Hasta 14 inmuebles de Javier Goerlich aparecen referenciados en la 'Guía de arquitectura de Valencia', la obra de referencia para conocer el urbanismo de Valencia. Sólo ese dato desvela que nos encontramos ante un gigante aunque la admiración va a más al constatar que la ... primera está datada en 1914 y la última en 1953, es decir, fue capaz de transitar por todo tipo de estilos y gustos de los clientes.
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Es una de las características del arquitecto, cuyo legado se eleva a más de medio millar de obras y una huella indeleble en el callejero de Valencia, al ser responsable durante décadas del planeamiento en el Ayuntamiento. Suya es la decisión por ejemplo de higienizar el centro y dotar de mejores accesos al Mercado Central con la apertura de la avenida María Cristina y la realización del proyecto de Federico Aymamí, la avenida del Oeste, por encargo de uno de los alcaldes con los que trabajó, el barón de Cárcer. Dos apuntes que se suman a la configuración actual de la plaza del Ayuntamiento con el derribo de los últimos inmuebles y la construcción de edificios de mayor altura y belleza.
«Su trabajo lo hizo con vocación de servicio a la ciudad», apunta Andrés Goerlich, sobrino nieto del arquitecto y al frente de la Fundación Javier Goerlich, recién aterrizado de Londres tras un viaje de trabajo. Destaca su figura y la de otros profesionales que han trabajado en Valencia. Según sus palabras, la necesidad de que los valencianos «conozcamos a tantos hacedores de la ciudad, paseamos por ella y no sabemos identificar la autoría de edificios, las historias que encierran y el arquitecto que los hizo».
En su opinión, hay «muy buenas arquitecturas que los valencianos debemos reconocerlas y respetarlas. El desapego a la conservación que sucede a veces surge por desconocimiento».
Javier Goerlich nació en 1886 y falleció en 1972. «Tuvo la suerte de estar en el lugar y momento adecuado; nació en una ciudad pequeña, atrasada, casi medieval de 200.000 habitantes, y falleció dejando las bases de una ciudad moderna».
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En los inicios de su carrera tras formarse en Barcelona y Madrid, en la primera universidad en la inagotable escuela de talentos dirigida por Doménech i Montaner, su sobrino nieto destaca que había una «falta grave de higienismo, se mezclaban por ejemplo las aguas negras y las blancas, con una tasa de mortandad terrible debido a las epidemias».
Cuando falleció había dejado casi 600 edificios de todo tipo de lenguaje y destinos. «Es importante decir que hizo mucha vivienda social, inspiradas en las comunidades de vecinos alemanas, con una superficie adecuada, cuartos de baño y todas las piezas ventiladas, lo que ahora vemos como normal, pero entonces era destacado».
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La capacidad de adaptarse a los clientes se refleja en que del estudio de Goerlich salieron también edificios lujosos y relevantes como el Banco de Valencia, el edificio Nierdeleitner (Pascual y Genís 22), el edificio Martí-Alegre (hotel Londres) en la calle Barcelonina, el desaparecido Club Náutico o el Colegio Mayor Luis vives, entre otros.
«Todos son edificios con personalidad acusada, transitó por todos los estilos y no fue adalid de ninguno sino que los usó con normalidad», explica el responsable de la fundación, quien subraya también dos aspectos relevantes del arquitecto como son su enorme capacidad de trabajo y de incluir colaboradores en su despacho que aportaban frescura y otros puntos de vista, así como la colaboración que mantuvo con más gigantes de la época, como Demetrio Ribes, Francisco Mora, Almenar, Traver o Gómez Davó. Al morir el primero, por ejemplo, se hizo cargo de acabar algunos de sus encargos.
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Goerlich navegó por el modernismo, el eclecticismo, el neobarroco, el racionalismo y el neocasticismo. Transitó por todas las corrientes y se adaptó al gusto del cliente o las necesidades. Su carrera cambió ligeramente de dirección en 1922 cuando consiguió una plaza en el Ayuntamiento, donde desde 1930 tiene el cargo de arquitecto mayor. «De él dependía el planeamiento y las licencias, con lo que fue configurando la ciudad», dice Andrés.
Las fechas son importantes para destacar otra de las características del arquitecto, su elevado índice de supervivencia a pesar de los avatares políticos. «Llegó poco antes de la dictadura de Primo de Rivera, siguió después y durante la II República tiene una actividad frenética», relata acerca de las modificaciones en el planeamiento y los encargos a su despacho. Durante la Guerra Civil es apartado de su puesto y en 1939 «lo vuelven a restituir con reticencias por parte de algunos», recuerda su sobrino nieto.
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Su capacidad de supervivencia era de ese calibre, con ejemplos como que lideró junto al alcalde Cano Coloma y un grupo de bomberos municipales el rescate de la imagen de la Mare de Déu para esconderla en el Ayuntamiento a salvo de las milicias, además de impedir que pegaran fuego a la Basílica de la Virgen. A pesar de eso, logró sobrevivir a salvo de unos y otros extremos.
En 1928 le da la configuración actual a la plaza del Ayuntamiento con edificios más altos y espacios más amplios. En los años 60 tiene que ver cómo desaparece su proyecto, que ahora quiere recuperar en parte el gobierno municipal. No en vano, la famosa Tortada ya forma parte de la memoria colectiva de Valencia. Es imposible relatar toda la obra de Goerlich en Valencia. Prolongó el paseo de la Alameda desde el puente del Mar hasta el de Aragón. Amplió el puente del Real, construyó buena parte de los edificios de la plaza del Ayuntamiento, innumerables viviendas sociales e inmuebles públicos como el Colegio Mayor Luis Vives o el mercado de Abastos. «Con numerosas alineaciones y aperturas de calles, se puede decir que a todo el centro le pegón un buen empujón», apunta Andrés.
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¿Qué Goerlich prefiere el responsable de la fundación? «Hay muchos goerlich y su figura es la suma de las etapas por la coherencia entre todas. Personalmente, la época racionalista es la que más me gusta, como el antiguo club náutico, derribado incomprensiblemente en los años 80. Era un edificio que le daba a la ciudad una calidad y personalidad propia. Era un icono. También está el Colegio Mayor Luis Vives. Hay otros muy buenos como el hotel Londres o el Roig-Vives en la calle Xàtiva 4». Como se constata, los paseantes de Valencia tienen dónde elegir.
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