![Okupas en Valencia | El avispero 'okupa' de Benicalap](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202207/26/media/cortadas/okupas-benicalap-kq6G-U170823696806OsG-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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BELÉN HERNÁNDEZ
Martes, 26 de julio 2022, 02:13
«Recuerdo cuando mis hijos bajaban a jugar al parque. Ahora es imposible». Una vecina de unos sesenta años que prefiere no desvelar su identidad por miedo a que los okupas puedan arremeter contra ella relata de primera mano el proceso de degradación que ha sufrido el barrio ... desde que ella se instaló, hace 37 años, hasta el momento actual.
«Con estas personas es imposible convivir. Dan muy mala imagen del barrio. Todos los días montan escándalos». La mujer reconoce que la Policía ya visita la zona asiduamente, aunque todavía quede un largo camino que recorrer para expulsar a estas personas que están viviendo de manera ilegal en el barrio de Benicalap.
Una mujer pelirroja de unos cincuenta años vigila de manera constante para alertar de cualquier presencia que les resulte inusual. En una silla desgastada, se sienta justo en la puerta del bajo okupado. No se levanta de ella hasta que llega el mediodía y acude la Policía Nacional a hacer una inspección. Los agentes están dentro de la finca durante más de cincuenta minutos, pero al final regresan tal y como llegaron:con las manos vacías.
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Benicalap ha entrado en un estado de degradación que poco tiene que ver con la imagen que presentaba en los años anteriores. Hace dos o tres que estas personas empezaron a residir en las viviendas de manera ilegal, llevándose consigo la tranquilidad de los vecinos de toda la vida. Arrasando con el que siempre fue un barrio familiar y obrero para llenarlo de inseguridad. «Todo el día están generando follones. Hace poco tiempo discutieron y se lanzaron contenedores», comenta otro residente de la zona, que se encuentra ansioso por la situación actual.
El barrio está abandonado a su suerte. Lejos de ser una valoración subjetiva, es una realidad aplastante. Los viandantes confirman que prefieren pasear por la acera de enfrente en la que se sitúan los okupas dado que temen que puedan arremeter contra ellos. Quien no conociera la historia del distrito juraría que se trata de un barrio marginal. Una concepción que dista mucho de su historia: en sus calles se labró el futuro de gente trabajadora que luchaba por salir adelante y hacerse un hueco.
Día sí y día también, la Policía acude para peinar la zona y tratar de mantener a raya los disturbios. Pero tras casi tres años, los habitantes ilegales siguen ocupando ese bajo, que ya estiman de su propiedad. La puerta está tapiada con un cartón. Al igual que las ventanas. «Me quedé viuda hace poco y no tengo pensado vender mi piso porque he hecho toda mi vida aquí pero me pregunto qué harán las personas que quieran alquilar sus viviendas. Es imposible hacerlo en estas condiciones», comenta la vecina de sesenta años.
«Le indicamos que esta Unidad gestiona un canal de comunicación y carece de las competencias que requieren la gestión de la situación que explica». Esta es la respuesta que reciben los vecinos cuando tratan de denunciar las condiciones en las que viven desde que los okupas se adueñaron del barrio y de sus posibilidades de hacerse un hueco en el discurso de la ciudad de Valencia. LAS PROVINCIAS se puso en contacto ayer con la concejalía de la Policía Local para recabar una respuesta, sin éxito.
Los residentes tienen la misma suerte. Reciben respuestas de formulario pero ningún tipo de solución real a sus problemas. «Nos tiran a los vecinos metiendo a gente así en nuestro barrio. A esto se le llama gentrificación. No les dejan a la Policía actuar», lamenta una de las residentes habituales que ahora vive lejos del punto neurálgico del conflicto aunque aún así no es ajena a la situación.
Los okupas amenazan a las mujeres por la calle o meten en su local numerosas bicicletas, como asegura la vecina. «Los policías están atados de pies y manos con ellos».
Otro de los habitantes que lleva viviendo en el barrio desde hace escasos meses confirma que apenas conoce de la herencia familiar y trabajadora de la zona. Su piso es herencia de su abuela y lleva demasiado poco tiempo residiendo en uno de los guetos de Valencia como para tener una opinión formada. Aún así, se da de bruces con el bajo ocupado cada vez que llega del gimnasio. Y la suciedad de la zona le desconcierta.
«Todavía no se han metido conmigo los ocupas aunque sí que les veo recogiendo basura y almacenándola en el bajo», asegura el hombre de unos treinta años.
Sea como sea, hasta los residentes de toda la vía prefieren evitar la esquina en la que se acumulan los moradores ilegales si depende de ellos. «Yo nunca paso justo por delante de su puerta», confirma otro residente de mediana edad. El señor confirma que la situación viene de lejos y que se ha extendido por diversas zonas del barrio de Benicalap. Sin embargo, «antes eran cuatro personas las que ocupaban los pisos. Ahora son más de veinte».
Los moradores saben que están sitiados. Junto a la mujer pelirroja que no se separa de la puerta del bajo hay un niño menor de edad, colocado estratégicamente en un punto visible para rebajar las tensiones. Hasta los residentes comentan que se han adueñado del bar de la esquina de la calle: «Antes era un restaurante de los de toda la vida y ahora no se puede ni entrar. Ves a niños descalzos y a ocupas por el suelo», aseguran.
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Otra de las residentes comenta la agonía que padeció cuando tuvo que desplazarse a Urgencias de madrugada. «La Policía paró a mi hijo porque estaban realizando un control y tuvo que enseñarles su documentación hasta que le dejaron irse». Su primogénito, que también vive en la calle, suele tener problemas para poder estacionar su vehículo.
Pero en Benicalap hay una regla no escrita: no aparcar en la calle Félix del Río aunque no haya alternativa. La inseguridad prolifera y los vecinos reclaman de manera insistente una solución que les permita recuperar su forma de vida anterior. Ahora, la ocupación se ha adueñado de su tranquilidad.
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