No hay nada que le guste más al equipo de gobierno municipal que hablar y escuchar. Bueno, eso dicen. Porque si le preguntan a los vecinos de Benimaclet, a los comerciantes del centro, a los residentes en la Malvarrosa, a quienes viven en Pelayo, ... a los integrantes de la Mesa de la Movilidad o a aquellos que acuden religiosamente a los talleres de la Zona de Bajas Emisiones, tendrán una opinión distinta. Hace siete años, el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, acudió a una reunión en el centro con los vecinos de las calles Serranos, Salvador y adyacentes, porque quería restringir el tráfico en el norte de la Seu. Se encontraron con un plan ya hecho. «Entonces, ¿para qué nos reúnes?», le preguntaron.
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Nada, o muy poco, se ha aprendido desde entonces. Cierto es que la participación ciudadana es algo muy nuevo: antes del 15M no se llevaba. O eso parece, depende a quien escuches. Es evidente que Compromís y PSPV han ido aprendiendo sobre la marcha, pero sorprende que a cuarenta días de las elecciones aún se encuentre Sandra Gómez con la airada respuesta de los vecinos de Benimaclet, que este jueves estallaron porque la presentación del PAI se hizo en un local donde no cabían todos, muestra física y real, dicen, de que no quería escucharles.
Gómez tuvo incluso que sacar un comunicado donde decía que se escucharían todas las voces, pero también, ojo, que ninguna opinión valía más que otra, lo que se puede interpretar como una carga de profundidad contra la Asociación de Vecinos de Benimaclet. A veces las entidades han protestado por lo que consideran un evidente ninguneo. Que se lo digan a los vecinos de Penyarroja, que se desgañitan desde hace años y que sólo ahora han visto atendidas sus reclamaciones. O a los de Ciutat Vella, que dejaron de ir a las Mesas de la Movilidad hace años cuando comprobaron que más que un taller participativo era una reunión para que la concejalía (en esas reuniones Grezzi asume un papel secundario) les comunicara lo que iba a hacer.
Y luego está el tema de los presupuestos participativos, los famosos Decidim. Pese a los intentos denodados de Elisa Valía, la concejala delegada, de dejar contentos a todos, las sucesivas ediciones no terminan de dar con la tecla. Proyectos de ciudad, de barrio, de distrito... Que nunca llueve a gusto de todos es evidente, pero es que en la última edición no llovió al gusto de casi nadie. Tanto es así que hubo asociaciones, como la de San Isidro, que no es una de las más combativas, que se plantaron y exigieron que alguien en Tabacalera le diera una pensada al proyecto porque en Patraix, todo el dinero se lo llevó el barrio homónimo, que es también el más poblado y, por tanto, el que acapara mayor número de votos.
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De estos presupuestos salen algunos proyectos polémicos, como las famosas supermanzanas. «Que no se escuden en eso para implantarlas por el centro», dicen desde la Asociación de Comerciantes del Centro. El mantra «por mandato de la última edición de DecidimVLC» es uno de los más repetidos desde el Consistorio cuando quieren poner en marcha proyectos que son apoyados, a veces, por un centenar de vecinos de un barrio en concreto. Sirva de ejemplo los arcos chinos de Pelayo y la polvareda que levantaron en un barrio multiétnico donde los vecinos de ascendencia china son muchos. También, claro, los aficionados a la pilota valenciana.
Por no hablar de la Zona de Bajas Emisiones, un proyecto que Movilidad gestiona bajo la máxima de «ese puente ya lo cruzaremos cuando lleguemos a él». En la reunión balance de final de año, ya decía la concejalía que no tenía nada claro cómo iba a implementarla. Están a la espera de que la DGT saque un modelo de ordenanza para que no le pase como a Barcelona, que tuvo que echar marcha atrás en la suya. Mientras, esta misma semana han empezado unos talleres participativos que algunas entidades dudan que se puedan calificar de eso: «Lo que hacen es darnos unos papeles donde dicen lo que hace Madrid y Barcelona y preguntarnos qué nos parece». Pero de concreción, nada. Y eso a ocho meses de tener que ponerla en marcha. Lo que decíamos del puente: estamos acercándonos. Por cierto, se han gastado, por imperativo europeo, casi 11 millones de euros en colocar por toda la ciudad cámaras y sensores que nadie sabe qué van a grabar o qué van a registrar, respectivamente.
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