EFE
Lunes, 25 de febrero 2019
De poco ha servido el informe del Consell Valencià de Cultura (CVC) que avala el derribo de unas paredes del siglo XIX en la parte trasera de la catedral, un proyecto que se remonta a 2014 y donde la Conselleria de Cultura siempre se ha puesto de perfil, cuando no abiertamente en contra. Ayer fue una de esas situaciones, dado que pocas horas después de conocerse el dictamen, la Administración autonómica dijo que buscará a otros expertos.
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Cierto es que los informes del Consell de Cultura no son vinculantes, aunque como lo había pedido la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, se había dado por supuesto que lo iba a aceptar sin más. Nada más lejos de la realidad a tenor de lo indicado por fuentes oficiales de la conselleria. «Dicho informe, que no es vinculante, no aclara las dudas surgidas ante el proyecto del Cabildo Metropolitano (de la catedral). El proyecto plantea la supresión definitiva e irreversible de un cuerpo edificatorio íntegro. El informe del CVC, cuyo trabajo valoramos y agradecemos, concluye que la autorización 'podría ser otorgada', un condicional que no se adecúa a la irreversibilidad de la actuación».
Las mismas fuentes señalaron que desde la Conselleria «se busca un equilibrio entre la arquitectura, la historia del arte y la protección del Bien de Interés Cultural. Mientras estudiamos el informe del CVC con detenimiento, continuaremos recabando informes a otros órganos consultivos antes de proceder a la autorización o desautorización de dicha intervención».
El motivo del conflicto es un proyecto denominado «Recuperación de fachada de los absidiolos y cubierta cúpula del relicario» de la Catedral de Valencia, cuyo autor, el arquitecto Salvador Vila, señaló tras conocer el informe de la entidad consultiva que el cabildo dispone de presupuesto para «comenzar las obras de inmediato», dado el perjuicio que causa la construcción postiza a la cubierta de la sacristía y otras estancias de esa parte de la Seo.
No en vano, hace tiempo se vio obligado a colocar una lona protectora en parte del tejado, para impedir que siguiera entrando agua en caso de fuertes lluvias. Varias pinturas del interior están estropeadas por este motivo, lo mismos que una serie de armarios de madera maciza, que guardaban hasta su traslado por seguridad numerosas reliquias. Vila defendió que se trata de una intervención «urgente y necesaria».
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En síntesis se trata de recuperar «las fachadas de los absidiolos centrales de la cabecera, de sus ventanales y contrafuertes mediante la eliminación de todos aquellos elementos que actualmente constituyen añadidos impropios e innecesarios, así como completar el tambor y la cubierta del Relicario, con la restauración de elementos arquitectónicos vinculados a ellos».
También se ha previsto la eliminación de la cubierta de madera y teja curva, y del muro de ladrillo cerámico que ocultan la mayor parte de los absidiolos y restauración de las afecciones que la eliminación de la cubierta haya dejado en los paramentos de sillería». Quedará un «mantenimiento del muro preservando su traza y las hiladas bajas de sillería como zócalo, sobre el que montaría una rejería», además de recuperar tres ventanales cegados.
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