialización' de la moda para vivir más la experiencia. Se trata de manejar mejor el tiempo para dedicarlo a las cosas que realmente queremos: familia, bienestar personal, viajes, experiencias musicales, gastronómicas o formativas... Durante la pandemia hemos visto que podemos vivir bien sin consumir tanto.
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-Consumir menos y más despacio: un misil contra la línea de flotación de las multinacionales textiles del 'low-cost'...
-Me hace gracia cuando en periódicos de negocios, como 'Fashion & Bussines', aparecen directivos del mundo de la moda lamentándose porque, según ellos, la gente no consume. Pero, ¿nos aportan algo nuevo? Si por ejemplo vas a una tienda de Apple, en cualquier ciudad, siempre hay cola. Algo están haciendo bien. En moda, ese servicio de atención al cliente se ha perdido. Y si nos vamos al producto en sí, no ha habido una gran evolución más allá del bajar precios a costa de abaratar materiales y producir fuera a gran escala. Y mira que ahora se puede trabajar con nuevos procesos, con tejidos inteligentes... Todas esas cosas están ahí, lo que sucede es que muy pocas marcas han apostado por la verdadera revolución: una producción más sostenible y el empleo de técnicas artesanales.
-¿Ya ha logrado todo eso?
-Hemos construido una marca muy vinculada al lugar donde vivimos. Valencia es de las provincias españolas con más oficios artesanales, así que todo ha resultado muy orgánico.
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-¿Tenía claro, cuando empezó, que este era su camino?
-Regresar a Valencia siempre fue mi objetivo. Cuando Lucas Zaragosí y yo formamos el Estudio Savage, hace once años, el modelo de empresa al que aspirábamos era diferente de lo que había. En los tiempos en los que aún estudiaba decían que para ser diseñador de moda debías hacer pasarela, y he acabado en algo muy distinto. No hay un molde. Hemos tenido capacidad de adaptación y hemos encontrado nuestro propio modelo.
-¿Toda su producción es 'made in Valencia'?
-Intentamos trabajar con lo que tenemos más cercano, pero también vamos más allá. Por ejemplo, los bolsos los hacemos en Ubrique, hay materiales que vienen de Cataluña, algún artesano en Madrid... Optamos, siempre, por lo que tenemos en España. Me fijo mucho en el 'made in...' He visto productos de Comme des Garçons (prestigiosa marca de moda fundada en Japón por Rei Kawakubo y asentada en París) que en sus etiquetas no ponía 'made in France' o 'made in Japan', sino 'made in Ubrique'. ¡Y eso sí que es ser avanzado!. El 'made in' es algo muy político. En Italia la legislación es laxa: si en el proceso de producción ya hay tres cositas hechas allí, puedes estampar ese 'made in Italy'. Pero para poner 'made in Spain' todo tiene que estar hecho en este país. Eso es bueno, claro que sí, pero no se entiende cómo al mismo tiempo existe esa facilidad para colocar aquí productos de China con materiales tan malos. Nuestra etiqueta es 'made near' ('hecho cerca').
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-¿Donde están sus referentes?
-En muchas partes. Mi madre es arquitecta (Sol Candela) y eso me ha tirado mucho. Pero también encuentro referentes en el diseño japonés, en el Renacimiento, en la Bauhaus, en la mezcla de tradición y vanguardia de Copenhague... En las épocas más humanistas, cuando se tocaban diferentes disciplinas y había proyectos globales.
-¿Qué es la elegancia?
-Es una palabra que se refiere a tantas cosas, que ya ha perdido su sentido. Para mí, la elegancia es la sofisticación de la forma. Pero, ¿qué forma? ¿Minimalista o recargada?
-¿Por ejemplo?
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-Por ejemplo, el cuadro 'La primavera', de Boticcelli, que inspiró mi primera colección. Esos vestidos de gasa de las ninfas, las transparencias, las flores estampadas que parecen tridimensionales, la delicadeza... O un autorretrato de Sorolla en el que aparece con un traje de lo que parece lino blanco. Impecable.
-Dicen los cronistas que la vida social valenciana ha abandonado el gusto por la opulencia y las apariencias para centrarse en las dotes intelectuales más que en las materiales...
-En Valencia siempre ha existido un poso cultural en la vida social. Hay muchos artistas que, desde hace décadas, están muy bien relacionados y precisamente la sociedad valenciana es muy mecenas de su cultura. Ahí están Hortensia Herrero, Juan Roig...
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-¿Cómo ve su ciudad?
-Valencia ha evolucionado muy bien. Al final pienso que hasta tuvimos suerte de la barbaridad de corrupción que había, porque es lo que nos ha hecho ser una especie de avanzadilla del cambio de imaginario que queríamos como sociedad. En cuanto a la transformación de la ciudad, el transporte está en proceso de transición, sobre todo en lo referente al uso de la bicicleta y la ampliación del carril-bici. Ahora hay una chapucilla, pero habrá que dejar un margen a los políticos y ver si hacen un buen proyecto. Y una de las cosas que más me impacta, para bien, es que quince o veinte años atrás, cuando quedabas con los amigos para tomar una copa o salir a cenar, había que ir al centro. Pero Valencia es de sus barrios y hoy los barrios son la alternativa, con su propio centro, sus restaurantes, su cultura...
-¿Se imagina en otro lugar?
-La verdad es que no. Hay sitios estupendos para trabajar, estudiar, descansar... Podría residir en Oporto o Copenhague, son grandes ciudades, pero les falta mi Mediterráneo.
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