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Todavía faltan unos meses para que concluyan las obras, seguramente en octubre, aunque la excavación arqueológica y posterior rehabilitación de la alquería del Moro, en el barrio de Benicalap, acumula numerosas sorpresas dignas de un inmueble que hunde sus raíces a finales del siglo XIII y se mantuvo habitado hasta mediados del siglo pasado.
La concejala de Agricultura, Consol Castillo, acudió la pasada semana junto al concejal de Gobierno Interior, Sergi Campillo, a una visita de obras para conocer el detalle de la evolución del proyecto, donde la inversión municipal ronda los dos millones de euros para lo que se convertirá en un Centro de Interpretación de la Huerta. Los técnicos, encabezados por la arqueóloga Pepa Pascual y el arquitecto Adolfo Herrero, desgranaron las sorpresas que se han ido encontrando.
La alquería es un conjunto de inmuebles producto de una evolución constante. «La parte noble estaba en la primera planta y luego pasó a la planta baja», comentaron como ejemplo. La idea es completar la propiedad con tres inmuebles privados, uno en ruinas por desplome, y un huerto que llega hasta la alquería de La Torre. La ejecución del proyecto ha intentado mantener todos los elementos originales, como es el caso de las enormes vigas de madera. «Son de pino de Campanar, muy apreciadas entonces», señaló Herrero a la comitiva.
No faltan detalles en la rehabilitación de la alquería, lo que enriquece todavía más el proyecto. Está el caso de un grafiti aparecido en una de las paredes de la primera planta, en realidad un dibujo infantil que representa toscamente dos soldados luchando con espada. Encima de uno la palabra 'turco' y sobre el otro 'España'. También se ha recuperado el acceso a una pequeña capilla, donde se conserva la mayor parte de una inscripción en latín. El proyecto prevé la reconstrucción del hueco, que se completará con la parte museográfica. En un lateral se ha añadido una plataforma y el hueco de un futuro ascensor, con el propósito de garantizar la accesibilidad a la primera planta del edificio.
El plan museográfico terminará de colocar cada cosa en su sitio, como qué hacer con los restos de una prensa de vino en la parte que recae al parque de Benicalap. «Sobre estas piedras se colocaba la tarima de madera para apoyarse», comentaron. Antes, en otra de las habitaciones los operaciones encontraron un «tesoro» en forma de caja de juguetes escondida en una pared. «Había una peonza, unos aros y una cuerda». La limpieza también sacó a la luz un salvoconducto que permitía a su poseedor viajar a otros municipios, dado que garantizaba la ausencia del cólera.
Al tratar una pared afloró un horno de pan del siglo XIV. «Debían venir de los alrededores para cocer el pan», apuntaron, lo que refleja el poderío de las familias propietarias. No en vano, en la primera planta se han recuperado sendas ventanas con asientos que servían para tener más luz. Relevancia económica pero hasta cierto punto, al percatarse de que los bordes de la supuesta piedra eran simulados en el fachada de enlucido.
Al lado de esta zona de la primera planta se situaba una zona de trabajo para criar gusanos de seda y secar tabaco, cuando la familia pasó a residir en la planta baja, donde los técnicos dilucidan ahora la paleta de colores para recuperar la decoración de la estancia principal.
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