Vista exterior de la discoteca Barraca, en Les Palmeres, en una imagen reciente. DAMIÁN TORRES
Barraca: la madre de todas las discotecas
Viaje por la Ruta Destroy: capítulo 6 ·
Si la Ruta nació en algún sitio, ese es la discoteca de Sueca, situada cerca de Chocolate, que empezó a pinchar la música más distinta a la de las salas del alrededor en los años 80
Si hay que buscarle a la Ruta Destroy un lugar de nacimiento, es fácil que ese lugar sea una discoteca situada en Les Palmeres, en la rotonda de la CV-500 entre Sueca y Cullera, a escasos kilómetros de El Perelló y de la playa. Si hay que buscarle a la Ruta Destroy una madre, es probable que tenga nombre y apellidos: la discoteca Barraca. Y si hay que buscarle un padre, probablemente sea Carlos Simó. «Ahí nació todo», dice José Carlos Serrano, que acudía a menudo a la sala en los años 80, y al que aún se le iluminan los ojos cuando recuerda esos años (en algún momento habría que hablar de por qué quienes vivieron los años álgidos de la Ruta la recuerdan con tanto cariño, pero no será ahora. Pero será, eso seguro).
Porque ahora toca hablar de Barraca, una discoteca que abrió en 1965 pero que no empezó a destacar hasta los años 80. El motivo es que quienes se hicieron con ella decidieron darle un golpe de timón a la dirección. Y aquí aparece Carlos Simó, que tenía 25 años cuando se hizo cargo de la cabina de Barraca. Y ahí empezó todo. Con él y con su intención de convertir la discoteca de Les Palmeres en algo especial.
«Aquí tocó Stone Roses cuando eran número uno en todo el mundo», explica Simó, que cuenta que buena parte del público tenía un nivel cultural medio-alto a cuyo oído 'entrenaron' en nuevos sonidos. «Ha de cambiar la imagen que tiene la gente de las discotecas del momento», dice Simó. Él estuvo de DJ en Barraca entre 1978 y 1989, y con él nació un sonido nuevo que más tarde terminaría incardinando toda la Ruta.
«Nosotros no formamos parte de lo que los medios llamaron la Ruta del Bakalao», empieza Simó la conversación. 40 minutos después, admite que sin ellos no se habría dado todo el fenómeno posterior. «Creamos el sonido de Valencia y lo que llamábamos ocio de acción», explica el DJ de la discoteca de Les Palmeres. No lo hizo de la nada. Simó explica que ha escuchado «miles de horas de música», lo que le ha permitido conocer sonidos distintos a lo que se oía en Valencia. «Aquí seguían pinchando funky cuando yo empecé con rock que sólo se oía en Inglaterra», asegura.
Simó hizo decenas de viajes, cuenta, al Reino Unido y a Estados Unidos para conocer nuevos grupos que se afianzaron en Barraca. «Poco a poco íbamos abriendo la mente de la gente que venía y acabé teniendo que mandar a mi hermana a comprar los discos para que no supieran qué iba a pinchar», relata Simó. Además, asegura que tenían lo que llamaban «código 'la matamos'». «Cuando una canción sonaba en la radio, rompíamos el disco. No la poníamos más», asegura.
El ocio de acción era, en realidad, teatro. «Estabas bailando y se te acercaba un chico que te preguntaba si conocías a algún mecánico porque se le había averiado la nave espacial y no podía salir de la Vía Láctea», recuerda entre risas. Pero Barraca sí despegó y se convirtió en la madre de todas las discotecas, una sala especial que creó la semilla de lo que más tarde sería la Ruta Destroy. Con Barraca, de hecho, empezó todo.
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