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Las estanterías desiertas de una tienda de libros y prensa en la terminal de salidas del aeropuerto de Manises evidencia la situación de la infraestructura. El décimo aeropuerto más importante de España operaba ayer un total de 178 vuelos, cuando el mismo día de ... 2019 contabilizó 217. «Está mucho más vacío que de costumbre... pero comparado con el año pasado, estamos a tope», reconocían en una cafetería en la terminal de salidas.
Sería más correcto decir que es la única, dado que no hay más locales comerciales abiertos, al menos en la zona pública del aeropuerto. La terminal de salidas, poco antes de las 11, bulle de actividad en dos mostradores: los que están embarcando dos vuelos a Lyon y a Madrid. En otro, empleados de la aerolínea reciben un curso acelerado para controlar las PCR y los certificados médicos. Sin embargo, a nivel comercial el aeropuerto es un erial: únicamente una cafetería resiste, cual aldea gala, justo al lado de la zona de embarque.
Los números no engañan. Para ayer, hoy y mañana hay programados un total de 524 vuelos (178 ayer, 161 hoy y 185 mañana). Son casi 80 menos que en 2019, el último año de actividad frenética en el aeropuerto. El fin de semana más similar, el que entonces incluyó los días 19, 20 y 21, registró 603 vuelos, siendo el viernes el día con más trayectos (217). En 2020, con un verano a medio gas, el aeropuerto contabilizó 318 vuelos en los días 17, 18 y 19 de julio.
En Manises, además, era ayer muy numerosa la presencia de extranjeros. En su mayoría, franceses, dado que ayer salieron desde Valencia cuatro vuelos a París, tanto al Charles de Gaulle como a Orly, y el ya citado vuelo a Lyon. En clave nacional, únicamente operó Manises tres vuelos a Palma de Mallorca, dos a Sevilla, y sendos vuelos a Madrid, Asturias, Barcelona, Bilbao e Ibiza, al menos hasta las 17.10 horas.
Según explicaron empleados del aeropuerto que no quisieron identificarse, la situación no es la ideal pero, con todo, es mejor que la de años anteriores. Tampoco quiere decir mucho porque cabe recordar que Manises estuvo sin operar ningún vuelo durante buena parte de 2020, mientras que cuando recuperó la actividad lo hizo de forma tímida, al menos hasta aproximadamente tres meses, tal como explicaron las mismas fuentes. Los pasajeros que ayer tenían un vuelo comprado (era imposible acceder al aeropuerto sin un billete... al menos en teoría, porque nadie impedía la entrada por la terminal de salidas) descansaban en los bancos a la espera del embarque. Los aeropuertos siempre son no-lugares, espacios donde no pasa nada porque todo está a la espera de pasar, y Manises era ayer el mejor ejemplo de esta situación, con los viajeros en una suerte de pausa indefinida en la que no podían hacer nada más que esperar.
524 vuelos programados para este fin de semana, casi ochenta menos que en 2019.
178 vuelos ayer, frente a los 217 recibidos durante el mismo fin de semana de hace dos años.
El motivo es que la actividad comercial de Manises brilla por su ausencia. Tampoco es que el aeropuerto tenga una vibrante actividad económica, al menos desde que hace unos años Aena decidió trasladar la mayoría de locales tanto de ocio como de restauración a la zona de embarque. La tienda que ejercía de librería y papelería, donde se podía comprar la prensa, está totalmente cerrada. Era el principal alivio al que acudían los pasajeros antes de pasar a la zona de embarque. «La verdad es que tengo por costumbre comprar un libro en cada aeropuerto al que voy y aquí no he podido. No es un drama», decía una pasajera de un vuelo nacional que esperaba ayer para embarcar.
Si hay una zona de los aeropuertos en la que más gente se congrega, esa es la terminal de llegadas. Los abrazos y los besos se reparten de forma masiva ante las puertas de las distintas salas, pero la pandemia lo ha cambiado casi todo, incluido este aspecto. Ahora, la recepción es fuera del aeropuerto, junto a la parada de taxis.
A la entrada de la terminal de llegadas, una vigilante se encargaba ayer de recordar a familiares y amigos que tienen que esperar fuera. «No se puede entrar, ni con mascarilla ni nada», decía a quien intentaba acceder. Al final, de la sala de llegadas a la salida del aeropuerto hay unos pocos metros, por lo que tampoco supone un gran problema para los pasajeros que, eso sí, se encue ntran con un aeropuerto casi fantasma.
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