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Redacción
Valencia
Domingo, 3 de julio 2022, 01:12
Familiares de las víctimas, representantes sindicales y de la comunidad portuaria celebrarán este domingo un acto de homenaje por el 25 aniversario del accidente registrado el 3 de julio de 1997 en el buque 'Proof Spirit', en el que fallecieron 18 trabajadores y otros diez resultaron heridos. El barco estaba en construcción en los astilleros de la antigua Unión Naval de Levante (UNL), en el Puerto de Valencia. En el momento del accidente, se estaban realizando trabajos de soldadura cuando se produjo una fuga de gasóleo durante la operación de carga de combustible. Así lo contó LAS PROVINCIAS:
Familiares llorando, desmayos, rostros apesadumbrados de los bomberos y trabajadores de los astilleros de Unión Naval de Levante, gritos de desesperación cuando se leyó en voz alta la lista de fallecidos, sirenas de ambulancias del SAMU y Cruz Roja, vehículos de Bomberos, Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Local saliendo y entrando del Puerto a gran velocidad y per sonal médico realizando la respiración boca a boca, fueron algunas de las escenas trágicas que se vivieron. «No sé cómo he podido salir de este infierno», repetía una y otra vez uno de los trabajadores que logró salvar la vida. El dolor y la consternación sacudió ayer el puerto de Valencia y conmocionó profundamente a toda Valencia. En cuanto la noticia se dio a conocer a través de la emisoras de radio y cadenas de televisión, se fueron congregando en las puertas de los astilleros de Unión Naval de Levante decenas de familiares de los trabajadores de la empresa. Las escenas de dolor y emoción ponían un nudo en la garganta.
Las ambulancias, vehículos de la Policía Local, Guardia Civil, Policía Nacional, Guardamuelles y del Cuerpo de Bomberos iban y venían sin cesar. Varias personas tuvieron que ser atendidas al sufrir crisis nerviosas, tras recibir la noticia. La mayoría se mostraba preocupada por el paradero de sus familiares.
El hecho de que sólo existieran en el lugar dos líneas telefónicas impedía que los familiares que se habían congregado realizaran gestiones telefónicas para tranquilizar a quienes se habían quedado en los domicilios en espera de noticias.
Por ello, muchas personas utilizaron los teléfonos móviles de los periodistas para confirmar a sus familias que en la lista de fallecidos no aparecía su padre, hijo o hermano.
José Angel Vila, miembro del comité de empresa, relató que el accidente lo presenció desde lejos. Un trabajador de los astilleros, que prefiere mantenerse en el anonimato, decía ante las puertas de la misma: «A mí me ha pillado en tierra esta vez, cerca, pero no puedo decir nada más. Llevo 35 años en la empresa y esto nunca había pasado. Como máximo, en 35 años, habían caído uno o dos en cada accidente, pero tantos era imposible.»
Seguidamente lanzó una crítica: «Sólo hay una escalera para entrar y salir del barco y eso se puede comprobar. Debía hablar más escaleras. Aunque no ha sido por culpa de eso, pero...»
Una de las personas que se mostró más emocionada fue la esposa de José Antonio Cuevas. «Oí la noticia por televisión. Me han dicho que mi marido, que trabaja en logística, está ayudando a sacar gente.» Posteriormente se supo que había ayudado a salir del barco a un total de 14 compañeros. Un trabajador le comunicó a ella y al resto de su familia que José Antonio estaba bien, aunque se 1 había tenido que tomar dos tranquilizantes para serenar su estado de nervios. La mujer duda unos 5 instantes, pero al final confía en la palabra que le dan y se tranquiliza. Su esposo estaba a salvo.
Francisca Escamilla se enteró de la noticia a la una y media y se trasladó a los astilleros desde la localidad de Sagunto. Su marido, Miguel Alejo, estaba en perfecto estado, así como su hermano. Simplemente esperaban para comprobarlo con sus propios ojos.
Pero los peores momentos vinieron cuando un empleado colocó en el cristal de una ventana la lista de los fallecidos que había identificados. Alguien se lanzó de inmediato a decirle a quien la puso: «Arranca esa lista, macho, que eso es muy duro, eso no se puede hacer así». Varias personas más realizaron la misma crítica.
Una mujer, que acababa de llegar a la entrada de la empresa, se puso muy nerviosa al ver el nombre de su hijo en la lista: Raúl S. V., vecino de Vall d'Uxó. Entre sollozos, preguntó a varias personas si era la lista de fallecidos o la de heridos, pero nadie quería darle la trágica noticia y un silencio estremecedor se apoderó de todos los presentes.
La madre de Raúl comprendió entonces que su hijo había muerto y empezó a gritar desconsolada: «¡Dios mío, mi hijo, mi hijo, sólo tenía 18 años!» Varias personas intentaron calmarla, pues sufrió un ataque de nervios.
Otra mujer lloró desesperada al ver que el nombre de su marido y su hermano figuran en la trágica lista. De repente salta una duda sobre uno de los apellidos y aparece una esperanza que de inmediato «No sé si será verdad...» Por desgracia, confirmó más tarde lo que temía.
Dos mujeres se abrazan. Una no cesa de gritar: «¡No, por favor! h ¡No, por favor!» Acababa de enterarse del fallecimiento de un ser querido. Otra, en voz baja, decía: «Lo sabía, pobrecito, eran mu chos...!» Desde el primer momento presentía que su familiar había sido una de las víctimas de la tragedia.
Cinco psicólogos de Cruz Roja, Teléfono de la Esperanza, Colegio de Psicólogos y Médicos Sin Fronteras, acudieron hasta el lugar del suceso para asistir a los familiares de las víctimas, algunas de las cuales precisaron asistencia médica al producirse desvanecimientos.
Entre tanta tristeza hubo un hueco para la alegría, la de quienes confirmaban que sus padres, maridos o hermanos no estaban entre los muertos. No importaba si estaban heridos, lo que querían confirmar era que no habían fallecido. Dos jóvenes no pueden contener su satisfacción: «¡No está! ¡no está!» Se abrazan emocionados y se van dando saltos de alegría. En pocos segundos desaparecen del lugar con la sonrisa en sus rostros.
Un hombre de mediana edad, presa de un ataque de nervios, se enfrenta a una cámara de televisión y tiene que ser sujetado por varios de sus compañeros. Le molestó que se tomaran imágenes del dolor de los familiares de las víctimas y no pudo contener su impulso.
Tres muchachas jóvenes preguntaron por varios familiares: padre, hermanos, primos. Ya habían recibido la noticia de que estaban bien y esperaban a que salieran, con la finalización de las tareas llevadas a cabo para el rescate de todos los heridos que quedaban.
«¡Mi padre está vivo! ¡Mi padre está vivo!», grita una chica abrazada a un joven que no cabe en sí de alegría. Su felicidad contrasta con el llanto de quienes ya no verán más a sus allegados. Fue la cara y cruz de una jornada trágica para todos los valencianos y para el Distrito Marítimo de Valencia en particular.
En una de las habitaciones de la planta cuarta del hospital La Fe se encontraban dos de los heridos. Uno de ellos, Sergio Torres, de 19 años, recibía a lo largo de toda la tarde la visita de familiares y amigos. Su hermana Carmen, al salir de visitarle aseguraba que estaba bien. «No recuerda nada, pero se encuentra bastante bien.» Carmen confesaba que se habían trasladado hasta el hospital nada más conocer la noticia «Estaba contratado temporalmente, es electricista, pero no sé bien qué hacía en el barco. Tiene toda la espalda quemada y le cuesta respirar, por todo el humo que ha tragado, pero está bien.»
En la misma habitación, con quemaduras en el brazo y en la cabeza, se encontraba Javier Balarruga. También estaba consciente. La hermana de Sergio afirmaba que «creo que es de Bilbao, que ha venido contratado. Lo he visto bastante mal y no he querido preguntarle». Balarruga se mostraba muy afectado por el accidente.
Algunos trabajadores de la Unión Naval de Levante arriesgaron sus vidas para salvar las de sus compañeros. Este fue el caso de Miguel Salvador, jefe de equipo de la sección de montura, y de otras dos personas más, que se introdujeron varias veces en la sala de máquinas para rescatar a los trabajadores que se encontraban atrapados, a pesar de la densa humareda y las altas temperaturas.
«Se metían en el barco dentro de la cesta de la grúa y ayudaban a salir a los compañeros como podían, también les hacían la respiración boca a boca a los heridos antes de que fueran atendidos por el personal médico. La verdad es que la labor de estas personas ha sido muy importante, porque ellos sabían mejor que los bomberos moverse por dentro del barco, ya que el humo no les dejaba ver nada», manifestó José Quiles, un trabajador de los astilleros.
Al lugar de los hechos acudieron a lo largo de la trágica jornada, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, los presidentes de la Generalidad, Diputación y Cortes Valencianas, Eduardo Zaplana, Manuel Tarancón y Héctor Villalba respectivamente, el delegado del Gobierno, Carlos González Cepeda, y el director general de la Policía, Juan Cotino, quienes se interesaron por el estado de los heridos y la causa del trágico accidente.
Los cuerpos de las víctimas fueron trasladados a una nave de la empresa Unión Naval de Levante para la plena identificación por parte de los familiares y responsables de las empresas, y de allí los llevaron al Instituto Anatómico Forense para practicarles la autopsia.
En el exterior continuaron las escenas de dolor de familiares, amigos y compañeros de trabajo de las víctimas, entre ellos Julián Martínez, quien resultó ileso al salir del barco para coger una pieza del taller, segundos antes de producirse la deflagración.
En las Reales Atarazanas se instaló durante la pasada noche la capilla ardiente y en este mismo lugar se celebrará hoy el funeral, para proceder posteriormente al entierro de la víctimas en sus respectivas poblaciones.
Diez de los fallecidos son de Va lencia, mientras que los ocho res tantes son de Vall d'Uxó, Catarroja, Ferrol, Irijoa (La Coruña), Arbumi Cambil (Jaén), Santurce (Vizcaya Trápaga (Vizcaya) y Madrid.
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